El pan de cada día, hoy y siempre
Ningún alimento de la humanidad parece ser más antiguo que el pan. Hace ya 14.400 años, y gracias a la arqueología, se han registrado, en la cultura natufiense, restos de migas. Su historia se desarrolló de forma paralela a las del uso de los cereales, y particularmente al de la cebada.
Origen de supersticiones y ritos de pueblos primitivos, se le otorgó el carácter de sagrado, vinculándolo, además de a la alimentación, a la vida, la prosperidad, y también a la muerte. Recién en el año 6000 a. C., en el sur de la Mesopotamia, aparece el pan tal como lo conocemos en estos tiempos, y se lo asoció a la idea de la fertilidad, la procreación, la abundancia y en algunas prácticas de cultos. Los egipcios, en el 4000 a. C., dejaban pan en las tumbas y pirámides de sus muertos, como una manera de ir hacia la eternidad con abundancia.
Los griegos veneraban a Deméter como la diosa del pan y aseguraban que dicha divinidad protegía las cosechas de plagas y pestes. Siglos después, los romanos festejaban los 9 de junio a las vestales en su honor, haciendo ofrendas con el pan.
Para los judíos, el challah es un pan tradicional, que se sirve el viernes por la noche, en la cena del sabbat, así como en la Pascua el pan ácimo; y los musulmanes para la fiesta del Ramadán amasan un pan solo reservado para esta ocasión sagrada.
Para los católicos el pan simboliza la más honda y profunda de las comuniones con Dios en cada hostia. El ritual de la última cena fue con pan, que Jesús compartió con sus apóstoles.
El pan ha estado presente por igual, en la mesa de reyes y mendigos; y como símbolo de humildad y sencillez se replica en toda la humanidad, que, en su cotidianidad, estimula a compartirlo en una convivencia sencilla, en paz y en la intimidad de los hogares. Símbolo que nos hermana universalmente, es honrado todos los 16 de octubre con el Día Internacional del Pan, así proclamado por la Unión Internacional de Panaderos (UIBC). Coincide con el Día Mundial de la Alimentación, establecido en 1979 por la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Tal vez el pan nuestro de cada día, más allá de una expresión repetida, tomada de la oración enseñada por el propio Jesús, sea un símbolo de lo más simple y noble que puede poseer una familia: ofrecerse a un huésped o distribuirlo entre los necesitados.
En un país atravesado por una durísima crisis económica, con carencias y privaciones, no se puede omitir, casi como un clamor, la triste realidad de que un kilo de pan cuesta hoy en la Argentina 1000 pesos. Realidad que nos avergüenza, con índices de pobreza que aterran, porcentajes altísimos de hambre y desnutrición infantil, canastas familiares inalcanzables. Esto nos convoca a reforzar nuestras convicciones y nuestros anhelos para encontrar soluciones inmediatas y urgentes que ayuden a paliar tanta penuria.
Sirvan estas líneas para reflexionar acerca de cómo queremos vivir en el futuro, para que este sea más promisorio y nunca falte, en ninguna mesa, el pan de cada día.ß