El legado de los juicios de Núremberg, 75 años después
Para explicar "el porqué de los procedimientos empleados", que resultó ser uno de los temas más criticados, voy a utilizar parte del alegato acusatorio realizado 16 años después de Núremberg por el fiscal general Gideon Hausner: "…al presentarme aquí ante ustedes, jueces de Israel, para dirigir la acusación contra Adolf Eichmann, no me encuentro solo. Conmigo están seis millones de acusadores. Pero ellos no pueden levantarse para dirigir su dedo acusador a aquel que está allí sentado detrás de esos cristales y gritar: yo acuso".
"Porque sus cenizas están apiladas sobre las colinas de Auschwitz y los campos de Treblinka o desparramadas en los bosques de Polonia. Sus tumbas están dispersas a lo largo y ancho de Europa. Su sangre clama, pero no se oye su voz. Por ello yo seré su vocero y en su nombre formularé la horrenda acusación…".
Podemos ver a través de las inteligentes palabras vertidas por el fiscal, a su vez acompañadas de pruebas, cómo fue destruido parcialmente un grupo por su sola condición de pertenencia al judaísmo a través de la implementación de un plan sistemático. El arquitecto de esa estructura política criminal, Adolf Eichmann, en esa oportunidad acusado, manifestó cumplir órdenes de sus superiores en las SS y afirmar su creencia en las palabras de Hitler.
El nombre de este criminal, a instancias de las preguntas realizadas por el fiscal Jackson y sus adjuntos, sale a la luz en el juicio principal de Núremberg cuando tres de los principales jerarcas nazis lo sindicaron como quien estaba a cargo de la Dirección de las Cuestiones Judías, cuya traducción real era la implementación de la Solución Final en Europa, que comprendía el Norte de África. Observamos, por un lado, asesinatos masivos, manos de obra esclava y deportaciones forzadas permanentes, y por el otro, la expoliación de todos los bienes de las personas trasladadas a los campos de la muerte o fosas comunes para sus ejecuciones en la inmensidad del territorio europeo. Tres respuestas legales en dos frases del alegato.
Ante toda esta perspectiva jurídica, y a instancias de los presidentes Truman, Stalin, del primer ministro Churchill, que luego es sustituido por Attlee, en la Conferencia de Potsdam, a la cual luego se sumó Francia, se decidió juzgar a los criminales nazis para que los ciudadanos del mundo tomaran conocimiento sobre los aberrantes hechos criminales sobre la base de las pruebas legales recogidas por la Comisión Interaliada para Crímenes de Guerra, y que estos recibieran las penas correspondientes en relación a la responsabilidad que a cada uno le correspondiera.
En este contexto, el día 6 de octubre de 1945 los notorios jueces que representaron a Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Soviética y Francia tipificaron en el Estatuto del Tribunal los delitos de carácter imprescriptibles, entre ellos, los crímenes de lesa humanidad.
El asesinato de individuos enmarcados dentro de un plan sistemático, ideado jurídicamente por Hersch L. Lauterpacht, por un lado, y el asesinato de muchos individuos con la intención de destruir su grupo de pertenencia, elaborado por Raphael Lemkin, por el otro, que configuró el delito de genocidio, vieron en cierta forma representadas sus ideas de justicia en el Estatuto.
Luego, bajo la presidencia del juez británico Geoffrey Lawrence, pudo dar comienzo al Juicio de Núremberg, ciudad emblemática del nazismo, seguido a los jerarcas nazis. Se celebró a partir del día 20 de noviembre 1945. El Tribunal Internacional Militar tuvo la tarea de enjuiciar a los 22 líderes nazis sentados en el banquillo. Estos eran seres humanos comunes, pero quienes, en posesión de un cargo ejecutivo a través de la implementación de políticas de odio, decidieron, tuvieron la intención, fueron capaces y responsables de cometer terribles atrocidades por el solo hecho de sentirse superiores.
Esto significó un importante paso en las relaciones internacionales de los Estados, además del Derecho Internacional Público, del derecho Penal y Procesal. Las víctimas iban a tener en cierta forma justicia cuando los otrora arrogantes jerarcas nazis se defendían argumentando que siempre desconocieron lo que en realidad sucedía o que simplemente "seguían órdenes". Se autohumillaban para intentar defenderse y poder salvarse.
