El horror de Chaco, desde la lupa periodística
La noticia siempre está del otro lado, pero algún día habría que dar vuelta la cámara y hacer un documental de la tribu de periodistas on the road. Movileros, fotógrafos, camarógrafos, cronistas de diarios y todos estos multiplicados por dos: en su versión local conviviendo con los enviados de los medios de Buenos Aires.
El circo itinerante de la prensa tuvo cita esta semana en la capital de Chaco, conmovida por la desaparición y el presunto asesinato de Cecilia Strzyzowski, la joven de 29 años cuyo último rastro es del 2 de junio, cuando entró junto a César Sena, su pareja, a la casa de los padres de éste, Emerenciano Sena y Marcela Acuña. Cecilia nunca salió de esa casa, al menos no con vida, y los tres integrantes del clan Sena, poderosos piqueteros de esta provincia, están presos, acusados de estrangular a Cecilia para luego quemar su cuerpo y esparcirlo en el río.
La brutalidad del presunto femicidio y la naturaleza de la familia Sena, de muchos vínculos con el gobernador provincial, Jorge Capitanich, disparó una oleada de periodistas hacia esta provincia. Con los colegas establecimos una rutina con epicentro en la entrada de fiscalía y códigos bastante claros de convivencia. Ante cada entrevista, los camarógrafos se forman en fila y hacen respetar a los gritos el cuadro de su imagen. Si algún cronista invade la zona, lo bajan a los gritos. “¡Crónica, arodillate!”, se escuchó a menudo. Resignado, Crónica se arrodillaba.
Hay que decir que los camarógrafos no solo ordenan. También asisten con vocabulario. “Rastrillaje”, gritó uno cuando el fiscal de la causa se quedó en silencio en medio de una conferencia de prensa, hundido en una laguna lingüística de la que esa palabra lo rescató.
Las entrevistas en exclusiva para algún canal ansioso por llenar minutos de aire solo son admitidas luego de finalizada la conferencia de prensa, de la que participan todos en igualdad de condiciones. Los cronistas de los diarios también tenemos nuestros códigos, aunque solemos ser menos gregarios. Compartimos la información que circula, pero nos guardamos el dato que hace la diferencia. Secretos del oficio.
Además de la concentración permanente en la puerta de la fiscalía, las demandas de la información esparcieron cámaras y periodistas por un par de otros escenarios, como la chanchería de los Sena y el barrio con el que Emerenciano se auto homenajeó: lo llamó Emerenciano Sena. Repleto de rojo y de los otros símbolos de la iconografía guevarista, fue el foco de allanamientos y centro de atención de cronistas curiosos, que por lo general no fueron bien recibidos.
El barrio luce próspero y con una propuesta educativa bien dispuesta, por lo menos en términos de infraestructura. Hay una sala maternal, un jardín de infantes y un secundario prolijos, aunque un poco cargados en lo simbólico. Si no se llama Emerenciano se llama Che Guevara, o tiene un mural de Darío Kosteki y Maxi Santillán, los jóvenes asesinados por la policía en junio de 2002.
Los detalles que van apareciendo a medida que la investigación avanza se discuten durante las largas horas de espera y se calibran con cada pieza de información que sueltan los fiscales, o alguno de los abogados involucrados en la causa. El agujero negro de lo que pasó dentro de la casa de los Sena en las horas trágicas para Cecilia genera todo tipo de especulaciones. ¿Quién la mató? ¿Por qué? ¿Cómo? Los periodistas estamos tan intrigados como nuestros lectores y televidentes.
Los que peor la llevan fueron los camarógrafos y cronistas de televisión. Muchos de ellos arrancan apenas pasadas las 7 de la mañana para cubrir los madrugones que son habituales en esta provincia -acostumbrados a combatir el calor, arrancan muy temprano, cortan a la hora de la siesta y retoman por la tarde- y decir presente en los noticieros matinales. Se mantienen todo el día a base de sandwiches y baños prestados y cierran su jornada a última hora, contando por décima vez las novedades del día, en esta ocasión para las estrellas televisivas de los programas nocturnos.
Las horas de espera y la convivencia a veces demasiado intensa también se matiza con humor negro que se vuelve irreproducible cuando se trata de crímenes policiales. Pero el cinismo es apenas una máscara, una protección para soportar tanta exposición al horror.
Gloria Romero, la madre de Cecilia, lo dijo varias veces y los propios fiscales lo repitieron: la presencia de la prensa está resultando fundamental para avanzar de manera presurosa contra la máquina de impunidad generada por los Sena y sus aliados políticos. El reconocimiento, junto con la camaradería y el humor de la tribu de colegas, ayuda a alivianar las horas al sol.