El milagro argentino, atrapado entre vallas
Los años posteriores a 2001 fueron de un crecimiento indiscutible. Los precios internacionales récord para los productos primarios, como la soja, se sumaron al efecto expansivo posajuste. El ingreso en dólares por habitante aumentó, en promedio, unas dos veces. Lo que pasó después no tiene una explicación lineal, pero el modelo populista tuvo un rol principal. El gasto público, que era un 27% de los ingresos en 2002, llegó a 40% en 2009.
Un gasto financiado en gran parte por emisión monetaria. Como resultado, la inflación erosionó todo. Los salarios, las inversiones, el capital, los proyectos se fueron desarmando como un puñado de arena entre los dedos. A partir de 2009 los ingresos de los argentinos entraron en una fase de estancamiento, y hoy están en el mismo lugar que en ese entonces, aproximadamente 10.000 dólares por habitante por año.
La Argentina tenía en 2008 el mismo nivel de ingresos por habitante que Uruguay. Pero esa igualdad se rompió y hoy el ingreso de un uruguayo es de 7000 dólares anuales por encima del de un argentino, siempre en promedio. Esa es la decadencia, pero también la potencia del milagro argentino que aún no fue, pero que puede ser. Solo reflejando el desempeño económico del país que está del otro lado del río, habríamos acumulado 52.000 dólares por habitante. Un departamento en 12 años. ¿Se imagina?
¿Se imagina cómo sería el presente si no se hubiera agotado el crecimiento? ¿Si el Estado no se hubiera transformado en un monstruo? ¿Si la corrupción no se hubiera impregnado como lo hizo? ¿Si Vaca Muerta, el litio, el campo, la industria fueran competitivos?
Muchos países lograron subirse al tren del desarrollo e integrarse exitosamente al mundo. Un ejemplo conocido es China. En 1979, el gigante asiático comenzó una transformación de sus instituciones, que fueron virando de una concepción socialista hacia una capitalista. Junto al proceso de globalización, su economía se disparó y la extrema pobreza se redujo a cero. Hay otros ejemplos, como Indonesia, Corea del Sur, Malasia o la India. La pregunta clave es ¿cómo se han dado estos “milagros”? Es decir, cuál es la fórmula para alcanzar ese nivel de crecimiento espectacular. El profesor de la Universidad de Oxford Stefan Dercon brinda una posible e interesante respuesta: son las “elites” dominantes las que han apostado a salir de la trampa de la pobreza, aunque esa decisión les hiciera perder poder en términos relativos.
La salida de 2001 fue una oportunidad histórica desaprovechada por un modelo populista que puso ese milagro entre vallas. En términos de Dercon, una elite que no apostó al desarrollo, sino a atornillarse al poder.
Los cambios no pueden quedar a medio camino porque, en ese caso, las fuerzas populistas los vuelven para atrás. Ese es el verdadero riesgo que enfrenta el destino del país, el de la resistencia de la cultura populista a todo cambio en profundidad. Esa misma cultura tumbera de la pedrada, de los barrabravas, del uso de los pobres como fuerza de choque y de la privatización de lo público. Ese freno que aún nos detiene y que debemos cambiar con valentía y convicción.
MSc. in Development Economics de la University of Sussex, Economista y Mg. en Finanzas de la Universidad de Buenos Aires