El otro lado de las tomas de colegios
La mayoría de nuestros abuelos vinieron al país en barcos, sin un centavo, muchos sin siquiera saber hablar español y con diversos grados de analfabetismo. Se deslomaron trabajando para brindarle a su familia la posibilidad de estudiar –algo que ellos no pudieron hacer– con el sueño de poder decir en sociedad “mi hijo, el doctor”. Y la mayor parte lo logró. Padres inmigrantes, con hambre, que se escapaban de la guerra, tenían hijos universitarios. La educación era la mejor herencia que podían dejarles.
Hoy nuestros hijos heredaron nuestra grieta. Una grieta que, en contraposición a lo que contamos al principio, los aleja de su futuro. Y los culpables somos los adultos: políticos, profesores, periodistas, actores, padres, no importa qué profesión o el rol que tengamos. Somos hijos de una generación que transformó el debate de ideas en violencia en las calles. Los mismos que durante décadas lucharon por honrar y recordar a las víctimas de esos atropellos hoy incendian la mente de alumnos de secundaria con odio, patoterismo y más violencia.
El kirchnerismo, el camporismo, quienes alzan la bandera de los pobres, de los excluidos y de los “maltratados” por el capitalismo, desde hace tiempo fomentan las tomas de las escuelas y tiran leña al fuego de los adolescentes. Les proveen manuales e instructivos para ocupar colegios y les enseñan a extorsionar a los directivos de las instituciones. Quizá todavía peor sea que sus padres adultos les lleven bolsas de dormir y comida para que “aguanten en la lucha”.
Cuando las aulas permanecieron cerradas interminables meses durante la cuarentena, ¿dónde estaban quienes ahora levantan la voz? En esos días críticos la educación debería haber sido una columna inmutable y no el primer pilar en caer y el último en erguirse.
¿Nos damos cuenta de lo que estamos haciendo? Hemos trasladado la grieta de políticos atornillados a sus sillas, políticos que ya tienen su destino programado, comprado, negociado, y mandan a la trinchera a adolescentes a tirar su futuro a la basura. ¿Queremos realmente repetir la historia?
Los chicos tienen que estudiar, formarse, abrazar las magras herramientas que hoy les brindan los establecimientos educativos para enfrentar un mundo repleto de posibilidades, pero sobre todo de incertidumbres. Un mundo desafiante, complejo y con avances tecnológicos que potencian los trabajos que hoy nos dan el sustento de nuestros hogares.
Las tomas de las escuelas por parte de los alumnos son el resultado directo del adoctrinamiento que padecen nuestros chicos dentro de esas mismas instituciones. Mientras no diseñemos un sistema educativo que asegure el desarrollo del pensamiento crítico en los alumnos, para que aprendan a pensar, a opinar, a justificar sus puntos de vista, seguirán siendo rehenes de estos adultos descarados y sinvergüenzas.
Hoy, un número reducido de chicos toman las escuelas –avalados por sus padres–, las cierran con cadenas y candados, y hacen mucho ruido. Sepan que del otro lado hay miles de padres y alumnos silenciosos que quieren entrar para entrenarse en el mérito, el esfuerzo y la dignidad. Sepan que del otro lado de las tomas está la libertad.
Legisladora porteña, Republicanos Unidos