El infierno y su lugar en el mundo
Sobre Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge
Si, por ejemplo, el director mexicano Alejandro González Iñárritu decidiera hacer la versión cinematográfica de Las tierras arrasadas, novela de su coterráneo Emiliano Monge (México, 1978), la escena inicial de la película seguramente coincidiría con la del libro. En plena noche, en medio de un descampado, “cruje el encendido de un motor de gasolina y desmenuzan la penumbra cuatro grandes reflectores” que iluminan a un grupo de hombres, mujeres y niños que han llegado hasta allí luego de haber caminado kilómetros de selva guiados por un par de chicos. Es una trampa: detrás de los reflectores, se oyen los silbidos de quienes coordinan el secuestro de estos migrantes, que abandonaron su país dirigiendo sus pasos al lejano norte en busca de mejores condiciones de vida.
Pero no serán estos engañados los protagonistas de Las tierras arrasadas. Ellos serán apenas un grupo innominado y poco diferenciado, la mercancía o mano de obra de quienes los mantendrán prisioneros. Entre sus captores, se destacan Epitafio y Estela, la pareja que comanda los secuestros y el tráfico de personas de la banda criminal creada por el padre Nicho. Este hombre de la Iglesia dirige El Paraíso, un hospicio donde, junto a Epitafio y Estela, se criaron como esclavos otros huérfanos cuyos nombres pertenecen al mismo campo semántico: Sepelio, Cementeria, Osaria. El amor que se tienen Epitafio y Estela es una pasión rara en este mundo en que ninguna ley, moral o piedad detienen la violencia; donde las víctimas pueden transformarse rápidamente en victimarios y teñir todo de gris.
Algo de mitología griega, un poco más de tragedia shakespeariana y mucho de la Divina comedia le sirvieron a Monge de materia prima. Además de El Paraíso, también habrá un desarmadero llamado El Infierno y unas cuevas conocidas como El Purgatorio. Versos de la gran obra de Dante se distinguen en cursiva pero se enlazan perfectamente a la prosa de la novela, colaboran con su forma de referirse a los migrantes secuestrados: “los que fueron arrancados de su alma”, “los que adivinan que no será su nueva marcha menos desdichada ni menos cruel ni menos larga”. Monge mima la cadencia de Dante, estira su propia sintaxis y los llama “los seres que padecen los castigos de la patria que se traga los anhelos y sepulta los recuerdos”. Pero en ocasiones contrae las perífrasis y otorga sobrenombres: Epitafio será ElquequieretantoaEstela, y ella, LaqueadoraaEpitafio.
Ambos deben transportar a los cautivos hasta los lugares donde serán vendidos. Acompañados por miembros de la banda, se separan en las primeras páginas, acordando un reencuentro para después del periplo que a cada uno le tocará hacer. Sin que el otro aún lo sepa, los dos han decidido que éste sea su último viaje, abandonar al padre Nicho y su red criminal para fugarse juntos, lejos de la vida que les ha tocado llevar. Pero una traición se maquina contra ellos. La novela se desarrolla en varios frentes narrativos. La trama se apoya sobre la persistente y casi inverosímil dificultad de comunicarse telefónicamente que aísla a Epitafio y a Estela.
Aunque los sitios de la novela fueron bautizados por la ficción, esas tierras arrasadas, inhabitables y atravesadas por seres que no son más que un resto de humanidad (“nuda vida”, diría Giorgio Agamben), configuran el escenario del drama actual de muchos centroamericanos a quienes la miseria, la violencia del narcotráfico y la corrupción estatal expulsan de sus países, los empujan hacia el norte, a atravesar el territorio mexicano con el objetivo de entrar en Estados Unidos, donde se supone que aguarda el viejo y cada vez más costoso sueño americano. Las tierras arrasadas incorpora testimonios de sobrevivientes reales que escaparon de la muerte; esas voces escanden el relato literario, son un contrapunto documental que le recuerda al lector que esa ficción está contando una horrible verdad, la historia de lo que Monge considera el “último holocausto de la especie”.
LAS TIERRAS ARRASADAS
Por Emiliano Monge
Random House
344 páginas
$ 349