El misterioso ascenso de Sergio Massa
Las razones del avance del candidato presidencial de Unión por la Patria que sorprendió al mundo
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A muchos, tanto en la Argentina como fuera de nuestro país, les costará entender que Sergio Massa pueda representar la solución a los mismos problemas que su gestión se ocupó de profundizar. Parecía imposible que, en las recientes elecciones presidenciales, pudiese alzarse con una victoria el ministro de Economía que es responsable de una inflación interanual de casi el 140%, que es récord en los últimos 32 años y que ya proyecta un nivel cercano al 200% para todo 2023; de una crisis que ha hecho subir la pobreza por encima del 40%, que ha dejado al Banco Central sin reservas netas y a los argentinos a expensas de una devaluación mayúscula del peso.
Sin embargo, el candidato presidencial de Unión por la Patria quebró todos los pronósticos, pasó de ganar cinco distritos en las PASO de agosto a triunfar en 13 el domingo último, cosechó el 36,7% de los sufragios y dirimirá el premio mayor frente a Javier Milei en la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre.
Hay más inflación, más miseria, más devaluación y más escándalos de corrupción que golpean al oficialismo, pero también más votos para el candidato de la coalición gobernante. El resultado de los comicios avala la opinión de Simon Kuznets, galardonado en 1971 con el premio Nobel de Economía, quien alguna vez afirmó que había cuatro clases de países en el mundo: las naciones desarrolladas, las naciones en vías de desarrollo, Japón y la Argentina. Según la tesis de este economista que nació a principios de siglo en Bielorrusia pero que emigró a los Estados Unidos, mientras los japoneses, partiendo de una situación catastrófica tras la Segunda Guerra Mundial, hicieron todo bien y se convirtieron en una potencia económica mundial, los argentinos siguieron el camino inverso pese a partir de condiciones mucho más favorables.
Una vez más, la Argentina ha sorprendido al mundo con el triunfo parcial de una coalición gobernante severamente golpeada por una de las mayores crisis económicas de los últimos 40 años de democracia y por hechos de corrupción resonantes. Y para completar el combo de sorpresas, el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, Federico Otermín, blanco de todas las miradas luego del escándalo de las tarjetas en poder de Julio “Chocolate” Rigau, y delfín de Martín Insaurralde, se consagró como intendente electo de Lomas de Zamora con el 51% de los votos. ¡Un país generoso!
- Una primera explicación del triunfo de Massa es que el 36,7% de votos no representa mucho más que el piso de votos históricos del peronismo, solo que en esta oportunidad la división de la oposición y la conformación de un tripartidismo le permitió al oficialismo quedarse con el primer puesto. La duda es si ese 36,7% no podría estar muy cerca del techo electoral de la coalición oficialista en el orden nacional.
- Una segunda explicación de la para muchos sorprendente performance de Massa es que el miedo fue más fuerte que el hartazgo que provoca en buena parte de la ciudadanía la gestión gubernamental del terceto que forman Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el propio ministro de Economía y candidato presidencial. Es probable que el temor a lo desconocido o a un salto al vacío que podría representar Milei hiciera que algunos votos que el postulante libertario obtuvo en las PASO en segmentos socioeconómicos bajos o medio-bajos volvieran al peronismo. La campaña de miedo, montada por el massismo en los trenes, sobre la posibilidad de aumentos en el transporte público de pasajeros, habría provocado efectos en ese sentido.
- Una tercera razón posible podría haber sido la mayor movilización de los aparatos estatales manejados por el peronismo en el interior del país y, especialmente, en la provincia de Buenos Aires, donde estaban en juego la gobernación y las intendencias.
- Por último, es factible que el llamado “plan platita”, como se conoce al festival de populismo electoral que irresponsablemente ejecutó Massa desde el Palacio de Hacienda, haya rendido frutos en una sociedad atravesada por el clientelismo y por la dependencia parcial o total de más de 18 millones de habitantes de empleos, subsidios o favores de todo tipo del Estado.
El hundimiento de Juntos por el Cambio, que relegó a su candidata presidencial, Patricia Bullrich, al tercer lugar, con casi 20 puntos menos que los obtenidos por esta fuerza política dos años atrás en los comicios nacionales legislativos, fue la otra sorpresa de una elección que hasta no hace muchos meses se suponía ganada por esta expresión opositora.
De cara al ballottage, tanto Massa como Milei han dado ya señales de su pretensión de seducir a las terceras fuerzas.
Massa fue muy claro: habló de la necesidad de un gobierno de unidad nacional para el que convocaría a los mejores, por encima de su pertenencia partidocrática. El interrogante que subyace es por qué esperar los casi 50 días que restan hasta la asunción del próximo presidente de la Nación en lugar de llamar ya mismo a la unidad nacional para hacer frente a la grave crisis económica presente.
El candidato de Unión por la Patria se dirigió en su primer mensaje tras conocerse el resultado electoral a los argentinos que votaron en blanco, a aquellos que prefirieron quedarse en sus casas, a quienes eligieron a Myriam Bregman o a Juan Schiaretti y, de manera especial, a los radicales que creen en la educación pública y en la defensa de las instituciones.
Planteó, asimismo, que la opción es “entre un país que abrace a todos y un país del sálvese quien pueda”. Tal vez, obviando que los argentinos vivimos en un país al borde de la hiperinflación donde ya rige el sálvese quien pueda.
Milei, por su parte, sostuvo que el 19 de noviembre la opción es “kirchnerismo o libertad” y, con palabras que parecieron calcadas de los discursos de Patricia Bullrich, insistió en la necesidad de “terminar con el kirchnerismo”, al que ahora no dudó en calificar como una “organización criminal” y como “lo peor que le ha pasado a la Argentina”.
Detrás de su intención de seducir a dirigentes y votantes de Juntos por el Cambio, subsistirá la pregunta sobre cómo recompondrá Milei sus vínculos con representantes de esa fuerza política a quienes trató en forma más que despectiva a lo largo de la campaña electoral. ¿Podrá volver a acercarse a dirigentes de Juntos por el Cambio después de tildar de “asesina” a su candidata presidencial o de “siniestro” a Horacio Rodríguez Larreta? Parecería difícil, aunque habrá que recordar que, en la otra vereda, Massa había anunciado alguna vez que iba a “terminar con los ñoquis de La Cámpora” y hoy estos son sus aliados.