El misterio del puma
Se deja matar por el hombre, pasivamente, derramando lágrimas y gimiendo
El puma es un león menor de América, sin melena, que se encuentra desde las montañas Rocallosas hasta la Tierra del Fuego. En los desiertos, en los valles, en las montañas, con ligeros cambios de color y tamaño. Siempre se lo llama león (en inglés, igualmente lion) y comparte el trono de los grandes felinos americanos con el yaguareté, cougar, catamount o tigre, especie de leopardo americano que es más grande y pesado, pero dicen muchos testigos que cuando el puma (felis concolor) ataca al jaguar (panthera onca), lo vence por su mayor agilidad. Es un cazador feroz y sanguinario. Ataca cualquier presa, sin importar su tamaño y fuerza: pecaríes, chanchos de monte, venados, avestruces, guanacos, caballos. Su ataque es simple: salta sobre el lomo de su presa, con una mano le agarra el pecho y con la otra tira del cuello hacia atrás, matando en el acto por dislocación. Cuenta Guillermo Enrique Hudson, autor de "El Naturalista en el Plata", que en la estepa patagónica del año 1860, se encontraban 20 o más esqueletos de venado por legua, todos con el cuello dislocado. Donde hay pumas, no viven mucho rato los potrillos y los corderos. En ocasiones, el puma devora sólo un trozo del pecho, o se limita a lamer la sangre para luego esconder la presa bajo algunas ramas. Descuidadamente, como comprendiendo que el festín de los zorros y los caranchos también es lícito.
Hay algo misterioso en el puma. Nunca ataca al hombre. No es capaz de morder a un niño dormido a la orilla de un camino de campo, e incluso se deja matar por el hombre, pasivamente, derramando lágrimas y gimiendo. Por esto, se decía en el campo, antiguamente, que era el amigo del cristiano. El puma odia, sí, a los perros (que vienen casi siempre con los cristianos) y cuando puede los destripa.
Hay algo misterioso en el puma. Nunca ataca al hombre. No es capaz de morder a un niño dormido a la orilla de un camino de campo
Félix de Azara, antiguo cronista colonial español, declara que en Paraguay y el Río de la Plata se cree que el puma vence al jaguar, pero él no lo suscribe porque "el león es un animal cobarde que no se atreve con un hombre, ni siquiera con un niño". Según la Standard Natural History de Kingsley, el puma de Norteamérica tiene una rivalidad especial con otro animal feroz y pesado: el oso gris, al que vence casi siempre. Pero en las creencias populares sobre el "león de montaña" de América del Norte no aparece esta condición del puma del Sur: inofensivo para el hombre. Que Hudson sostiene a rajatabla, aunque otros naturalistas aseguran que, acosado por perros y cazadores, el puma puede atacar in extremis a un ser humano.
Dicen Audubon y Bachman, citados por Hudson: "No conocemos un solo caso comprobado de un cazador atacado por un puma, aunque el animal inspira terror a los ignorantes y los miedosos".
Relato de un viajero inglés del Siglo XIX: "Recorriendo una estancia en las pampas argentinas, con un paisano, nos encontramos con un gran puma sentado sobre una roca, a cierta altura. Nos acercamos y no se movió. El gaucho le echó un lazo por el pescuezo y el animal ni pestañeó. Tampoco intentó huir cuando me acerqué con un cuchillo en la mano, para matarlo. Parecía conocer su destino, porque no se resistió: gemía tristemente, temblaba y lloraba con lágrimas de verdad. Después de matarlo pensé que había cometido un asesinato. Aún hoy, siento remordimientos. Nunca volveré a hacerlo, aunque en la Pampa he debido matar a varios hombres en duelo criollo. No es lo mismo". Dice Claudio Gay en su "Historia Natural de Chile": "Cuando el puma es atacado por el hombre, lo abandonan su energía y su audacia. Se convierte en un animal débil e inofensivo que tiembla, exhala quejidos plañideros y vierte abundantes lágrimas, como implorando piedad". En cambio, todos los cazadores y paisanos de América del Sur testimonian que el puma muestra tremenda rabia ante los perros: a ellos sí los ataca, erizado y sanguinario, pero huye del hombre.
