El Papa privilegia el perdón y no la condena
Francisco, el Papa de las sorpresas, volvió a sacudir todos los medios de comunicación con su carta al presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, el arzobispo Rino Fisichella, con ocasión del próximo Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El objetivo del Santo Padre es "facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes" y que este acontecimiento sea una "experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente".
Luego de profundas y consoladoras consideraciones sobre la misericordia divina, el Papa escribe una frase que estalló en todos los titulares: "He decidido conceder a todos los sacerdotes para el año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y, arrepentidos de corazón, piden por ello perdón".
En gran medida por la incompleta y defectuosa comunicación de la Iglesia sobre estas cuestiones y también por la ignorancia sobre este tema de buena parte del periodismo, no faltaron titulares sorprendidos de este tenor: "Ahora la Iglesia perdona el aborto". Y presentaron estas expresiones como un gran avance impulsado por un papa "renovador".
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, rápido de reflejos y con su habitual claridad, fue el único prelado que inmediatamente puso las cosas en su lugar: "La Iglesia siempre ha perdonado el aborto a los que se arrepienten" y, salvo casos muy especiales, "todos los sacerdotes habitualmente en la confesión perdonan ese pecado"; y subrayó: "El periodismo en general no ha entendido la cosa, porque la mayor parte de los sacerdotes tienen la potestad de absolver a los que realizaron abortos y se arrepienten". Se refería así a algo bien conocido en la Iglesia: en la práctica pastoral los obispos ordinariamente autorizan a todos los sacerdotes a absolver este tipo de pecado a partir del arrepentimiento sincero del penitente.
Las precisiones formuladas por Aguer eran necesarias, pero aún queda otra pregunta por responder: ¿por qué estas palabras del Papa tuvieron tanta repercusión? Detrás de esta reacción hay un dato de singular importancia. Los medios de comunicación han expresado, a su manera pero con claridad, que el tema del aborto sigue sin estar resuelto. Es cada día más evidente que los cambios legislativos no han modificado una realidad lacerante y siempre presente. Aunque haya, como dice el Papa, "una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida", está claro que la cuestión sigue abierta. Aunque leyes injustas pretendan presentar algo como moralmente aceptable, la conciencia de los seres humanos sigue expresando de diversas maneras el rechazo hacia lo que siente que está mal y que hace mucho daño.
Por una parte se reclama a la Iglesia por su supuesta intransigencia en estos temas, pero por otra, en cuanto aparece la posibilidad del perdón, la noticia genera todo tipo de reacciones favorables. ¿Por qué alegrarse por el perdón de algo que no se considera delito? La reacción ante las palabras del Papa muestra hasta qué punto sigue presente un sentimiento de culpa que ninguna ley logrará nunca suprimir.
Sin embargo, desde dentro de la propia Iglesia algunos se muestran desconcertados ante lo que les parece una claudicación en la "lucha contra el aborto". No comprenden que por el camino de la condena y la intolerancia no se ha logrado avanzar un paso, porque no son ésos los caminos indicados por el carpintero de Nazaret. La genialidad de Francisco consiste en plantear el tema desde el perdón en lugar de plantearlo desde la condena. En ambos casos se da por supuesta una culpa, pero planteadas las cosas desde el perdón el camino sigue abierto, el diálogo es posible, el dolor es curable.
¿Se trata de un método revolucionario y novedoso inventado por un papa revolucionario? Definitivamente no. La "novedad" de Francisco es tan vieja y tan nueva como el Evangelio mismo. Los que se han acostumbrado a actuar y a hablar condenando no comprenden lo que propone el Santo Padre y reaccionan como los trabajadores de la parábola que narra Mateo en el capítulo 20 de su Evangelio. Los trabajadores murmuraban contra el propietario porque los últimos cobraban lo mismo que los primeros y el dueño de la viña les respondió: "¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?".
Director de la revista Vida Nueva