El inframundo de las “cuevas”: la Argentina frente a sí misma
A partir del martes, sea quien fuere el ganador de mañana en las elecciones, la Argentina empezará a vivir un proceso que la obliga a recuperarse pero, antes que eso, a sincerar muchas de sus variables económicas. Casi un 30% de los precios que releva el Indec, desde el de la medicina prepaga hasta la energía o gran parte de los productos de góndola, están controlados por distintos motivos y conforman lo que los analistas llaman “inflación reprimida”. Ese compendio de precios incluye uno fundamental, que es el tipo de cambio, la principal y más urgente incógnita post electoral. El mercado descuenta desde hace tiempo que habrá una devaluación: lo que no sabe es ni cómo ni cuándo.
El país vive una vez más una ficción cambiaria. Las inconsistencias se agravaron a partir de las primarias, pero vienen desde bastante antes. Un informe del economista Esteban Domecq afirma que el tipo de cambio real multilateral con que asumió Alberto Fernández sería el equivalente a 500 pesos actuales, y que hubo al menos dos períodos de retraso cambiario hasta hoy. El último no es tan largo, pero coincide con la campaña de Massa: por la inflación, el dólar oficial está 31% por debajo de lo que cotizaba hace tres meses.
La necesidad electoral llevó al ministro a ensayar múltiples alternativas. A reforzar el cepo, por lo pronto. Hace semanas que no se pagan importaciones ni para insumos médicos. “Estamos festejando un mes sin SIRA”, dijo anteayer a este diario con ironía el dueño de un grupo nacional. El Gobierno usó además reservas para evitar corridas mediante la compra de bonos, operaciones que le insumieron este año unos 4000 millones de dólares al Banco Central. Y, como nada era suficiente, apostó finalmente por la aplicación de la ley penal cambiaria para atenuar la actividad en las “cuevas”.
Ese instrumental le permitió entonces lo que parecía imposible: llegar al balotaje sin sobresaltos con el blue. El último movimiento significativo al respecto fue sofocado el miércoles, mientras el billete volvía a tocar los 1000 pesos, un umbral que el Palacio de Hacienda no estaba dispuesto a tolerar. Los operadores del mercado ya venían en realidad recibiendo advertencias de emisarios del oficialismo. El propio Massa en persona las había reforzado días antes a través de su principal interlocutor con el mundo financiero, Jorge Brito. Es la versión que dan en la City o al menos lo que entendieron del mensaje: “Hasta el viernes no se jode”, resumieron a LA NACION el lunes en una “cueva”.
Este mercado se mueve, como siempre, entre la codicia y el miedo. El negocio es atractivo, pero asustan los allanamientos e inspecciones de la Aduana, la DGI y la Policía Federal. Operativos que volvieron a intensificarse esta semana, más propensa que nunca a la corrida porque sobran pesos y nadie sabe qué pasará después del feriado. Hasta el miércoles, todos proyectaban una escalada del billete. Es lo que había empezado a ocurrir esa mañana, con la cotización llegando a los 1000, hasta que, a las 11.40, apareció una noticia que frenó los ímpetus. La publicó la cuenta de Twitter de Data Clave: “#ALERTA. Dos corredores de la City porteña al borde de la detención. El juez Martínez de Giorgi logró identificar al ‘Mudo’ y a ‘Harry’, quienes operaban en la red del ‘Croata’. Allanamientos en marcha”, decía. Doce minutos después, en un mensaje que tuvo 26.400 visualizaciones, Jorge Rial retuiteó con un comentario: “Acá le hablan a Harry y el Mudo”. Fue suficiente para que el mercado se paralizara casi por completo.
“Mañana no trabaja nadie. Te mandan en cana”, contestó anteayer un operador. Venían “haciendo brecha”, como les gusta decir, dentro de un sistema que sólo funciona a partir de que, ingenuo o cómplice, un funcionario facilita el acceso al dólar oficial mediante alguna modalidad. La más común: subfacturar una exportación. Esa cadena de la felicidad, que volvió a corroborarse esta semana en el vínculo que el juez Martínez de Giorgi habría encontrado entre la pesquera Conarpesa y “el Croata”, sirvió al mismo tiempo durante varios días para contener el precio del blue. Las famosas manos amigas del Gobierno: alguien recibe dólares oficiales, los revende a valores por debajo del mercado y, aun así, gana. Todos contentos.
En el mercado cuentan que la mecánica no surgió espontánea, sino luego de señales que varios creyeron haberles entendido a interlocutores del Gobierno. Terceros que siempre están y que transmiten instrucciones y condiciones a unas cinco “cuevas”. “Hacer brecha”, por ejemplo, pero siempre y cuando se mantenga el precio del blue. Interpretaciones que hacen en las “cuevas” para justificar el negocio.
Dicen que la práctica alcanzó para unas cuantas ruedas sin problemas. Pero que al cálculo le faltaba considerar una variable: la enorme cantidad de pesos que le sobran a la economía y que, en manos de ahorristas, operadores y hasta empresarios de buena reputación, pujan todos los días por ir a activos seguros para cubrirse de la inflación. Esos billetes empezaron entonces a encontrar refugio en el dólar MEP y el CCL, operaciones legales que hicieron subir la cotización y la acercaron a la del blue.
Apareció entonces la primera dificultad: ¿a cuánto vender el blue si compraban en el MEP más caro? Sin brecha no hay negocio. “Una cosa es hacer una operación para ganar 60 pesos por dólar, y otra, arriesgarte por apenas 30″, admitió un “cuevero”. Imposible acatar: había que subir el blue.
El equipo económico tomó nota de la situación a mediados de octubre, cuando advirtió que el billete superaba por primera vez los 1000 pesos. Se hizo entonces otra reunión entre las “cuevas” más relevantes y un conocido del Gobierno, abogado, en la que hubo reproches. En realidad, ese día no había cinco operadores sentados a la mesa, sino cuatro. “Acá falta uno”, se percató alguien, y ese ausente era Rojnica, que estaba en Brasil. “Ivo”, para el mundo financiero, donde suponen que alguien lo traicionó. Lo que pasó después es conocido. El 12 de octubre se allanó la financiera Nimbus, de Rojnica, y se hallaron vínculos con causas de lavado que ya tenía el juez Federico Villena.
Era obvio que, en adelante, cualquier otro allanamiento haría cundir el pánico. Un corredor de zona norte acaba de dejar operar: no trabajará hasta enero. Son, en la jerga, los encargados de “unir las puntas”: al “cuevero” que quiere comprar y con quien busca vender. Hace un mes había 12 corredores en el área metropolitana; sólo quedan dos. La paranoia se acrecentó esta semana: ¿y si todos están siendo espiados? Por eso a nadie le sorprendió la detención de Leonardo Fariña el miércoles, justo en la tarde en que varios recibían un pedido sugestivo: alguien que decía estar organizando la fiscalización para Milei necesitaba pasar a pesos 500.000 dólares porque, dijo, acababa de caérsele el cambista. ¿Hablaba de Fariña? ¿De un amigo? Lo único que se sabe hasta ahora es que el monto en cuestión era, exacto, lo que se encontró en la “cueva” donde se detuvo al arrepentido: 500 millones de pesos.
Este inframundo describe como nada a la Argentina.ß