El kirchnerismo en la fase del incumplimiento
Los reclamos del frente sindical al Gobierno son bastante similares a los de la industria farmacéutica, probablemente porque parten de lo mismo: una apuesta que salió mal
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En el momento en que Débora Giorgi repasaba los aumentos y citaba el informe, los ejecutivos de los laboratorios entraron en un estado de contenida exaltación. “Ah, si esa es la fuente…”, razonó alguien en el recinto. Anochecía anteayer en el Ministerio de Salud, y la reunión transcurría en términos respetuosos, pero tensa. No se ponían de acuerdo siquiera en los números. Con datos del Centro de Profesionales Farmacéuticos, Giorgi apuntalaba la postura de Roberto Feletti, secretario de Comercio, que había ido con la idea de un congelamiento generalizado para los medicamentos. La discusión, que duró dos horas, dividía en dos la mesa de invitados de una anfitriona silenciosa, Carla Vizzotti, que se limitaba a contemplar la escena.
Los empresarios dejaron hablar a los más locuaces, Eduardo Macchiavello y Eduardo Franciosi, de la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (Cilfa), y quedaron en analizar el tema. Ayer, después de reunirse por la mañana, aceptaron finalmente revocar los precios al 1° de noviembre y mantenerlos hasta el 7 de enero, como pedía el Gobierno. No están del todo conformes: lo tomaron más bien como un gesto o como el mal menor. Feletti ni siquiera había considerado la oferta inicial de la industria, descuentos del 30% para la población sin cobertura sanitaria, pero aceptó algunos cambios. Atenuó, por lo pronto, el recorte –se vuelve a los precios del 1° de noviembre y no del 1° de octubre, como pretendía– y les concedió a los laboratorios una prerrogativa que deja varios puntos del acuerdo en el ámbito de lo opinable: los casos de productos que puedan distorsionar la rentabilidad empresarial podrán ser discutidos.
“No es congelamiento”, aclaró uno de los referentes del sector. Las palabras importan. Probablemente porque vienen debates interminables. A diferencia de lo que ocurrió con la industria alimentaria, que tuvo que someterse a una resolución, todo se hará esta vez de palabra. Feletti fue respetuoso. Dijo que entendía la situación de todos, pero que necesitaba darle una solución a la gente. “Alinear la política de ingresos con la de precios”, volvió a definir.
Los empresarios habían entrado con la esperanza de convencerlo, celebrando incluso que el lugar del encuentro fuera el Ministerio de Salud y no la Secretaría de Comercio. Una cuestión de afinidad: 24 horas antes, después de la reunión de gabinete conducida por Juan Manzur, los funcionarios del área de Vizzotti habían mostrado con ellos una mayor empatía e, incluso, en voz baja, llegado a decir que lo que buscaba Feletti era “un título” en medio de la campaña. Pero la voz de la ministra se fue aplacando.
Aunque la medida es significativamente más laxa que la de las alimenticias, en los laboratorios creen que cedieron. “Va a doler”, dicen. En realidad, todo dependerá de las excepciones que acepte el Gobierno. Si hay algo que los fabricantes de medicamentos saben discutir en todo el mundo es la letra chica. De esas negociaciones dependerá el veredicto sobre si Alberto Fernández ha entendido los motivos de una industria que en general siempre queda fuera de los controles de precios o si, por el contrario, ha decidido romper una buena relación que viene desde la campaña.
Son perturbaciones ínfimas en relación con las quejas de otras ramas del establishment. Dos fabricantes de alimentos, por ejemplo, abandonaron ya no solo toda pretensión de modificar los productos incluidos en las listas, sino también la idea de sentarse a conversar con representantes de los supermercados, a quienes ven demasiado esmerados en evitar peleas con el Gobierno. Tanta resignación parte además de una certeza: nada de lo acordado podrá ser definitivo con una elección por delante. ¿Quién sabe qué Argentina y qué funcionarios vienen después del 14 de noviembre?
Esa incertidumbre obliga en realidad a todo el establishment a la prudencia. En general más intuitivos, algunos sindicalistas han decidido anticiparse a futuras tensiones. “Los Gordos”, por ejemplo, golpeados por haberle dado respaldo a Alberto Fernández antes de las primarias, le ofrecieron un lugar a Pablo Moyano en la CGT. Dice el camionero que hacía tiempo que no se sentía tan halagado por sus pares. Pasado mañana se decidirá además quién podría acompañarlos a él y a Rodolfo Daer en la jefatura, algo que deberá formalizarse el jueves. Hay quienes ya tienen resuelto dejar afuera a Antonio Caló e intentan atenuar, al mismo tiempo, las pretensiones de Luis Barrionuevo.
El sindicalismo descuenta que entrará en otra etapa. Con el Gobierno y con las empresas. “Pablo es mucho más firme en todos los reclamos”, dijo anteayer a radio AM 990 su padre, Hugo Moyano, que de todos modos considera “importantísimo” que la CGT esté unida. Tiene 78 años y acaso menos energía que en otras épocas. Todavía no decidió, por ejemplo, si va a presentarse en las elecciones en Independiente el 19 de diciembre. “Había como diez postulantes. Dije que iba a seguir y se borraron todos. Y ahora que sale de vuelta que por ahí no voy a tomar la decisión, se anotaron unos cuantos. Digo que voy a presentarme, se empiezan a borrar todos; digo que estoy en duda, aparecen todos los revolucionarios de vuelta”, agregó. Esperará lo que pase con dos listas posibles: la del periodista Fabián Doman, directivo de Edenor, respaldado por el intendente macrista Néstor Grindetti (Lanús) y los dueños de la distribuidora –Mauricio Filiberti, Daniel Vila y José Luis Manzano–, y otra encabezada por el empresario Daniel Grinbank.
Lo que viene en Independiente no es fácil. Los que apoyan a Doman dicen ya contar con montos para cubrir deudas y embargos. Se requieren seis millones de dólares para enero. Los Moyano sienten además que los hinchas no han valorado lo suficiente una gestión que arrancó en la B e incluyó dos campeonatos y la mejora del estadio.
Tal vez sean demasiados frentes de conflicto. Ellos ya empezaron a tenerlos de manera más evidente con Máximo Kirchner, a quien le reprochan no haberles dado lugares en las listas, pero la carta que Hugo le mandó el 4 del mes pasado a Alberto Fernández muestra en realidad malestar con todo el espacio. “Hemos sido hartamente solidarios, hemos colaborado con el Gobierno en todo lo que nos pidió, sostenemos económicamente al transporte como nadie más, tuvimos una paciencia oriental con funcionarios que por ignorancia o por desidia nos soslayan o nos ignoran. No vamos a esperar más. Exigimos que de una vez nuestras demandas sean escuchadas y atendidas como corresponde a quienes tienen la carga pública de gestionar el bienestar general”, dice el texto, que firmó como secretario general de la Federación del Transporte Automotor de Cargas y publicó Letra P.
Como si, más que beneficios, la relación con el kirchnerismo hubiera empezado a reportarle al frente sindical costos e incumplimientos. “Néstor no era así”, recordó un líder nostálgico. Los reclamos son bastante similares a los de la industria farmacéutica, probablemente porque parten de lo mismo: de una apuesta que salió mal. Hace tiempo que la Argentina es propensa al desengaño.