El mensaje de Francisco a los empresarios
Se cumplen 10 años de uno de los hechos más extraordinarios de los que tuvimos la gracia de ser contemporáneos: un argentino, por primera vez en la historia, ha sido elegido papa. Así como el apóstol San Juan en el Evangelio podía recordar la hora en la que se había encontrado con Jesús, cada uno de nosotros puede recordar qué estaba haciendo aquel 13 de marzo de 2013 cuando nos enteramos de que había sido elegido un nuevo papa y que era el cardenal Bergoglio.
Desde el comienzo de su pontificado, Francisco nos ha exhortado a entender que el tiempo es superior al espacio, la unidad es superior al conflicto, la realidad prevalece sobre la idea, y el todo es superior a las partes. Los argentinos quizá debamos reconocer que muchas veces hicimos exactamente lo contrario, priorizando las luchas por espacios de poder, los conflictos, nuestras ideologías y nuestros intereses sectoriales. Los empresarios cristianos agrupados en ACDE promovemos, desde hace 70 años, una labor empresarial regida por principios éticos y al servicio del bien común. Por eso queremos agradecer al papa Francisco por su testimonio y ejemplo y por todo lo que nos ha ayudado, con su magisterio, a ser mejores personas y en especial a los católicos, a ser mejores cristianos.
A los empresarios, precisamente, nos recordó que la nuestra es una noble vocación orientada a generar riqueza para el bien común, al que servimos creando fuentes de trabajo. Nos exhortó a poner en el centro de nuestros esfuerzos el cuidado de las personas concretas, principalmente de los pobres y de los jóvenes, el cuidado de la “casa común”, y nos recordó el valor moral y económico del trabajo como participación en la obra creadora de Dios. Nos exhortó a cuidarnos de la idolatría del dinero, de la corrupción y de la tentación de la violencia que atenta contra la fraternidad. A quienes somos cristianos, en particular, nos llamó a santificarnos en nuestro trabajo y a vivir con sencillez y sobriedad, poniendo como ejemplo a quien tanto le ha servido como modelo: el venerable Enrique Shaw, cuya causa de santidad ha promovido desde que era arzobispo de Buenos Aires.
Los argentinos tenemos una deuda pendiente con la reconciliación nacional. Tengo la esperanza de que podamos encontrar en la figura y el mensaje de este gran pastor y líder de dimensión universal, un estímulo para edificar la paz social y la unión definitiva de los argentinos. Sus palabras nos invitan a sanar, a transitar un camino de redención, pero a 10 años del inicio de su pontificado, seguimos sin escucharlas o, lo que es peor, las usamos para dirimir estériles disputas políticas. Todavía estamos a tiempo de cambiar para poder recibirlo nuevamente en nuestro suelo, con el corazón dispuesto a su mensaje de paz y reconciliación.
Presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa