El Milei incorrecto, piedra angular del plan económico
El mercado es insensible, pero sus reacciones exponen cabalmente la encerrona en que está la Argentina: sin ajuste no habrá financiamiento
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Las dos caídas más abruptas y sostenidas del riesgo país en la era Milei vinieron en el segundo semestre, ambas después de un veto legislativo. La primera fue el 22 de agosto, no bien se aprobó la ley de movilidad jubilatoria que proponía la oposición y el Presidente anticipó que la vetaría. El indicador del JP Morgan bajó entonces durante diez jornadas seguidas de 1562 a 1433 puntos básicos. El segundo descenso llamó más la atención porque duró casi cinco semanas consecutivas: empezó luego de la sanción de la ley de financiamiento universitario, el 13 de septiembre, y lo llevó de 1468 a 1060. El mercado es insensible, qué novedad. Pero sus reacciones exponen cabalmente la encerrona en que está la Argentina: sin ajuste no habrá financiamiento.
Quien llegó a la Casa Rosada en medio de este contexto es justamente un líder que parece sentir adrenalina ante lo impopular. Casi el 100% del éxito de Milei parte de esta coincidencia. Cualquier otro gobierno habría intentado evitar al menos de modo parcial aquellos dos vetos, principalmente el de la ley educativa, que ya había desencadenado dos marchas callejeras masivas y tampoco requería de tanto presupuesto. Luis Caputo, ministro de Economía, llegó incluso a acercarle a Milei la carpeta con esos números. “No, dejá: la voy a vetar igual”, dicen que lo frenó el Presidente, y su argumento fue que era muy riesgoso que el mercado advirtiera que la dirigencia era capaz de imponer leyes con impacto fiscal.
El método no es sofisticado y tampoco está exento de costos y riesgos. Pero a Milei le funciona. Y lo impregna además de una identidad que desconcierta a sus adversarios. ¿Sirve criticarle un ajuste a quien se jacta de hacerlo? Hay categorías que han cambiado 180 grados en la Argentina. “¡Equilibrio fiscal con 50% de pobreza y en medio de una pandemia!”, le objetaba en 2021 Fernanda Vallejos a Martín Guzmán en aquel audio explosivo sobre Alberto Fernández. Por eso el ministro de Economía incluye ahora en sus discursos uno nuevo fundamental: la batalla cultural. “Ayuda a traer inversiones”, dijo esta semana a los militantes de la Conferencia de Acción Política Conservadora.
En el meollo del asunto está la psicología de Milei, inasible hasta para quienes coinciden con él. Macri, por ejemplo, está molesto desde mucho antes del fracaso del proyecto de ficha limpia. Siente que el Presidente no le ha pagado como corresponde no solo después de haberlo apuntalado en el balotaje, sino hasta en el momento en que todo parecía complicarse, como con los vetos a las leyes. ¿Qué habría pasado si el Gobierno no hubiera tenido después el respaldo de Pro para confirmarlos en el Congreso?, repite.
Macri hizo en estos días catarsis desde Qatar. Le alegra que al menos un sector de la sociedad haya lamentado la falta de quorum para ficha limpia y es crítico de la estrategia oficial. “Esa bala entró”, lo oyeron decir. El Gobierno intenta salir del tema. Algunos de sus legisladores aliados, como el diputado Gabriel Chumpitaz, leal a Patricia Bullrich, admitieron haber aceptado las condiciones del kirchnerismo. “Sabíamos que el proyecto no pasaba Senadores y preferimos asegurar la reelección de Martín Menem en la cámara”, le dijo ayer a Luis Novaresio en LN+. Pero la actitud general del oficialismo es no detenerse en cuestiones que no sean las pocas prioridades de Milei. Inflación, piquetes: punto. Promesas de campaña que ha podido cumplir.
