El juez ante la república
La razón de ser del juez es el derecho. No la ocasión, la arbitrariedad, la prepotencia. El derecho es refinamiento, afinación, estabilidad, ponderación, equilibrio entre los factores de la vida social y política. No puede fundarse sobre la fuerza contingente, con su pretensión inmediata, por su solo hecho. El sentido del derecho es impedir el bruto y feo predominio. El derecho es desarmado, el gobierno es armado, tiene la fuerza. No solo la fuerza física, sino la fuerza inmaterial que presiona sobre el alma y por reflejo sobre el cuerpo. Incluso la fuerza de la opinión general en la que la gente cree, de la cual los jueces carecen. El juez, en cambio, oye esta voz: “No seguirás a la mayoría para hacer el mal” (Ex. 23.2).
Así, lo que debería ser más fuerte es indefenso. La fuerza de la democracia, el número, puede prevalecer sobre la razón jurídica, sobre la res publica como “cosa de todos”. La democracia puede volverse contra la república. Una parte, una facción, aun siendo mayoría, puede pretender la cosa común y hacerla cosa propia.
El juez protege la república y limita la democracia. Su función es evitar que una parte se adueñe de la “cosa de todos”. La Justicia es una función republicana. Eso no significa que la Justicia sea antidemocrática. Significa que la Justicia funciona con poderes limitados y no con poderes absolutos.
La mayoría no puede ser omnipotente. La razón de la Justicia es precisamente la función antimayoritaria. Cuando la mayoría requiere del juez que obre contra el derecho, el juez debe heroicamente hacer prevalecer los derechos fundamentales, aun cuando esto le acarree el “escarmiento” del poderoso. El juez tiene la obligación de defender su propia independencia porque solo así defiende los derechos fundamentales de todos. Su independencia del poderoso está precisamente para proteger al que tiene un derecho que el poderoso pretende avasallar. Por eso, arrogarse el poder del juez es una infamia y una traición, como dice nuestra propia Constitución. El juez tiene el deber de defender su poder jurisdiccional, aunque sepa que será enjuiciado y destituido y aunque cumplir con este deber le cueste mucho. En ocasiones, una suerte de muerte. Destituir a un juez solo por aplicar la ley es para él una especie de muerte. Para la república, un escándalo; para el gobierno, una infamia.
Expresidente de la Corte Suprema