El molino del vecino
Dicen que cuando el astronauta de la Apolo XI, Neil Armstrong, observó desde el espacio la esfera azul del planeta, comentó que en lugar de "Tierra" debería llamarse "Agua".
Los números le dan la razón: los océanos cubren alrededor del 71% de la superficie del planeta, un área inmensa que puede extenderse sobre profundidades que exceden los cuatro kilómetros. Sin embargo, solo el 0,5% es apta para consumo.
Una noticia dada a conocer esta semana nos lo recuerda con ferocidad, además de revivir fantasías de predicciones apocalípticas y tramas de ciencia ficción a lo Mad Max: como el petróleo, el trigo y otros bienes escasos, el agua empezó a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street en el Nasdaq Veles California Water Index.
Para personas como yo, que nunca pudieron desentrañar los engranajes de la Bolsa, esto solo puede ser una señal de que un bien común de la humanidad irá quedando poco a poco en manos de los que tengan dinero para comprarlo.
Los informes de la Organización de las Naciones Unidas no son tranquilizadores. Según sus estimaciones, 4000 millones de personas (alrededor de dos tercios de la población mundial) experimentan escasez grave de agua por lo menos un mes por año, y más de dos mil millones viven en países que la sufren en continuado. Se espera que para 2040, uno de cada cuatro menores de 18 (unos 600 millones) estarán viviendo en áreas de alto estrés hídrico. En el actual escenario de cambio climático, para 2030, entre 24 y 700 millones de personas deberán migrar por falta de agua.
He aquí un puñado de cifras "escalofriantes". Pero hay más: se necesitan 20.000 litros para cultivar un kilo de café, 11.000 para producir una hamburguesa, 5000 para elaborar un kilo de queso, 7000 para fabricar una remera de algodón, 3000 para obtener un kilo de azúcar, y entre 2000 y 4000 para disfrutar de un litro de leche.
Según calculó alguna vez Fred Pearce, autor del libro When the rivers run dry (Cuando se sequen los ríos, Eden Project Books, 2006), los seres humanos consumimos anualmente unos 200 ríos Nilo solo para regar nuestros cultivos...
Menos mal que en la Argentina no tenemos ese problema, ¿no? Sí. Aunque parte del país recibe lluvias abundantes (el 85% cae sobre la cuenca del Plata) y compartimos con nuestros socios del Mercosur uno de los reservorios de agua subterránea más grandes del mundo –el acuífero Guaraní, que ocupa alrededor de 1.190.000 kilómetros cuadrados, las superficies de España, Francia y Portugal juntos–, el 66% del territorio nacional es árido o semiárido.
Según datos del Instituto Nacional del Agua, la mayoría de la población urbana está abastecida por agua de red, pero una proporción importante carece de servicios de evacuación de excretas y abastecimiento de agua segura; se trata de una "población en riesgo sanitario", expuesta a enfermedades como la diarrea, la hepatitis A o el cólera.
Entre un millón, y un millón y medio de personas consumen agua con niveles elevados de arsénico o flúor. La salinización de las napas subterráneas, la degradación de la calidad del agua superficial, la contaminación de los acuíferos, la falta de una gestión integral de las cuencas, son otras tantas asignaturas pendientes, según los especialistas.
Clemente Álvarez explica en un artículo que publicó El País que lo que empezó a cotizar en Wall Street no es el agua en sí misma, sino los derechos de uso. Y menciona que "En teoría, de esta forma lo que se está haciendo es generar incentivos para que la gente sea más eficiente, porque los derechos excedentarios de agua los puede llevar al mercado".
Ojalá que prevalezca esta visión optimista y no la del refrán español, que advierte: "Cada uno quiere llevar agua a su molino y dejar seco el de su vecino"…