El Pacto de Mayo, ¿un acuerdo sin acuerdistas?
Por sus rasgos como candidato “extrasistémico”, sorprendió la convocatoria de Milei en su discurso de apertura de sesiones del Congreso; al menos media docena de gobernadores avisaron que no participarán
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Sorprendió Javier Milei el 1º de marzo durante su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación cuando convocó al Pacto de Mayo: ni en su campaña presidencial ni en su corto paso por la Cámara de Diputados ni mucho menos en su pasado como panelista de televisión y conferencista en temas económicos había hecho mención alguna a algo que su denostada “casta” declamó infinidad de veces, aunque nunca quiso, supo o pudo concretar. Resultaba contraintuitivo que un candidato extrasistémico, carente de estructura y con una clara postura hipercrítica de las culturas político-partidarias que, desgastadas, seguían prevaleciendo en las dos grandes coaliciones que dominaron la escena nacional hasta el año pasado, propusiera como objetivo de su administración alcanzar un acuerdo sobre políticas de Estado. De este modo, casi materializando lo que María Elena Walsh inmortalizó en el poema “La cigarra” (“Tantas veces me mataron. / Tantas veces me morí. / Sin embargo estoy aquí, / resucitando”), la oportunidad de consensuar una agenda común, en este caso sesgada hacia cuestiones económicas, reapareció en el horizonte de corto plazo de un sistema político que está lejos de rearticularse luego de sufrir un golpe de características terminales, precisamente con la irrupción de Milei en el centro de la escena.
La perplejidad por la convocatoria no fue suficiente para sacar a la vieja política de su inercial letargo. La fragmentación de las identidades electoralmente competitivas es habitual en la izquierda y más reciente en un peronismo que no termina de romper con la influencia K, a pesar de los reiterados fracasos en las urnas y en la gestión. Pero resulta novedosa en JxC, que había logrado sobrevivir a pesar de la derrota de 2019, pero que carece de sentido en la práctica aunque funcione como referencia del pasado. Todo esto allana el camino al oficialismo libertario para que, a pesar de sus desbarajustes y errores no forzados, mantenga la iniciativa política e implemente un ajuste de una severidad sin precedentes. A pesar y como consecuencia de eso, el Presidente y la mayoría de su equipo sostienen una razonable cuota de respaldo ciudadano: según un estudio reciente de D’Alessio-IROL/Berensztein, el 80% de quienes votaron por Milei en segunda vuelta apoyan con convicción su gestión. Que el formidable esfuerzo demandado en esta primera etapa logre resultados beneficiosos para lo que queda del año y el país salga por fin de su prolongada decadencia es una expectativa de la que, con un discurso exagerado, si no directamente fantasioso, el oficialismo se sigue alimentando ante la ausencia de propuestas alternativas de referentes opositores, que si bien reaccionan y critican parte o toda la agenda de reformas de LLA, no tienen un programa lógico, coherente ni comunicable para seducir a los muchos ciudadanos en desacuerdo con el rumbo actual.
Las referencias a que “la Argentina volverá a ser potencia” que a menudo repiten referentes libertarios causan estupor y nos retrotraen a la etapa más intervencionista y autoritaria del peronismo. El senador por Formosa Francisco Paoltroni suele finalizar sus frecuentes apariciones radiales con esa frase. Los mercados ignoran semejantes espejismos y se concentran en la frágil dinámica del equilibrio fiscal. Más allá de la polémica respecto de cuánta motosierra y cuánta licuadora se viene necesitando para alcanzar los asombrosos resultados en materia de superávit financiero, llama la atención que el Gobierno esté pensando en postergar los ajustes tarifarios para dar un respiro a la clase media y evitar un factor que echaría leña al fuego de la inflación. Por otra parte, el Presidente afirmó el miércoles durante el almuerzo del Cicyp que sería posible salir “pronto” (sin mayores precisiones) del cepo cambiario, que ayuda a licuar el déficit cuasi fiscal con la política de tasas negativas del Banco Central. Algunos economistas sugieren que en realidad es un gran instrumento de recaudación fiscal, como consecuencia del creciente peso del impuesto PAIS en la recaudación. “Podrían levantar el cepo y mantener ese impuesto”, asegura un conocido especialista, aunque admite que también aumentaría el costo político de sostenerlo. Más trabajo para Lógica (lógica.com.ar), la ONG que promueve una reducción de la carga tributaria y mayor transparencia en la información que se brinda al consumidor y al contribuyente.
En su planteo original, el Pacto de Mayo fue presentado casi como una concesión, una contraprestación, algo supeditado a la aprobación de la versión nueva y abreviada de la Ley Bases. “Las reformas, mucho más profundas que las de Menem, las voy a hacer igual, pero si me dan la ley que necesito, los convoco al Pacto, nos sacamos la foto y todos contentos”, fue el mensaje que emanó de la Casa Rosada. Resulta prudente señalar que, de concretarse el anhelado acuerdo, algo sobre lo que dudan cerca y lejos del Presidente, el Gobierno podría mostrar que un relativamente amplio segmento del liderazgo nacional respalda sus políticas, lo que implica que está dispuesto a, con perdón de la palabra, socializar los ingentes costos de este ajuste en el conjunto de la sociedad. Tal vez por eso los organizadores estén pensando en otorgar una medalla a los que lo rubriquen. Se merecerían sin duda también un aplauso y un beso. Algunos especulan con que el 25 de Mayo no habrá acuerdo alguno y que Milei dará un discurso dirigido a la ciudadanía. ¿Un pacto consigo mismo? “Responsabilizaría a la casta por haber boicoteado el acuerdo”, aclaran en su entorno.
Esto explica por qué al menos media docena de gobernadores avisaron que no van a participar. En general, se trata de casos esperables, como los de Axel Kicillof (Buenos Aires), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja), Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Sergio Ziliotto (La Pampa). Otros son más disruptivos. No se esperaba que Claudio Vidal (Santa Cruz) fuera renuente a ser de la partida. Enfrentado al kirchnerismo local y apoyado por el larretismo y un sector radical de la provincia para ganar las elecciones, había mostrado buena sintonía con el gobierno nacional y hasta con el embajador de los Estados Unidos. Es cierto que el feroz recorte en el envío de fondos discrecionales a las provincias afecta en particular a su provincia, que había gozado de un tratamiento especial a pesar de la fractura expuesta entre Alberto Fernández y CFK. Pero la situación de Tucumán y de alguna otra provincia norteña sugiere que con este gobierno más vale seducir y dialogar que, como típicamente hizo el sindicalismo desde Vandor en adelante, pegar y negociar (Vidal se proyectó a la arena política a partir de su papel como líder del sindicato de petroleros de su provincia). Existe un tercer grupo de gobernadores, encarnado en Nacho Torres (Chubut), que busca ampliar la agenda del Pacto a otros temas más allá de la economía, en especial la educación. ¿Gerardo Zamora? Otro mimado por el kirchnerismo, por ahora mantiene prudentemente abiertos los canales de negociación. A propósito de Kicillof, su decisión de proyectar su imagen a nivel nacional pensando en 2027, suavizando su narrativa y apalancado en los recursos de la provincia, despertó indignación en algunos intendentes, en especial del conurbano. “Con la nuestra, no”, se oyó decir a un caudillo de la tercera sección electoral.