El legado jakobiano
Al celebrarse hoy el Día del Investigador Neurocientífico Argentino, surge el recuerdo de la figura del doctor Jakob
“Ha dejado de existir entre nosotros una intelectualidad argentina de cultura elevada, de pensamiento fértil, de producción científica ordenada sobre la base de los estudios biológicos modernos… y es un deber moral recordarlo”.
Así comenzaba el discurso (1914) del Dr. Christofredo Jakob en memoria del Dr. Ramos Mejía, en un momento en que el país se encontraba en la vanguardia de las investigaciones, con genios de elevada inspiración y sobresaliente producción en el campo de la ciencia.
Jakob (1866-1956), alemán naturalizado argentino, desarrolló una gran labor intelectual y espiritual de inmensa y variada temática, especialmente del sistema nervioso. Más de cien años después, no ha perdido su vigencia, simplemente porque es fundacional. Creó la Escuela Neurobiológica Germano-Argentina, que comparte ideales de esos que no mueren y que obligan a cualquiera que los roza a sumergirse en la obra de este sabio maestro y transmitir su legado, incluso desde el punto de vista más actual de las neuroimágenes. Jakob fue un gran precursor de la neurociencia en nuestro país, y merece su lugar en la historia.
En la Revista del Jardín Zoológico Buenos Aires de principios del siglo XX, decía Onelli: “La obra puesta en circulación ha sido comentada y resumida en todas las revistas científicas del país y europeas… y las teorías explayadas por Jakob, ensanchan horizontes científicos y abren rumbos completamente nuevos en estudios. Jakob, consciente de que el entendimiento de la neurodiversidad promueve el desarrollo más elevado para el bienestar común, hurgó hasta lo profundo del microcosmos: el psiquismo, ese complejo protector neural de la vida, que regula las necesidades vitales del organismo, frente a los factores de variabilidad del ambiente e introyente”.
Con sabia paciencia y total empatía, investigaba, enseñaba e inspiraba. La herencia escrita jakobiana cuenta con alrededor de 250 publicaciones. Habló de psicobiología diferencial; fisiopatología del lenguaje; psicología orgánica; significaciones neurobiológicas y clínicas; bases orgánicas de la memoria; la misión del lóbulo frontal o la localización de la inteligencia, anteponiendo la sucesión de hechos históricos con una retórica contextual solo de polímatas y pocas veces vista en la escritura científica: El alma, según Homero, residía en el pecho, la unión íntima de la respiración a la vida explica tal localización; Hipócrtaes reconoció que el cerebro era el centro de las funciones psíquicas; Vesalio distinguió la sustancia gris de la blanca, y Varolio aseveró que el cerebro era el órgano del espíritu humano, por ello fue perseguido. Con Descartes retrocedemos, y la pineal ocupó el centro de atención. Kant opinaba que el cerebro era indudablemente el asiento de la inteligencia. A principios del siglo XIX, la Academia de Ciencias de París, compuesta por los sabios más eminentes de la época, dictaminó que la corteza cerebral era un órgano glandular que nada tenía que ver con las funciones superiores. Se aprecia entonces lo poco que sirven a veces esas academias de sabios, al valer en este caso más un hombre de laboratorio que todos aquéllos. Al final, fue después de acumulado el trabajo enorme que realizaron legiones de personas sobresalientes, que dedicaron todas sus energías a estos estudios, que se adquirieron los conocimientos y datos indispensables para poder empezar de nuevo las pesquisas.
Entre sus trabajos, verdaderas obras maestras, destacamos el Atlas del cerebro de los mamíferos de la República Argentina (1913), que otorga la descripción neuroevolutiva del cerebro finalmente humano y su descubrimiento del cerebro visceral; produce sensaciones profundas su lápiz prolijo dibujando los giros del Atlas, mientras relata cada espacio diferenciado. En Elementos de Neurobiología (1923) explica la evolución de las entonaciones afectivas (emociones). Dice allí: “La vida hubiese podido evolucionar sin sentimientos igualmente, pero habiéndose formado así un mundo depsiquificado, vivirían los individuos en una forma monótona y automática, y faltándole ese mundo simbólico central, faltarían también los estímulos y alicientes que nos impulsan para la lucha y el trabajo y para el progreso. En nuestra piel, nuestro mundo de colores, acordes, calores y fríos, goces y dolores con los que nuestro psiquismo dulcifica la amarga vida; los estados afectivos y sentimientos superiores, son provisoriamente reales en relación a su significación, no obstante, son siempre realidades relativas y esto únicamente para nosotros, pues tras ellos recién tendremos que buscar la verdad lejana”.
La Folia Neurobiológica Argentina (1939-1946) es, por su parte, una magistral creación de ocho tomos de anatomía sistemática y topográfica, y su relación con la clínica, ontogenia y filogenia. Aunque su obra bibliográfica completa no se publicó y quedó desperdigada entre cientos de bibliotecas nacionales e internacionales, en mentes curiosas no puede olvidarse una vez leída.
El legado material de sus laboratorios se abre también en quienes desempolvan su nombre. Construyó una recopilación de cerebros de talla mundial en el Hospicio de las Mercedes y en el Hospital de Alienadas (hoy hospitales Borda y Moyano). Allí explicó anatomía y patología, con excepcionales ilustraciones a mano alzada o con la tecnología más avanzada de su época. Sus murales neurológicos se utilizaron por décadas en la Argentina y Europa para la instrucción clínica, anatómica y fisiológica. Este legado jakobiano, hoy nos impulsa a ponerlo en vigencia y recuperación, a través del Proyecto Jakob, de interés argentino y que incluirá un trabajo de investigación con técnicas de neuroimágenes, basado en sus teorías. (proyectojakob@gmail.com)
Además, Jakob recorrió el país con la curiosidad insaciable de los genios: trazó mapas, encontró caminos, innovó en el estudio de la flora y fauna autóctonas, y en la Patagonia halló un lugar adecuado para su inspiración. La Mirada del Doctor hoy es una visita imperdible del lugar rocoso donde don Christofredo amalgamaba su acto creativo con paz interior. En el contexto geográfico del Refugio General San Martín, un lago lleva su nombre y a su alrededor, de la tierra brota su historia y su legado.
En el Día del Neurocientífico Argentino, en una alegoría a su discurso inicial dirigido a su amigo, brindamos este homenaje: leamos sus obras, sigamos fielmente su ejemplo y coloquemos su estatua entre los grandes maestros de la neurobiología. Un ilustre maestro, que fue nuestro.
Besada, jefa de Neurorradiología, Servicio de Diagnóstico por Imágenes, Hospital Italiano; Molina, becaria de Investigación del CeReCoN (UTN-Mza), estudiante Lic. Psicología UNC