El Iom Kipur del dolor
Hace pocos días se cumplió un año del terrible pogromo del 7 de octubre. Este fue el más grave acto antisemita y antiisraelí desde el Holocausto. Desde entonces el dolor no deja de crecer. Todas las jornadas hay muertos y heridos en Medio Oriente. Un centenar de personas (entre ellas, varios argentinos) siguen secuestradas por el terrorismo. Solo nos queda rogar por la paz total y el retorno de los rehenes.
En este clima tenso estamos a las puertas de la conmemoración más solemne del calendario hebreo, la cual comienza hoy, al atardecer. Se trata de Iom Kipur (Día de la Expiación o más conocido como Día del Perdón). Esta jornada viene precedida de cuarenta días de preparación que representan los cuarenta días de oraciones con las que Moisés obtuvo el perdón divino.
La palabra Kipur deriva del verbo hebreo lejaper, que significa “mejorar”, “perdonar”, “reparar”. ¿Cómo es posible que plegarias y oraciones que datan de hasta tres milenios de antigüedad, escritas en contextos tan diferentes, puedan conmover al ser humano moderno? Se debe a que, en gran medida, interpretan el alma humana, prácticamente inalterable en el tiempo.
El rabino Iosef Carlebach enumeró tres razones que permitieron la trascendencia en el tiempo de Iom Kipur: la naturaleza pública del Iom Kipur (asisten todos a la sinagoga, tanto los justos como los transgresores, en oraciones en común y rezos a la memoria de los fallecidos); la particular relación de comunicación con el Creador; el efecto de alivio que la confesión produce en el alma.
Iom Kipur es uno de los momentos en que uno se vuelve a “sí mismo”. Es enfrentarse al espejo sin maquillaje. Por un día los seres humanos y los ángeles son iguales. El precepto bíblico “afligiréis vuestras almas” se interpretó como un ayuno completo y la abstención de todo placer físico durante el Día del Perdón. El sentido del ayuno no implica pasividad, sino, por el contrario, una actitud proactiva de solidaridad con los necesitados, los desvalidos y los desposeídos.
Albert Einstein expresó en su libro Este es mi pueblo: “En el judaísmo está claro que ‘servir a Dios’ fue equiparado a ‘servir a los seres humanos’”. En efecto, en la tradición hebrea se valora en gran medida el compromiso con el prójimo. Según la creencia judía, en Iom Kipur se decide o no la inscripción en el Libro de la Vida celestial, para el año siguiente. Por ese motivo, se transmite el saludo “Jatimá tová”, que significa “Buena firma”.
Fuera de la tradición, una interesante parábola indica que, quizás, el Libro de la Vida está también en los ojos de nuestros hijos. En ellos reflejamos todas nuestras virtudes y miserias. Allí queda todo inscripto y guardado. En la medida en que podamos mostrarnos como un buen ejemplo, hemos de trascender a través de ellos.
Sigmund Freud señalaba que el judío piadoso agradece al Creador en cada momento de la vida. La vorágine actual nos ha hecho tan engreídos que nos hemos olvidado de agradecer el milagro de la vida misma. Iom Kipur es un buen momento para hacerlo y además recordar el compromiso con nuestros semejantes.
Cerramos con un mismo deseo de shalom (en hebreo) salam (en árabe) y paz (en español).
Presidente del Cidicsef