El país del futuro
"Cristina es peligrosa, por eso es interesante".
(Del filósofo Tomás Abraham.)
Independencia, falta de pelos en la lengua y un pensamiento francotirador caracterizan a Tomás Abraham. "¿No te da curiosidad intelectual Macri?", le preguntó Luis Novaresio y él sonrió y dijo: "No, no, ninguna". "¿Y Cristina?", preguntó el periodista. "Cristina es peligrosa, por eso es interesante".
Se habla de tres reacciones ante el peligro: paralizarse, huir o atacar. No suele incluirse la fascinación del peligro. Ciertos peligros atraen porque encierran misterios y nos seducen con lo desconocido o lo conocido. Y ni hablar del poder de seducción cuando el peligro del pasado tiene chances de volver. Tal vez por eso Abraham agregó que los medios necesitan a Cristina "como un cuco", como la cara de un pasado que no debe repetirse.
Nuestro presente se limita a sacrificarnos por el futuro o a temerlo. "Si la gente siente que debo continuar, mi compromiso está", dijo Macri sobre su posible reelección y agregó que "más allá de un primer o segundo gobierno, la Argentina necesita fijar este rumbo 20 años" para transformarse en uno de los países "más importantes del mundo".
El pasado y el futuro nos abruman, uno por inapelable y el otro por ser el campo donde todo es posible. En el medio, el presente, el nuestro, no existe, aunque es un lapso casi eterno sobre el que pesa la amenaza de un futuro peligroso que hay que evitar y la promesa de otro futuro venturoso que hay que conquistar. Consagramos el presente a construir un futuro que siempre está allá y jamás llega.
Se nos va el presente en la espera de un futuro que se aleja como la zanahoria del burro, se nos va sin irse del todo ese no-tiempo en el que permanecemos solamente para aguardar el futuro porque siempre estamos mal, pero en vías de mejorar o, como lo definió Menem con precisión: "Estamos mal, pero vamos bien".
La Argentina, país del mañana que nunca llega, del futuro perenne. ¿Y mientras tanto no ocurre nada?
La historia es imparable e implacable. Para ella no existe el vacío. No trabaja con futuros prometidos, sino con los presentes que han pasado y con lo que hicieron o dejaron de hacer quienes prometían los futuros. La historia y el periodismo -y la Justicia cuando junta valor y se anima- también sirven para sacar a la luz aquello que no vemos o no queremos ver mientras nos prometen futuros que consumen nuestro presente.