El mapa económico y el panorama climático han cambiado
En 1990 las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos eran el doble que las de China; hoy, las emisiones de China más que duplican las de EE.UU.
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La presidencia de Carlos Menem planteó desde su inicio, a fines de la década del 80, una política exterior que priorizaba las relaciones con Estados Unidos, convirtiéndolas en el eje central sobre el que se diseñó el manejo de los asuntos externos de nuestro país. Un aspecto importante de la dimensión político-diplomática fue la concreción de visitas, entre las que se destacan los tres viajes del presidente Menem a los Estados Unidos y la visita del presidente George Bush en diciembre de 1990. La presencia del presidente norteamericano brindó una ocasión para que este afirmara su respaldo al gobierno de Menem.
Luego de haber generado una fluida y personalizada relación política con la administración republicana de Bush, el gobierno de Menem debió realizar, a fines de 1992 y principios de 1993, una acción diplomática destinada a generar lazos con el presidente demócrata Bill Clinton. Menem se convirtió en el primer mandatario latinoamericano recibido por Clinton desde su asunción. La búsqueda de una sólida relación económica entre la Argentina y los Estados Unidos, que involucró comercio e inversiones, constituyó un importante factor determinante de la política internacional de alineamiento de Menem. Hay que tener presente que el PBI de Estados Unidos, hacia inicios de la década del 90, lo ubicaba holgadamente como la primera economía mundial, con un PBI que era nada menos que 22% total del PBI mundial, y 6 veces mayor que el de China. El mundo es muy distinto hoy.
En la última reunión mundial del FMI, celebrada en octubre, se presentó el actual panorama económico mundial, que es distinto del prevaleciente en los 90. Se prevé que el actual crecimiento económico mundial se mantenga estable, pero con tasas reducidas, salvo en las economías emergentes de Asia, en las que el fuerte aumento, impulsado por inversiones significativas en inteligencia artificial, ha intensificado el crecimiento, tendencia que se ve respaldada por la cuantiosa inversión pública en China y la India.
Es por eso que la ubicación de las naciones en el escenario económico internacional es hoy muy distinta de la de los 90, cuando las denominadas economías avanzadas, que eran las tradicionalmente industrializadas, aportaban nada menos que el 65% del PBI mundial (solamente el G-7 aportaba 52%). La realidad de hoy, en el siglo XXI, es bien diferente, ya que las economías avanzadas aportan mucho menos que en los 90 (40%, por su parte, el G-7 hoy representa apenas 29%); en la actualidad, las nuevas economías emergentes lideradas por China y la India ya representan el 60% del PBI mundial.
Entre otros cambios producidos respecto de los años 90, en esta reunión del mes pasado el FMI nos informa que el PBI de China ya es 27% superior al de los Estados Unidos, y a fines de esta década sería 40% mayor.
El diseño de una eficaz política internacional requiere tener presente cuáles son las tendencias globales del crecimiento económico de las naciones y también cómo están evolucionando los grandes mercados internacionales.
La historia nos dice que desde fines del siglo XVIII el liderazgo económico mundial le correspondió al Reino Unido, pero después de la Guerra de Secesión de Estados Unidos este liderazgo se muda de Europa a América del Norte, donde se mantiene durante todo el siglo XX . Pero el escenario mundial vuelve a cambiar en este siglo por el liderazgo de China.
El avance de las economías asiáticas (en China y la India habita nada menos que la tercera parte de la humanidad) se afianza todos los años. Esto influye en el comercio internacional, actividad en la que es posible que en un futuro cercano China desplace a Estados Unidos como el primer importador mundial. En el actual escenario internacional, caracterizado por el mayor crecimiento económico y comercial de las naciones emergentes asiáticas, nuestra política exterior no debe tener vaivenes motivados por la superficialidad discursiva de algunas de nuestras posiciones internacionales, bien alejadas del claro realismo que caracterizó a Menem (quien seguramente hoy hubiese entendido claramente la creciente importancia de China y Asia en el mapa económico mundial).
El último siglo ha sido extraordinario por el desarrollo global de las fuerzas productivas, con un progreso tecnológico. El crecimiento económico de la centuria pasada fue el mayor de toda la historia; el progreso económico es indispensable, pero debemos reconocer que el medio ambiente y la biodiversidad deben ser preservados.
En este mes se realizará otra importante reunión de todos los países, convocada por las Naciones Unidas: la Conferencia sobre el Cambio Climático COP29 tiene lugar en Bakú (Azerbaiyán).
Las emisiones de gases de efecto invernadero han alcanzado en los últimos años un nivel sin precedente, por eso es preciso tomar medidas urgentes para prevenir picos catastróficos de temperatura y evitar los peores efectos del cambio climático, según informa la ONU. Las emisiones deberían disminuir cada año hasta 2030 para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados y evitar lo peor del cambio climático, pero las políticas actuales nos encaminan hacia un aumento de la temperatura de 3,1 grados centígrados a finales de siglo.
Recordemos que el secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó que existe una relación directa entre el aumento de las emisiones y los desastres climáticos cada vez más frecuentes e intensos. “Estamos tambaleando sobre una cuerda floja planetaria”, advirtió en un mensaje de video dado a conocer tras su informe anual. “O los líderes abaten las emisiones o nos lanzamos de cabeza a un desastre climático en el que los más pobres y vulnerables serán los que más sufran”.
Se sabe, China y Estados Unidos son también los principales emisores mundiales de CO2. Pero también en este terreno, desde la década del 90, han ocurrido grandes cambios. En 1990 las emisiones de Estados Unidos eran el doble que las de China, mientras que actualmente las emisiones de China son más del doble que las de Estados Unidos. Destaquemos el hecho de que ambas naciones representan alrededor del 46% de las emisiones mundiales. Las tecnologías existentes y asequibles pueden lograr las reducciones de emisiones que necesitamos para cumplir el límite de 1,5 grados. Las nuevas energías limpias pueden cambiar la trayectoria actual. Además, la conservación de los bosques podría aportar importantes reducciones necesarias. El mundo deberá volverse rápidamente menos intensivo en emisiones de carbono para evitar desastres ambientales y volcarse hacia las energías “limpias”, alternativas eficientes menos contaminantes. La nueva Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático debería servir de plataforma de lanzamiento para un una nueva era ambiental.
Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del ambiente