El mensaje espiritual de la pandemia
De Dios no proviene ni el bien ni el mal, ¿por qué nos quejamos entonces en lugar de enmendar nuestros actos? (Lamentaciones 3-38). Esta situación paradójica que ha generado la pandemia de coronavirus, de temor y reacción mundial, brinda la posibilidad única a la humanidad de mejorar. Sirve para reflexionar y volver a ser más humanos, más sensibles y más correctos.
En lugar del fin o el apocalipsis, si todos actuamos correctamente, puede ser el principio de una nueva era positiva. Para ello, hace falta reconocer y enmendar errores instalados en la sociedad. Es una buena oportunidad, también, para analizar esta situación desde la perspectiva del judaísmo.
"Cuando vienen sufrimientos extremos a los humanos, estos indican que es momento de reflexionar".
No debemos ser ingenuos y pensar que nada tenemos que ver con las tragedias de la humanidad. Hemos ocasionado - la especie humana- más aniquilación, que todas las demás criaturas del mundo y los cataclismos naturales.
"No brota del polvo la iniquidad, ni es el suelo el que produce el infortunio, pues es el hombre el que genera la desventura" (Job 5-6,7).
Los males muy probablemente están relacionados directa o indirectamente con nuestro accionar. Estamos bajo el rigor de los acontecimientos, y a causa de él, podemos tomar conciencia de nuestros actos errados. Difícilmente entramos en razón hasta que una situación nos amenaza. No hacemos dieta ni dejamos de fumar ni hacemos ejercicio, hasta que un día nos desvanecemos por falta de aire. Somos hijos del rigor. Pensemos entonces.
1) ¿No habremos despreciado y violado sin compasión la creación divina, la naturaleza, el ecosistema? ¿No habremos usurpado y avasallado la vida, el orden, la armonía con que Dios creó al mundo, contaminando la naturaleza sin piedad para satisfacer sin control nuestros impulsos y avidez por poder, honor y placer sin límites?¿Quizá por eso la naturaleza reacciona a nuestra agresión?
2) ¿No habremos creado identidades, facciones, grupos, sectas, jerarquías, naciones culturas y religiones que nos dividieron artificialmente, contrario a la naturaleza que creó a los seres humanos iguales, y hemos generado así rencores con los distintos a nosotros y promovido guerras devastadoras mucho más temibles que todos los virus juntos?
3) ¿No habremos generado un contacto con Dios para mostrarnos en público o satisfacer los modos y costumbres o por superstición, sin sentimiento, mientras nuestras manos estaban manchadas con envidia, egoísmo y vanagloria y falsa humildad?
4)¿No nos habremos entregado descontroladamente a excesos,, a la frivolidad, al derroche sin control en eventos, a la captación de atención y fama, a vanagloriarnos y olvidamos a los enfermos, a los ancianos, a los minusválidos y a los dolientes?
5) ¿No habremos perdido el valor de la familia, la vida íntima y la calidez del hogar, buscando afuera el aplauso, la fama y el brillo frío del estrellato social?
Y ahora estamos encerrados. No podemos.
No podemos violar la naturaleza ni destruir el ecosistema.
No podemos hacer diferencia entre los seres humanos, porque todos estamos en las mismas condiciones.
No podemos mostrarnos como virtuosos con Dios ante la gente o rezar en los templos.
No podemos entregarnos a los excesos, viajes y festines descontrolados y debemos cuidar a los enfermos y frágiles.
No podemos salir a buscar estima y abandonar a la familia. Ahora estamos todo el día en nuestro hogar y procurando afecto y contención entre los íntimos.
Por sobre todo, me preocupa la obsesión que todo debe hacerse multitudinariamente, hasta las cosas buenas e incluso hasta los actos de bien. Parecería que no tiene valor si se hacen en la intimidad del corazón Todo debe ser expuesto masivo quitándole el alma a todo. ¿La pareja que cría a sus hijos, que trabaja, que ayuda al prójimo, que visita a un enfermo, no tiene valor? ¿Solo si son miles que se juntan y se difunde en todos los medios y redes tiene valor?
"Dios mira los corazones". ¿Quizá ahora dejemos de mostrarnos para vernos a nosotros mismos?
El problema no es solo la pandemia. El problema es que la pandemia pase sin que reflexionemos. El problema es que cuando termine la pandemia, nos comportemos como antes de ella.
Es una oportunidad única para un nuevo comienzo de la humanidad. No depende de Dios, depende de nosotros.
Gran Rabino Sefardí, presidente de la organización judía mundial para la juventud Menorá