El Opus Dei está abierto a escuchar y sanar
La vida de la Iglesia se desarrolla en la historia, en el entrelazamiento de su fuente evangélica anclada en Jesucristo y la fragilidad humana: combinación de ideales de santidad con errores y limitaciones, que invitan a la conversión y al aprendizaje. Por esto, se ha dicho que la imagen del rostro de Cristo que refleja la Iglesia está compuesta por luces y sombras. Como parte de la Iglesia, el Opus Dei se encuentra preparando su primer centenario de existencia (que se cumple en 2028), mirando su pasado y proyectando su futuro, en esta misma lógica eclesial.
Por un lado, somos casi 100 mil personas de todo el mundo, de variados orígenes y circunstancias, que queremos vivir el evangelio en nuestro trabajo, nuestra familia, con nuestros amigos y conciudadanos, contribuyendo a que el amor y la libertad de Cristo inspiren a las personas y a la sociedad; y, por el otro, constatamos nuestras carencias, nuestros errores, y queremos convertirlos en aprendizajes.
Testimonio de unas de esas luces que se mezclan a veces con sombras, ha sido una reunión que tuvo lugar el 17 de noviembre, cuando un grupo de más de 100 exalumnas que estudiaron en una iniciativa socioeducativa llamada ICES se reencontraron para conmemorar el 49° aniversario de la que fue su escuela: una institución que existió entre 1973 y 2017, que contó con el acompañamiento pastoral del Opus Dei y que tuvo el objetivo de contribuir a la escolarización y a la capacitación técnica de la mujer, particularmente en áreas carenciadas, para facilitar el acceso a la educación y ampliar las posibilidades de desarrollo personal.
Durante el encuentro, esas mujeres no sólo recordaron con mucho cariño anécdotas, travesuras y momentos felices, sino también expresaron lo importante y positiva que había sido esa experiencia para sus vidas a nivel personal y laboral. Más allá de destacar lo mucho que aprendieron en el ICES y cómo eso les abrió un nuevo universo de oportunidades, lo más conmovedor fue escucharlas hablar de un clima de amor y cuidado, del aprecio al personal docente y directoras y, sobre todo, de reconocer en sus compañeras de estudio no sólo a amigas sino a verdaderas “hermanas de vida” que se acompañan entre ellas hasta el día de hoy. Escuchar esas palabras es muy gratificante, en especial porque quienes elegimos una vida de entrega a Dios, lo hacemos con el deseo de hacer el bien al prójimo. Es por esa misma vocación que, en contraposición, nos duele tanto cuando fallamos y cometemos errores en ese camino.
En ese sentido, y como es de público conocimiento, el 18 de mayo de 2021 se publicó en La Nacion un artículo en el que algunas mujeres que pertenecieron al Opus Dei (y algunas de ellas que también estudiaron en el ICES antes de sentir el llamado vocacional) en su mayoría durante los años `70 y `80, realizaron cuestionamientos sobre su situación laboral (faltante de algunos aportes previsionales) y personal (experiencias negativas en la convivencia y acompañamiento espiritual). Son sombras que, en contraste con las miles de personas para las que el Opus Dei es un camino luminoso de felicidad, nos interpelan con pesar. Frente a esas manifestaciones, hemos deseado escuchar, acompañar y pedir perdón a quienes no supimos atender con la generosidad y el afecto que necesitaban.
Sin bien estas experiencias no representan una situación generalizada en el Opus Dei, es claro que existe dolor en las expresiones de las mujeres y también es nítido que no siempre tuvimos la sensibilidad de escuchar a tiempo, en especial cuando algunas de ellas tuvieron crisis vocacionales y necesitaban más contención. En esos casos nos ha faltado tal vez un mejor acompañamiento: falta no menor para quienes, como parte de la Iglesia Católica, queremos vivir una vida guiada por el evangelio. No sólo nos duele el dolor que han manifestado, sino también no haber sido capaces de verlo y entenderlo en su momento.
Ese reconocimiento fue el que nos llevó a estar a disposición en todo momento para generar canales de diálogo que permitieran comprender los argumentos y las experiencias de cada una de esas personas para así poder contribuir a sanar esas heridas. Sin embargo, nos vimos impedidos de modo sistemático para conocer y tratar cada caso individualmente y dar una respuesta adecuada a cada persona.
Esa realidad nos colocó en una situación imposible: no teníamos un ámbito concreto en el cual poder conocer cada experiencia ya que, además, los cuestionamientos sólo se hicieron a través de medios de comunicación y no en la Justicia. Por este motivo, tomamos la iniciativa de crear una Comisión de Escucha y Estudio -que tuvo lugar durante julio y septiembre de este año- destinada a las personas que realizaron los cuestionamientos y, también, a personas que convivieron con ellas mientras fueron parte del Opus Dei. El objetivo fue generar un espacio que permitiera entender el contexto de las manifestaciones, profundizar en cada caso y así poder comenzar a sanar.
En efecto, la iniciativa mostró ser sanadora para quienes sintieron la necesidad de participar de ella, permitió pedir perdón personalmente cuando correspondía y llevar adelante acciones de reparación en esas situaciones específicas. A partir de esa experiencia positiva, sumada a la voluntad de seguir escuchando a quienes tuvieran la necesidad de expresarse, se decidió constituir un equipo de trabajo permanente de sanación y resolución abierto a personas que pertenecieron al Opus Dei que quieran acercarse para resolver alguna cuestión concreta o conversar sobre sus vivencias en nuestra institución.
Confiamos, como nos enseña el papa Francisco, en que la escucha es el inicio del camino que lleva a la reconciliación. Queremos seguir escuchando a todas las personas, incluso a algunas que durante los últimos meses han realizado acusaciones graves que consideramos falsas y descontextualizadas. Para nosotros ese hecho no invalida su voz y tampoco implica que no puedan haber atravesado otras situaciones que sí ameriten pedir disculpas. Por eso, este tipo de espacios son tan importantes, porque permiten entender cada historia con sus particularidades, en especial cuando no existe otro ámbito formal de diálogo o resolución.
Pero nuestro deber cristiano no se agota en la escucha y la sanación: como organización debemos aprender de los fallos que cometemos y seguir mejorando permanentemente. Las buenas intenciones que siempre han guiado nuestras acciones no nos eximen de errores, y eso debemos aceptarlo con humildad. Por esto, como fruto de este camino de aprendizaje y mejora, hemos propuesto a las iniciativas solidarias, formativas y educativas que acompañamos espiritualmente, que continúen mejorando y actualizando las prácticas laborales, de acuerdo con los principios de la ética social católica, a la vez que hemos intensificado nuestros procesos de formación y capacitación para el discernimiento vocacional y la distinción entre las cuestiones profesionales, laborales y espirituales.
A la puertas de la Navidad, con la mirada puesta en las enseñanzas de los pesebres que tenemos en nuestras casas y adornan nuestras calles, queremos continuar el camino de sanación que hemos emprendido. Sabemos que cada persona tiene su tiempo y queremos respetarlo, abiertos a escuchar durante el tiempo que cada persona necesite. Como nos ha enseñado el papa Francisco, “para dar esperanza… hay que posibilitar un espacio de escucha”, especialmente para quienes han sido parte de nuestra familia.
Sacerdote, vicario de la Región del Plata (Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina) del Opus Dei