El Papa de la plaza: las fotos multiplican una imagen que se volvió ícono
Tras un año de papado, los retratos de Francisco –de los más formales a los más distendidos– se volvieron tan emblemáticos como sus palabras y sus gestos
Roma.-Una foto vale más que mil palabras, dice un viejo refrán chino. Y las imágenes que pueden verse todos los miércoles, día de audiencia general, en la Plaza San Pedro, valen más que mil palabras.
La proximidad, el contacto, la caricia, el abrazo –esa cercanía que el pastor con olor a oveja, el buen samaritano, tiene que tener con su grey–, son una constante cada vez que Francisco sale de la "jaula" del Vaticano y tiene una ceremonia pública. La espontaneidad, que enloquece a sus ángeles de la guardia, es otra característica. Cuando el Papa llega a la Plaza a bordo del papamóvil, con la mirada intenta llegar a cada uno de los presentes. Con una agildad que sorprende, aferra camisetas, rosarios, flores que le tira la gente reunida allí.
Hace detener el papamóvil para besar y acariciar bebes que le alcanzan de la multitud, y muchas veces con gestos explica que prefiere que no se los pasen si están llorando; no quiere que se queden con un mal recuerdo de ese hombre vestido de blanco que es aclamado como una estrella de rock.
Hace el OK con el pulgar y bromea con los compatriotas argentinos que a los gritos le comentan algún resultado de fútbol. Y hasta se detiene a tomarse un mate, para escándalo de los vaticanistas europeos que temen que pueda ser envenenado. "¡Santo Padre, querría invitarlo con un mate, pero no me dejan!", le grita al Papa un argentino. "¿Quién no te deja?", le pregunta Francisco, que se detiene y extiende su mano para alcanzar el mate, que toma con gusto.
Aunque lo más conmovedor de Francisco es cuando, después de la audiencia general, después de haber saludado a los VIP ubicados en los corralitos preferenciales, se queda más de una hora, a veces incluso dos, haciendo lo que más le gusta: reconfortando con un abrazo, una caricia, una palabra, un beso, a gente anónima enferma, niños, adultos y ancianos en sillas de ruedas, tocando la carne de Cristo.