El impactante testimonio de Pastora Mira García ante el papa Francisco
Pastora Mira García es una mujer colombiana a la que la vida golpeó sin piedad. Como a pocos. Pese a eso, muestra una dignidad y una grandeza de espíritu, así como una entereza personal de dimensiones notables. Su rostro, sin embargo, tiene huellas del dolor que acumuló como consecuencia de la violencia que hasta no hace mucho se había apoderado de su país.
Ante el papa Francisco, portando una cruz en su pecho, Pastora habló serenamente de lo que le sucediera en Villavicencio. Su testimonio fue dramático. Cuatro veces su vida fue impactada ferozmente por la violencia. Su padre fue asesinado por la guerrilla marxista cuando ella era aún muy joven. Luego mataron a su marido. Para después secuestrar a su hija, cuyo cadáver encontró, pero recién siete años más tarde. Para ver, poco después, como la misma guerrilla asesinaba a su hijo luego de someterlo a torturas. Una experiencia de vida devastadora para cualquiera. Y son muchos los casos parecidos acumulados en una sociedad que fue sometida a medio siglo de violencia y espanto.
Entre quienes la escuchaban había otras víctimas de la guerrilla marxista. Y también algunos ex guerrilleros arrepentidos. Al culminar sus palabras, una ovación -con la gente de pie- estalló espontánea. Fue una expresión inequívoca de emoción colectiva. Sincera, como pocas. Pastora había sido invitada por la Iglesia a participar de un ejercicio de reconciliación sincera entre los colombianos, a lo que accedió. Seguramente es consciente de que la paz firmada el año pasado en su país aún debe consolidarse.
El Papa, conmovido como todos, le respondió, de inmediato. Presumiblemente con el corazón apretado por lo que acababa de escuchar. Un relato emocionante que había sido escuchado en medio de un silencio profundo. Sobre lo que sucede cuando la maldad se apodera de los hombres, sembrando muerte y destrucción.
“Mira, Pastora -dijo Francisco- tú lo has dicho bien, tú quieres poner tu sufrimiento y el de millares de víctimas a los pies de Jesús crucificado, para que se asocie con el suyo y se transforme en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que se había apoderado de Colombia. Tú tienes razón, la violencia engendra más violencia, el odio más odio y la muerte más muertes. Debemos romper esa cadena que parece inevitable y esto es posible sólo a través del perdón y de la reconciliación.” A lo que agregó: “Y tú, querida Pastora, y muchos como tú, nos han mostrado que esto es posible. Si, lo es. Con la ayuda de Cristo, presente en medio de la comunidad es posible vencer al odio, es posible vencer a la muerte, y es posible recomenzar a aportar luz a una Colombia nueva. Gracias, Pastora. Qué bien nos has hecho a todos hoy con el testimonio de tu vida. Es el Cristo crucificado de Bajaya, que nos ha dado la fuerza de perdonar y de amar”.
El Cristo de Bajaya, recordemos, es una imagen sin brazos, ni piernas. Quedó así, mutilada, por la explosión de una bomba arrojada perversamente por los guerrilleros desde afuera hacia el interior de una iglesia humilde, donde estaba la imagen. Cuando el templo se encontraba repleto de inocentes campesinos allí refugiados, decenas de los cuales murieron en el absurdo atentado.
La reconciliación es el camino para unir en paz a las sociedades destrozadas por los conflictos armados internos. Siempre. También entre nosotros. Y es hora de trabajar para lograrla. Su camino pasa necesariamente por la verdad y la justicia. Y por la grandeza de espíritu que, pese al dolor, alimenta a la serenidad en el andar. Como lo prueba el testimonio, a la vez desgarrador y esperanzador, de una mujer colombiana, Pastora Mira García.