El mundo de hoy, según Vladimir Putin
Justo antes de partir hacia la ciudad japonesa de Osaka para participar allí de la reciente reunión del G-20, el presidente ruso, Vladimir Putin, que ya tiene 66 años sobre sus hombros, concedió una entrevista exclusiva al diario británico Financial Times, en la que puso sobre la mesa algunas definiciones fuertes que reflejan su pensamiento acerca del mundo en el que todos vivimos, que vale ciertamente la pena comentar.
Para Putin, el llamado "orden internacional liberal", aquel edificado luego de la Segunda Guerra Mundial está obsoleto. Y hoy hay peligros graves y concretos que -en su particular visión- amenazan la paz y seguridad del mundo. El más notorio de los cuales es la dura pulseada comercial desatada entre los EE.UU. y China, a la que califica, a la vez, de "dramática y explosiva" por su reflejo en la imposición recíproca de altos aranceles y otras trabas y restricciones comerciales.
Peligro al que agrega enseguida la creciente tirantez en la relación bilateral entre los EE.UU. e Irán, que se ha vuelto, reitera, "explosiva".
A todo lo que suma el hecho de que la "carrera nuclear" entre su propio país y los EE.UU. parece, desgraciadamente, haberse reiniciado. Por ello, ambos países se acusan recíprocamente de estar violando los actuales tratados internacionales sobre las armas nucleares, un tema que obviamente no es menor, por lo que no debe perderse de vista.
Vladimir Putin minimiza, en cambio, el impacto del audaz atentado contra Serguei Skripal y su hija Yulia, perpetrado en las calles de la ciudad de Salisbury, en Inglaterra. En su esfuerzo por tratar de cerrar ese perverso capítulo y alejar las sospechas, Putin aprovecha para enfatizar que, en su opinión, "la traición es el crimen más grave posible", razón por la cual agrega que "los traidores deben ser siempre castigados".
Tratando de explicar el cambio de actitud norteamericano respecto de su relación con el resto del mundo ocurrido desde queDonald Trump accediera la presidencia de su país, Vladimir Putin acusa -sin rodeos y con algún grado de cinismo- a los EE.UU. de haberse vuelto una potencia que ahora privilegia el andar unilateral, desdeñando a las instituciones internacionales.
Sin para nada mencionar su cuestionada anexión por la fuerza de Crimea (como si fuera solamente un "hecho consumado"); ni al apoyo evidente prestado por Rusia a los separatistas de Ucrania Oriental; ni su prolongada presencia militar en suelo sirio en apoyo del régimen absolutamente autoritario liderado por Bashr al-Assad, el presidente ruso señala –sin disimulo- que esos conflictos, precisamente, son los que han permitido a sus fuerzas armadas ganar una "experiencia de combate invalorable". Lo que es probablemente cierto, aunque al costo tremendo de haber provocado la aparición de unos 5 millones de desplazados y refugiados y generado más de medio millón de muertos. Todo esto no obstante, Vladimir Putin, al menos en materia de política exterior, muestra claramente tener un evidentemente alto apetito por el riesgo, que sería un grave error desconocer.
Occidente intentó en los últimos años, por esas aventuras militares rusas precisamente, aislar a Vladimir Putin. Pero lo cierto es que no lo logró. Putin, recostado cada vez más en China, parece por lo menos haber mantenido intacto su propio poder presidencial, así como su capacidad de influencia respecto del resto de las naciones.
Tratando de explicar la cambiante situación actual del mundo Vladimir Putin agrega que las visiones del liberalismo han sido ya reemplazadas por las del populismo. Con lo que procura justificar el notorio acercamiento, en todos los órdenes, entre Rusia y China materializado, paso a paso, todo a lo largo de los últimos años. Prueba de lo cual es el hecho que, desde el año 2012, los líderes de China y Rusia se han encontrado personalmente nada menos que en 28 oportunidades, evidenciando así una creciente cercanía política y un andar internacional acompañado, con cada vez más acercamientos, coincidencias y coordinaciones.
Refiriéndose específicamente a la presencia de cientos de militares rusos en Venezuela, Putin señala, cándidamente, que ella es consecuencia de algunos acuerdos suscriptos en materia de servicios referidos a pertrechos militares vendidos por Rusia al régimen del dictador Nicolás Maduro. Agregando enseguida que, precisamente por surgir de esos compromisos contractuales, esa presencia militar no habrá de discontinuarse.
Enseguida el líder ruso procura explicar su actitud de desconfianza hacia la actual administración norteamericana, señalando que el apoyo de ese país a los disidentes en Georgia y en Ucrania, así como sus acciones en Libia e Irak, evidencian el grado de intervencionismo que caracteriza hoy a los EE.UU.
Pese al abierto optimismo de las comentadas declaraciones de Vladimir Putin, lo cierto es que la situación económica rusa está lejos de ser floreciente y que las encuestas hoy sugieren que la popularidad doméstica de Vladimir Putin ha caído y está en su punto más bajo de los últimos trece años. Aunque lo cierto sea que el presidente ruso no tiene rivales políticos domésticos de fuste a la vista.
No obstante lo cual, es muy cierto que Putin es responsable de haber serenado el caos doméstico y atenuado el mal humor económico interno que provocara a la caída de la Unión Soviética. Lo que es probablemente el mayor mérito de su larga gestión al frente de la ahora ordenada Federación Rusa.
Como suele suceder con muchos de los líderes autoritarios, Putin no parecería tener herederos ciertos designados a los que, en su momento, les transferirá el timón del enorme poder ruso. Pero su presidencia en curso tiene todavía un largo plazo por delante, desde que fenece recién en el año 2024. Esto tal vez proyecta una cuota de estabilidad a su gestión, muy particularmente dentro de Rusia misma.
Putin, que en su momento heredara el timón de su país de manos de Boris Yeltsin, cuando -en el Año Nuevo de 1999- Yeltsin se retirara prematuramente del poder, parecería tener un importante grado de estabilidad interna, lo que ciertamente se refleja muy positivamente en sus constantes apariciones en el escenario grande del mundo, del que la Federación Rusa es hoy claramente uno de los actores centrales, con gran peso relativo.
Desde la presidencia del Consejo Europeo, Donald Tusk refutó inmediatamente la "visión" de Vladimir Putin y aprovechó para ratificar los valores liberales sobre los que se edifican las democracias y reclamar que Rusia cese en sus acciones desestabilizadoras contra los países de Occidente.