Por ahora al Gobierno le alcanza con eso. Falta lo más arduo, hacer de la Argentina un país económicamente viable y sin devaluar. ¿Podrá acelerarlo un acuerdo con el FMI? Dependerá de la negociación con el organismo. Por ahora, un grupo de bancos que integran el Citi, el JP Morgan y el Morgan Stanley, entre otros, trabaja en estos días en un plan para estructurar un préstamo que le permita a la Argentina salir del cepo. No serán fondos que pueda utilizar en gastos o en deuda, sino solo para atender potenciales sobresaltos no bien levante las restricciones.
El resto dependerá del sector privado y de lo que pueda hacer la Casa Rosada para aliviar el peso del Estado. ¿Bajando impuestos? Ese objetivo parece por ahora lejano. El Gobierno espera incorporarlo en 2025 como tema de campaña. “Depende del respaldo que tenga en el Congreso”, dijo esta semana Luis Caputo.
Hasta que no se lo permitan nuevas condiciones, el ministro deberá conformarse con no mostrar retrocesos con la inflación y tomar medidas paliativas para determinados sectores. ¿Cuál fue el más castigado por el ajuste hasta ahora?, se preguntaron en el equipo económico, y ahí surgió la idea de eliminar los aranceles y la tasa de estadística para las importaciones de consumo personal en los primeros 400 dólares. Algo pensado para la clase media y alta y que perturba al establishment económico entero porque solo se circunscribe a operaciones de índole personal. Fabricantes, ensambladores, importadores y comerciantes: impacto transversal. En el Palacio de Hacienda recibieron las quejas de Nicolás Caputo, dueño de Mirgor, pero también de directivos de Mercado Libre, todavía estudiando alternativas y preparados para enfrentar el posicionamiento de un competidor que no estaba hasta ahora tan presente, Amazon.
En el Palacio de Hacienda sostienen que la medida se circunscribe a un universo acotado que, incluso si multiplicara por diez el comercio electrónico, no superaría los 300 millones de dólares de importaciones por mes, un 30% del volumen total. Hay, con todo, sectores a los que el gobierno de Milei les augura en la intimidad poco futuro.
Nada muy distinto del país que Macri propone en Segundo tiempo, su último libro. Por eso es difícil imaginar el lugar de Pro. ¿De cuál de las siguientes categorías se siente más cercano?, preguntó en octubre un trabajo de Shila Vilker, que daba cuatro opciones: “mileísta”, “antimileísta”, “macrista” y “antimacrista”. Las respuestas exponen una encrucijada para Macri: la mayor parte de quienes votaron en la primera vuelta a Patricia Bullrich no se definen por ninguna. Es un universo importante, el 37,2%. Y hay otro 34,1% que directamente pasó a ser “mileísta”. Apenas 22,9% se mantiene “macrista”. Son los verdaderos macristas.
El expresidente deberá lidiar con esa mutación, que incluye a dirigentes cercanos. “Lo mejor que pudo haberle pasado al país es que haya ganado Milei”, dijo Guillermo Dietrich esta semana en una entrevista del canal Laca Stream. ¿Mejor que Pro?, le preguntó la periodista Agustina Mauderli. “Ciento por ciento”, insistió.
Todo un dilema para Pro, que propone una agenda más amplia. Macri lo ha discutido varias veces en persona con Santiago Caputo. No puede entender, por ejemplo, cómo el Gobierno optó de entrada por convivir con parte del massismo o el peronismo en sectores relevantes de la administración, muchos de los cuales incluyen además a lo peor de los servicios de inteligencia. El argumento que Caputo le da como respuesta lo sigue exasperando: hay que apoyarse en parte del pasado para derrotar lo peor del pasado.
Es el fondo de la discusión por ficha limpia. O por el juez Lijo, ARCA o los manejos en Ferrocarriles. La incógnita de siempre: ¿acercarse y darle entidad a lo que se debería superar no entorpece la transformación? ¿Elegir como adversario al kirchnerismo para las elecciones no incide también en la tasa de riesgo país? Alguien se lo preguntó hace poco al ministro de Economía, que se encogió de hombros. En La Libertad Avanza consideran que no hay mucho por hacer al respecto porque eso no responde a una estrategia electoral: más bien forma parte de la personalidad del Presidente. “Es el Milei de Intratables”, lo definió un empresario. Justo lo que valora el mercado.