El mito fundacional del kirchnerismo
A la espera del contado privilegio de ser llamados a vacunarse, los argentinos no tienen tiempo para prestar atención a otra cosa que no sea la pandemia, la cuarentena, la situación económica o la inseguridad, entre otros acuciantes asuntos. Quizás la mejor síntesis sea decir que la vacunación es fiel reflejo de la decadencia argentina: incompetencia, desorganización, ignorancia, corrupción, ausencia de valores éticos e ideologismo, entre otros males. La desvergonzada reivindicación de los vacunatorios VIP es expresión paroxística de esta decadencia sin fin.
Otros, más afortunados, un minoritario grupo, tenemos resto para poner también nuestra atención en el avasallamiento de la justicia, las limitaciones a los derechos y garantías constitucionales, las negociaciones con el FMI y el Club de París, el voto argentino en contra de Israel en el marco del conflicto con Hamas y el retiro de la demanda por las violaciones de los DDHH en Venezuela, entre otras cuestiones. Para la política, la única agenda parece ser la electoral pues todo se subordina a ella.
Los más privilegiados debemos hacer un esfuerzo de comprensión de las causas que nos llevaron a esta decadencia terminal si pretendemos contribuir a revertirla. La oposición republicana tiene la obligación de analizar qué factores han incidido para que hayamos llegado a la terrible situación actual de la Argentina, si quiere que cambiemos.
Se puede discutir cuándo empezó la decadencia argentina. No entraré en esa discusión bizantina, pero si diré que en la década de 1960 y aún a mediados de la de 1970, los argentinos, en su mayoría, disfrutábamos de un nivel de vida razonablemente bueno, en múltiples aspectos, en comparación con otros países, sobre todo los de la región. Numerosos indicadores y comparaciones socioeconómicas de la época lo testimonian.
La decadencia argentina, exacerbada durante la era kirchnerista y hoy más vigente que nunca, tiene su origen en el setentismo montonero.
El mito fundacional kirchnerista, su setentismo montonero es, paradójicamente, tan falso en su génesis como verdadero en su evolución y, lo que es peor, adoptado primero por conveniencia, se convirtió luego en creencia religiosa, para terminar manifestándose en todo tipo de políticas públicas, de Estado, llevadas adelante por fanáticos que han terminado por dominar casi todas las instituciones.
Si para muestra basta un botón, el libro Montoneros y Palestina. De la Revolución a la dictadura de Pablo Robledo, publicado en 2018, documenta una exasperante exégesis de las relaciones entre Montoneros y el terrorismo palestino. He allí el origen profundo de la política exterior argentina actual en general y en relación al conflicto entre Israel y Hamas en particular, a la que bien corresponde calificar de política exterior montonera.
Del mismo modo podemos identificar, sin temor a equivocarnos, que las actuales políticas de justicia, de DDHH, de seguridad, de defensa, sociales, económicas, educativas, de salud, asistenciales, entre muchas otras, en plena ejecución por el actual gobierno, tienen un origen, una concepción y ejecución montonera.
Lo que la “Orga”, como se conoció a los Montoneros, no consiguió en los 70 con los “fierros” lo están logrando sus exitosos reivindicadores: durante la cuarta presidencia kirchnerista, la de Alberto Fernández, el Estado, al que han cooptado casi en su totalidad, hoy les da incluso empleo.
Entre una larga enumeración de trágicos frutos que excede este espacio, baste señalar que su trofeo más destacado es el 50% de pobreza, contra apenas un 5% cuando Montoneros secuestró a Aramburu.
Hernán López Echagüe en su libro El Perro. Horacio Verbitsky, un animal político presenta lo que puede considerarse el hito fundacional del pretendido setentismo montonero original del kirchnerismo: “(…) Eduardo Luis Duhalde, en charla con Néstor Kirchner, en el 2003, a poco de hacerse cargo de la Secretaría de Derechos Humanos, preguntó: ‘¿Y qué política vamos a tener con Verbitsky?’ Y Kirchner le dijo ‘A ese hijo de puta hay que tenerlo de nuestro lado (…)”.
El Perro, ex número dos de la Inteligencia de Montoneros, había venido trabajando con paciencia y perseverancia, por décadas. Cuando la oportunidad se presentó, la aprovechó. Sellado el acuerdo Kirchner-Verbitsky, su ejecución fue implacable. Apropiación de la causa de los DDHH primero, sometimiento de la justicia a un proyecto político consagratorio de la impunidad y herramienta de persecución a opositores después, para poco, a poco, “montonerizar”, literalmente, al kirchnerismo, en todas las áreas de gobierno. El núcleo central de este acuerdo en materia de cooptación de la justicia está detallado en el libro, El Pacto. Kirchner-Verbitsky, publicado este año por la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.
A la vuelta de los años, Verbitsky se convirtió en el más notable exponente de los vacunados VIP, lo que no debe asombrar a nadie. Pero sí llama la atención que a la alianza opositora, Juntos por el Cambio, este aspecto de la realidad le resulte o bien desconocido, o peor aún, indiferente. Da la sensación de que los atributos simbólicos de la vida, la política y el poder, esto es las creencias, los mitos, las ideologías, incluso la historia, les resultan ajenos, intrascendentes. ¡Y vaya que se equivocan!
Néstor Kirchner construyó su poder político al amparo de la causa simbólica de los DDHH y, apropiada la misma y consolidado el mito fundacional de su pretendido setentismo montonero original, desde entonces hizo, literalmente, lo que quiso. La ficción que permitió esconder la mentira del interés por los DDHH de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner fue prolijamente construida en los más de veinte años anteriores al pacto Kirchner-Verbitsky, desde las organizaciones de DDHH, con el CELS a la cabeza. Por eso, otro hito importante de esta maniobra, tan bien concebida como ejecutada, fue el desembarco del Perro como presidente del CELS, en 2000.
Las organizaciones de DDHH sabían muy bien que debían hacer desaparecer de la memoria colectiva a las víctimas de las organizaciones terroristas y lo lograron. Sin ellas, no hubo victimarios y los terroristas volvieron a ser la “juventud maravillosa” de Perón que había combatido a la dictadura. Para eso hubo que ocultar también que los “jóvenes idealistas” del PRT-ERP, Montoneros y otras decenas de Organizaciones Político Militares de los 70, le declararon la guerra al mismo Perón durante su última presidencia, entre 1973 y 1974.
Con el mito de los 30.000 desaparecidos como estandarte, la maniobra estaba lista para ser entregada, en bandeja de oro, a Néstor Kirchner, en 2003, tal como sucedió.
El acuerdo Kirchner-Verbitsky es, esencialmente un pacto de impunidad para el terrorismo de Montoneros y para el saqueo del Estado por parte del kirchnerismo. Un toma y daca repugnante con consecuencias a la vista.
Con este pacto en plena vigencia y condicionando todas las políticas públicas, no existe otro futuro imaginable para la Argentina que más decadencia, pobreza y miseria, es decir, un porvenir montonero.
Ingeniero civil