El mandamiento más difícil
En estos días, diferentes medios de comunicación le han dedicado una atención especial al debate que suscita la proyectada despenalización del aborto en nuestro medio. Surgieron opiniones antagónicas y aparentemente irreconciliables: aquellas que en nombre de la santidad de la vida abogan por límites muy restrictivos y aquellas que, invocando los derechos del individuo, demandan límites más amplios.
La historia de cómo abordó el derecho hebreo la cuestión desde los tiempos bíblicos hasta el presente puede brindar un aporte interesante. En la concepción bíblica del hombre, que es profundizada por los sabios del Talmud, éste es la única criatura que posee un hálito divino de vida. Fue Dios mismo el que insufló dicho hálito en la figura de barro que había formado. Los sabios interpretaron esta acción del Creador diciendo que el hombre posee elementos terrenales y celestiales. En otras palabras: el ser humano no deja de ser corporalmente un mamífero superior, con características anatómicas, fisiológicas e instintivas semejantes a las de sus parientes filogenéticos, con un cerebro significativamente más desarrollado. Pero junto con estas características, posee un elemento especial, llámese alma, espíritu, que lo distancia abismalmente de todas las otras creaturas. Su condición animal reduce la vida del hombre a un elemento más de lo terrenal, pero su alma lo enlaza con lo celestial.
Sobre esta cosmovisión de lo humano se desarrolló el judaísmo, que, en diálogo con la cultura grecorromana, en la cual lo espiritual también tuvo sus grandes maestros, cimentaron el desarrollo del cristianismo, posteriormente del islam y de aquello que se define como cultura de Occidente.
El judaísmo posee como elemento fundante la Torá (Pentateuco), la ley divina. Es lo que Dios le reveló al pueblo de Israel en el monte Sinaí. ¿Acaso dicha ley, norma que el Creador le ha conferido al pueblo que ha pactado con él para atestiguar acerca de su presencia en la realidad humana, debe ser entendida en forma totalmente taxativa? ¿Acaso el sentimiento genuino y el entender del individuo deben subyugarse absolutamente a la letra sin posibilidad de interpretarla?
Esta pregunta se la formularon los sabios del Talmud hace ya casi dos milenios, y concluyeron que, si bien la Tora es celestial y refleja el plan de Dios para con el hombre, su interpretación se halla en las manos de los hombres que deben hacer sus vidas de acuerdo a ella. La Tora, si bien de origen celestial, enseña el Deuteronomio, ya no se halla más en los cielos, le ha sido conferida al hombre.
Más que leyes taxativas, la Tora debe ser vista, de acuerdo a los sabios del Talmud, como una guía de la cual ha de deducirse el correcto proceder.
En el derecho hebreo, si bien el aborto es considerado un delito, se lo permite por razones terapéuticas. En casos en que el embarazo pueda afectar psicológicamente a la madre, como en el que se establece que el feto en gestación padece el mal de Tay-Sachs, habiendo sufrido la misma la muerte de otro hijo afectado por dicha patología, hay rabinos que sostienen que al aborto se halla permitido, al igual que en el caso de la mujer violada.
Sin embargo el tema fue materia de análisis por generaciones. Mientras algunos sostuvieron una postura más amplia otros la circunscribían, al observar la liviandad en el proceder de las sociedades de su tiempo. Las dudas emergían alrededor de la cuestión de establecer cuál es la actitud justa que sabe contemplar el genuino requerimiento humano y al mismo tiempo manifiesta el respeto por la dimensión de lo sagrado que hay en cada individuo.
El vocablo sagrado no debe entenderse en este contexto en el estricto sentido con que lo definen las múltiples religiones. Aquí refiere a la cualidad especial que hombres de fe y filósofos de todos los tiempos supieron distinguir en la condición humana. Ni el hombre adulto ni el embrión son meros caprichos descartables de la naturaleza, hay un algo trascendente en ellos.
Las respuestas a la mencionada pregunta deben surgir necesariamente de un profundo proceso introspectivo en el que es realizada una seria revisión de la cuestión en todos sus aspectos por aquellos cuyas opiniones son apreciadas por la sociedad y el tema les es especialmente caro. Los mezquinos intereses políticos, las opiniones superficiales y las posiciones que sólo reconocen como verdad absoluta su propia visión sólo retrotraerán el diálogo en una sociedad en la que la sincera búsqueda de comprensión del otro es una materia dramáticamente pendiente.
Hablar acerca del derecho al aborto debe significar adentrarse con el máximo de los respetos en los vericuetos de los dramas de la existencia y evitar su utilización en manos de los que hacen de lo licencioso su culto y del desprecio de la vida, su dogma. Los avances de la ciencia y la tecnología, los cambiantes procesos sociales que afectan a los individuos, pueblos y naciones demandan tanto de aquellos que inspiran sus opiniones en la Biblia como de los que buscan la solución de las cuestiones existenciales en los laberintos filosóficos, respuestas y guías para encarar la vida.
Los principios de la Biblia, al igual que los que refieren a los derechos y la dignidad del individuo (que también se hallan incluidos en el texto bíblico), son inmutables, pero la forma de su aplicación requiere de cada generación una concienzuda y muy seria revisión.
Relata el Talmud (Talmud Babilónico, Menajot 29, b) que Dios propició en la realidad celestial un encuentro entre Moisés y el rabí Akiva. Unos 14 siglos separan las presencias terrenales entre ambos. Moisés escuchaba la interpretación de la Torá de boca del rabí Akiva a sus alumnos y no entendía palabra. Desfalleció. ¡El que había recibido la Torá de Dios y, a su vez, la había entregado y explicado al pueblo no comprendía su ulterior interpretación! Llegado a cierto punto, ante una pregunta de sus alumnos, el maestro dijo: "Esto nos lo ha enseñado Moisés en el Sinaí". Entonces volvió Moisés en sí. La esencia de la enseñanza era la misma, las circunstancias de la vida generaron coyunturas nuevas y repuestas novedosas para éstas.
Antes de partir de este mundo, cual resumen último de todas sus enseñanzas, Moisés dijo: "Pongo hoy por testigos ante ustedes los cielos y la tierra, la vida y la muerte he dado ante ti, la bendición y la maldición. Habrás de elegir la vida para que vivan tú y tu simiente".
"Elegir la vida" en su sentido más profundo es, tal vez, el mandamiento más complejo de cumplir.
© La Nacion
El autor, rabino, es rector del Seminario Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer
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