Solo uno de los acusados, el abogado y jurista Hans Frank, comandante nazi en la Gobernación General en Polonia, expresó cierto remordimiento ante los crímenes germanos, al decir: "Mil años pasarán…y la culpa de Alemania no se borrará". Años antes, Frank había supervisado la deportación de una gran mayoría de los 3,5 millones de judíos de Polonia hacia los campos de concentración y exterminio, cuando en tiempos de arrogancia triunfal, en 1941, declaró: "No pido nada de los judíos, excepto que desaparezcan… Debemos destruirlos en donde los encontremos y cuando se nos presente cualquier oportunidad".
Plan criminal
Estos señores feudales que se asociaron políticamente para desarrollar el mayor plan criminal, sin precedentes en la historia de la humanidad, comenzaron su ejecución ilegal a través de una feroz guerra de agresión con el ataque militar a Polonia, para luego ir invadiendo cada uno de los Estados vecinos, donde a su vez cometieron crímenes de guerra, eliminando, torturando o encerrando a discreción a todos los considerados enemigos del Reich.
Además de contar con una maquinaria militar superior, y fuerzas paramilitares preparadas ideológicamente para cometer los crímenes, como los grupos operativos o Einsatzgruppen, los nazis contaron desde que asumieron el poder en 1933, con la complicidad criminal de la gran mayoría de los miembros integrantes de la Justicia del Tercer Reich, principalmente la Corte Suprema Alemana y los creados Tribunales del Pueblo, cuyos jueces juraron lealtad al Führer.
Así se convirtieron en cómplices del poder; con sus resoluciones avalaron la destrucción de la democracia constitucional establecida en la República de Weimar, al sostener la aplicación de la Ley Habilitante, que otorgó plenos poderes a Hitler. Los miembros de distintas cortes, a través de sus sentencias, cometieron aberrantes delitos, ordenando ejecutar personas inocentes por cualquier ofensa al honor alemán, para congraciarse con su Führer.
Esta etapa históricamente conocida como el período de consolidación del poder, que llegó hasta la noche de los Cristales Rotos de 1938, quedó fuera del alcance del Tribunal de Núremberg. Pero los delitos que cometieron durante los años de beligerancia no quedaron impunes para estos jueces criminales que administraron Justicia.
Hubo otros 12 juicios de Núremberg complementarios con motivo de las complicidades criminales de los otros poderes del Estado alemán. Entre ellos el caso tres donde fueron acusados 16 juristas, miembros del Ministerio de Justicia, jueces, fiscales y profesores de derecho, por el alto grado de toxicidad ideológica desparramada en las resoluciones, sentencias y en las aulas universitarias para sostener la idea de supremacía racial y el esfuerzo bélico en la búsqueda del espacio vital. Por estos motivos, quienes pudieron ser jueces naturales no podían juzgar a sus pares políticos por ser integrantes de la conspiración criminal. Aquí otra de las respuestas.
Al finalizar el juicio principal, 12 líderes nazis fueron sentenciados a la horca, tres fueron absueltos, tres fueron condenados a prisión perpetua y cuatro recibieron prisión de 10 a 20 años. Herman Goering, el principal nazi condenado, quien había firmado el acta para buscar una solución global que lleve a una solución final del tema judío, logró evadir el cadalso al ingerir una capsula de cianuro que había escondido.
Núremberg nos dejó un frondoso legado, entre ellos la imprescriptibilidad de los crímenes de genocidio y lesa humanidad, condenar a disolver jurídicamente a personas jurídicas consideradas como una organización criminal, y juzgar en ausencia a los acusados de estos hechos aberrantes, para de esta manera poder reconstruir con las pruebas colectadas los hechos criminales acontecidos y saber qué fue lo que paso. De prevención futura se trata. Es un derecho de las víctimas, de los sobrevivientes y de la sociedad universal en su conjunto.
El genocidio judío no fue solo historia, es advertencia. Por eso no podemos dejar en el olvido los delitos de lesa humanidad cometidos en Argentina, en especial el atentado en la sede de AMIA-DAIA declarado bajo esta figura penal imprescriptible.
Debemos clamar Justicia. De eso se trata.