Relato de un colono escocés de la Patagonia: "Recorriendo el campo a caballo, mis perros encontraron un puma oculto en los pajonales y lo torearon. Yo no estaba armado. Los perros lo arrinconaron y la fiera les gruñía, lanzando feroces zarpazos. Yo intenté aturdirlo con un palo, pero esquivó mis garrotazos sin siquiera mirarme. Saltó ágilmente sobre los perros y luego huyó. A media legua venía mi socio, que lo mató de un tiro". Es decir: el puma no comprende (o no puede creer) la complicidad entre los perros, que tanto odia, y el hombre, que es quien los manda. Muchos paisanos sostenían, en otro tiempo, que mataban al puma sólo para proteger a sus potrillos, ovejas y terneros, pero que nunca lo harían en sitios desiertos donde no podía causar daño alguno. Sencillamente, porque era y es el amigo del cristiano.
Solo y temblando, el hombre había pasado la noche bajo las estrellas. Cuando estaba muy oscuro, sintió que un puma de pesada respiración se echaba a descansar, a pocos metros. Allí estuvo sin molestarlo durante horas
Un paisano de Saladillo relataba, hace 150 años, una cacería mediante la técnica del cerco (círculo de jinetes armados, abiertos en varios kilómetros, que se va estrechando para abatir venados, guanacos, avestruces y otros animales), pero este paisano fue derribado por su caballo, rompiéndose una pierna. Así, quedó tirado en medio del campo hasta el día siguiente, cuando sus compañeros recién advirtieron su ausencia y lo vinieron a buscar. Solo y temblando, el hombre había pasado la noche bajo las estrellas. Cuando estaba muy oscuro, sintió que un puma de pesada respiración se echaba a descansar, a pocos metros. Allí estuvo sin molestarlo durante horas. Incluso rechazó a un peligroso jaguar que merodeaba. Cuando salió el sol, desapareció.
Se asegura que el puma es el más juguetón de los animales salvajes, haciendo excepción de algunas especies de monos. Muchos expedicionarios o paisanos que han pasado la noche al sereno, como nuestro amigo de Saladillo, afirman que a veces se presentan una hembra y sus cachorros, jugando a la escondida y luchando sin lastimarse durante horas. Un puma solo en el desierto, si cree que nadie lo observa, es capaz de batirse con un enemigo imaginario, correr a zarpazos a una mariposa, saltar y revolcarse...como un gatito doméstico.
Según esta teoría, el puma es psicológicamente "un gatito".
Testimonio publicado en Across Central America, de J.W. Boddam Whetam: "Un cortador de caoba de Guatemala, volviendo a su casa por un camino de monte al anochecer, sintió un cuerpo blando que le rozaba las piernas. Bajó la mirada y comprobó, horrorizado, que se trataba de un puma que lo rozaba con sus flancos y jugueteaba con sus sandalias estirando una zarpa, jugando por el camino como lo hubiera hecho un gato faldero. Asustado, el hombre tomó un palo y gritó. Un compañero salió de las casas y entonces sí, el puma gruñó, mostró los dientes y huyó".
Relata el autor Ruy Díaz de Guzmán al explicar la fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza en 1536: una mujer conocida como la Maldonada fue castigada por traicionar a sus compatriotas españoles en medio de gran hambruna y asedio de los indios (murieron 800 colonos sobre un total de 2000) de modo que los hombres la llevaron al monte, donde la ataron a un árbol para que la devoraran las alimañas. A los seis días volvieron para recuperar sus huesos, pero la encontraron viva y sana. Aseguró que un puma la había cuidado de todo peligro durante ese tiempo. ¿Milagro, leyenda, fantasía?
Hudson no era aficionado a los mitos, y Guzmán tampoco. Seguramente, muchos hacendados y chacareros discutirán estas afirmaciones, que tomamos del libro citado de Hudson. En todo caso: si el puma es tan bueno: ¿Por qué lo asesinamos y enjaulamos? Va una frase de Emil Cioran: "El hombre no está hecho a imagen y semejanza de Dios. En realidad, tiene malas inclinaciones". Lo cierto es que, al ver un animal en libertad, el humano procura capturarlo y matarlo. Fin de la historia.