El macrismo, del derrotismo a la ilusión
El gobierno de Mauricio Macri es, de cara a las próximas elecciones generales , como un paciente en terapia intensiva que, en las últimas horas, ha dado signos de haberse estabilizado pero que continúa con pronóstico médico reservado.
Después de la devaluación posterior a las PASO, la monumental suba del riesgo país y la fuerte caída de los activos financieros argentinos, la Casa Rosada celebró con cautela la estabilización del dólar por cuarto día consecutivo en torno de los 58 pesos y la recuperación de acciones y bonos, junto a la mayor tranquilidad que se advierte en las entidades bancarias, donde al menos en los dos últimos días ya no se detectaron las enormes aglomeraciones de ahorristas en busca de retirar sus depósitos en dólares.
Las restricciones en el mercado cambiario a la compra de moneda extranjera, sumadas a la reprogramación unilateral de vencimientos de letras del Tesoro y otros instrumentos financieros han comenzado a arrojar resultados en términos de calmar al dólar. La fiebre por el billete verde ha bajado en la calle. Sin embargo, en las operaciones bursátiles para hacerse de dólares, conocidas como Contado con Liquidación, la moneda norteamericana siguió ganando terreno frente al peso y llegó a los 62,64 pesos por dólar. A esto se añade que los pronósticos de inflación para este año fueron corregidos hacia arriba por el promedio de los economistas que responden al Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central , y hoy se ubican por encima del 55%.
No hay antecedentes de fuerzas gobernantes que hayan ganado una elección presidencial en medio de una profunda depresión económica como la actual en la Argentina. La única excepción la aporta Carlos Menem , en 1995, año en que el país sufrió un proceso recesivo, pero venía de varios años de crecimiento a tasas chinas.
Los cimbronazos en el mercado cambiario y financiero que siguieron al triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en las Primarias Abiertas provocaron una resignificación de la crisis económica, que alejó a la opinión pública de la esperanza que podía llegar a implicar la caída de la inflación al 2,2% en julio. El aumento del costo de vida en agosto rondaría el 4%, según las estimaciones de economistas, pese al congelamiento del precio de los combustibles al público y a la eliminación del IVA a los productos de la canasta básica de alimentos, y sería mayor en septiembre.
Claramente, el Gobierno no llegará al 27 de octubre en las condiciones en que esperaba arribar antes de las PASO. Y su argumento más fuerte para justificar esa situación, que guarda relación con las negativas expectativas en los mercados frente a un hipotético retorno del kirchnerismo al poder, no parece ser por ahora el mejor para persuadir a quienes votaron a Alberto Fernández de que no vuelvan a votarlo en las elecciones generales que se harán dentro de 51 días.
Para llegar a una segunda vuelta, Macri no solo debería aumentar su caudal electoral, sino lograr que la fórmula peronista baje del 49% de los votos positivos que cosechó el 11 de agosto a menos del 45%.
Una de las primeras encuestas poselectorales conocidas, realizada por Federico González y Asociados (1400 casos en todo el país, relevados entre el 28 y el 31 de agosto), indicó que el 56,9% de las personas consultadas definió su voto en las PASO por factores económicos. Apenas el 26,5% lo hizo en función de cuestiones éticas, como la lucha contra la corrupción, la honestidad y el respeto a la ley y la Justicia. El 13,5%, en tanto, puso el eje en las obras públicas.
Hay conciencia entre quienes están cerca de Macri de que la mejor campaña para el oficialismo pasará por gobernar y buscar consensos, sin apresurarse a exhibir al Presidente en actos proselitistas, pero tampoco mostrarlo resignado a una derrota electoral inminente.
No obstante, algunos de los propios funcionarios y dirigentes del macrismo oscilan entre la resignación y el entusiasmo. Pasan en cuestión de horas del derrotismo a la ilusión de poder dar vuelta el resultado adverso del 11 de agosto y llegar al ballottage. Una suerte de ciclotimia que también caracteriza a la sociedad argentina.