El impuesto a las criptomonedas
El impuesto al cheque fue creado por Martínez de Hoz y luego reinstalado por decreto en 2001 como parte de la emergencia económica. Como si 20 años fuera poco, el Gobierno acaba de decidir extenderlo a las criptomonedas. ¿Cómo funcionaría esto? A partir de ahora, las transacciones que contemplen contratos relacionados a las criptomonedas van a estar gravados con el impuesto a los débitos y créditos. ¿Absurdo? ¿Factible? ¿Hacia dónde apunta el Gobierno?
El Gobierno se acerca a niveles de déficit fiscal hacia fin de este año que quintuplican el déficit primario heredado a fin de 2019, cuando el gobierno de Juntos por el Cambio cerró con un 0,3% del PBI. La inflación se aleja de lo esperado con precios contenidos, tarifas congeladas y dólar pisado. Antes de las PASO de 2019 el índice de precios mayoristas había tocado el 0,1%, un logro que pasó desapercibido tras el cimbronazo del dólar en agosto de ese año. La disponibilidad de reservas del Banco Central se encuentra en un mínimo histórico, y tienden a cero.
A partir de ahora todos los tiempos económicos se aceleran para el Gobierno y las variables que esperaba mantener bajo control hasta 2023 se vuelven inmanejables en el cortísimo plazo. El equilibrio monetario de altos niveles de emisión y tasas de Leliqs para absorber esa emisión se sostiene a base de una de gracia divina. Si el ministro Guzmán no reza mucho, la tiene complicada. Su cercanía al Papa no va a resolver los problemas del país.
Rezar para los economistas nunca fue un buen plan. Por eso, el Gobierno tiene dos caminos a seguir tras el embate electoral que recibió. Uno es dar marcha atrás, escuchar a la sociedad y modificar la política económica. Esto es reducir el déficit. El otro camino es sinuoso y es seguir con más de lo mismo.
El nuevo impuesto a las criptomonedas va en esa dirección. En lugar de bajar el gasto, suben impuestos. El problema es que el Gobierno parece que ve un canal en blanco y negro, y desconoce por completo el funcionamiento de la criptoeconomía. Probablemente la recaudación por el impuesto a las criptomonedas no llegue a pagar medio mes de los sueldos del Ministerio de Economía. Pero la consecuencia más grave es que los capitales se sigan yendo del país.
El golpe a las criptomonedas se va a parecer a un golpecito, porque no logrará atrapar a los ahorristas o inversores cripto que se la rebuscarán para escapar del país. Y además tiene un efecto negativo mucho más grave: muestra al mundo que en la Argentina no cambió nada a pesar del resultado electoral, y todos los planes de inversión se atrasarán, posiblemente hasta un cambio de gobierno. Ningún inversor serio se arriesgará en un país donde el gobierno ha decidido intentar salir del pozo cavando.
Las criptomonedas son furor entre los jóvenes que ven en ellas una posibilidad de ahorro, contra los instrumentos convencionales que no son efectivos frente a la inflación y a los controles de cambio. Alguien debería hacérselo saber al Gobierno, que considera que las criptomonedas no son del pueblo, son de los ricos. Los proyectos cripto crecen en el mundo al ritmo de la innovación. La Argentina debe estar en ese mundo, digamos criptofriendly, si queremos subirnos a la ola del futuro.
Economista UBA, becario en Development Economics de la Universidad de Sussex