El horizonte del Papa es el mundo
Venimos escuchando a mucha gente que dice que le causa dolor el rol que cumple el papa Francisco en la Argentina. Es lo que sienten muchos argentinos a partir de cómo interpretan los medios las actitudes políticas del Papa. Y reconozco que la mayoría de los curas del país tenemos que atender demandas en este sentido. Fui su vocero durante ocho años y medio, lo que me permitió un conocimiento sobre su persona que ha pasado por la admiración, el enojo y la comprensión. Hoy no oficio de vocero, pero me atrevo a escribir porque me parece que la balanza se ha desequilibrado y son muchos en la Argentina los que lo desacreditan, con falta de comprensión, sobre cosas que no necesariamente él va a salir a explicar.
Quisiera echar luz sobre malentendidos de larga data. El primero tiene que ver con su relación con el kirchnerismo y con el macrismo. Antes de decir que el Papa es peronista, los que pertenecen a ese partido deberían hacer una convención para descifrar a qué se refieren con eso. ¿Qué es ser peronista? A los que no lo somos nos resulta confuso. Basta leer los tedeum que les dedicó a los presidentes que ejercieron el poder en nombre de ese partido, Menem y los Kirchner, para enterarse de que hace muchos años Jorge Bergoglio no se sentía nada cercano a los dirigentes de ese partido, que hoy se siguen reciclando en forma tan plástica. A Mauricio Macri lo llevé yo por primera vez a ver a Bergoglio, igual que a Lilita Carrió, que, hasta que fue papa, lo amaba. La relación con Mauricio fue siempre correcta, dentro de los límites que imponen las decisiones políticas. Jamás le dedicó un discurso público desacreditándolo, como sí lo hizo con los gobiernos anteriores. La Iglesia, en sus documentos, define la relación con los gobiernos como de cooperación y sana independencia. Interpretar la cercanía final con Cristina sería no entender el motivo de esa relación, que no se basó en la simpatía, sino en la misericordia. Supongo que él la escucharía bastante y, dentro de sus posibilidades, le daría algún consejo. Ella no iba en visita oficial. Lo llamaba por teléfono y acordaba ir a verlo a Santa Marta.
Vale aquí hacer una digresión. En Europa el protocolo es estricto. Si un gobierno pide una visita oficial, lo pasan a tramitar ambas cancillerías. Por ende, está pautado cuánto dura, quién y dónde recibe. En Santa Marta, es el papa quien recibe, el que da el horario y decide cuánto dura una entrevista. Fue el macrismo el que planteó que quería visita "oficial", no el Papa. Los que lo conocemos sabemos que disfruta del encuentro mano a mano. La formalidad vaticana le produce incomodidad. Su gesto adusto sólo él lo puede explicar, pero no me parece tema de debate político. Francisco, por otro lado, prefiere el conocimiento interpersonal, pues en esas relaciones se establece un tipo de vínculo que permite un ida y vuelta entre seres humanos. El conflicto con Cuba no se solucionó por discusiones entre gobiernos: los acuerdos fundamentales los hizo él hablando con ambos presidentes.
Soy amigo de Mauricio Macri, a quien conocí antes de que se involucrara en política, y de Carlos Kunkel, con quien viajé a Israel y Palestina. No se parecen nada entre sí. Que por motivos de la vida los haya conocido no significa que no tenga diferencias en cuanto a las decisiones que toman en ámbitos públicos. Por ejemplo, Jorge Bergoglio es amigo de la mujer de Guillermo Moreno desde hace muchos años; de ahí viene su relación con Moreno. Jesús también tenía amigos que los fariseos juzgaban poco presentables: Mateo era recaudador de impuestos. "¿Cómo tu maestro come con prostitutas y pecadores?", preguntaban a los apóstoles, porque veían que Jesús frecuentaba gente poco recomendable.
Durante mi período en la oficina de prensa tengo montones de fotos de Jorge Bergoglio. El 95% atestiguan que se ríe poco cuando se las toman. Las fotos en las que se ríe se las sacan en conversaciones espontáneas, cuando no se da cuenta de que se las están tomando.
En cada audiencia de los miércoles hay entre 60.000 y 80.000 personas en la Plaza San Pedro. Por deferencia hacia nosotros los argentinos, recibe a algunos que lo pueden saludar personalmente y obtener una foto con él. ¿Significa eso que valida a cada persona que esté ahí?
El Papa no tiene registro de qué pasó con Margarita Barrientos. Nunca se anotició de que estuvo ni de que la sacaron. En la audiencia general había dos espacios. Uno lo manejaba la embajada argentina; el otro, la Secretaría de Estado a través de la Nunciatura en Buenos Aires. Margarita fue al espacio que manejaba la embajada. Dudo de que Francisco tenga tiempo para decir quién sí y quién no; de hecho, cansado de estos malentendidos, suprimió el lugar asignado a los argentinos por la embajada y reestructuró el de la Secretaría de Estado.
A mí, como católico, lo que ha hecho y hace el Papa no me da tristeza, sino que me llena de alegría. Me impresiona lo que ha logrado en favor de la paz en el mundo entero. Lo que ha hecho por el cambio climático, su lucha por los refugiados, sus esfuerzos para combatir la corrupción y su lucha para extender la imagen de un Dios misericordioso a todos los hombres.
Las cosas que se dicen de él en la Argentina me causan tristeza porque me parecen pequeñeces domésticas. Cuando pasen los años, el mundo aún lo recordará como uno de los papas más extraordinarios que ha dado la historia, como les pasó a tantos cuando Bergoglio se convirtió en Francisco, que se lamentaban de no haberle prestado atención acá. Ahora también se están perdiendo lo que hace allá. Eso no significa que no tenga defectos, pero a una persona se la juzga por todo lo que hace y no sólo por el puñado de argentinos que recibe o deja de recibir.
Hay que entender que para Francisco hoy su horizonte es el mundo, también la eternidad, y que es pastor universal de la Iglesia. Ojalá los argentinos rezáramos por él para acompañarlo en su tarea, en vez de estar como los hijos celosos mirando cuánto le da a cada uno y peleándonos por eso en el asiento trasero del auto.
Sacerdote, director del servicio de pastoral universitaria del arzobispado de Buenos Aires