El hombre que impidió una guerra nuclear
Hace 60 años, la negativa del oficial ruso Vasili Arkhipov a disparar desde su submarino durante la crisis de los misiles entre EE.UU. y Cuba evitó una contienda atómica
NUEVA YORK
A medida que parece crecer la posibilidad de usar un dispositivo nuclear en Ucrania, con cada lado culpando al otro, vale la pena recordar lo cerca que estuvo el mundo de un desastre atómico como resultado de los misiles nucleares instalados en Cuba por la Unión Soviética. En ese momento, el mundo se salvó de ese horrible escenario gracias al acuerdo entre el presidente John F. Kennedy y Nikita Khrushchev, primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Sin embargo, es posible que el mundo se haya acercado aún más a la aniquilación debido a hechos similares como los ocurridos en octubre de 1962, que culminaron en lo que se conoce como “sábado negro”, que hicieron que el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Robert McNamara, afirmara que los Estados Unidos estuvieron “muy cerca” de la guerra nuclear, “más cerca de lo que sabíamos en ese momento”. El héroe detrás de los hechos mencionados por McNamara fue Vasili Arkhipov, un oficial naval soviético.
Mientras los políticos discutían cómo resolver la crisis de los misiles en Cuba, cuatro submarinos soviéticos fueron enviados en una misión conocida solo por algunos altos funcionarios del Partido Comunista. Se desconocía el destino, que se revelaría una vez que los comandantes de los submarinos estuvieran en el mar. La orden era que las cuatro naves viajaran 7000 millas, partiendo de una base secreta en el Círculo Polar Ártico. Cruzarían el Océano Atlántico y permanecerían en Mariel, Cuba, donde podrían servir como vanguardia para las fuerzas soviéticas, cerca de la costa continental de los EE.UU..
Probablemente porque la comunicación con Moscú no siempre fue fácil, los comandantes de los submarinos tenían órdenes de actuar sin las instrucciones de sus superiores si lo consideraban necesario. Esas órdenes implicaban incluso disparar un torpedo nuclear de aterrador poder, llamado “arma especial” por los soviéticos, que portaban cada uno de los submarinos.
Sin embargo, había un protocolo de seguridad muy estricto que requería que tres personas dentro del submarino estuvieran de acuerdo para lanzar un ataque: el capitán, el oficial político, quienes tenían media llave para activar el mecanismo de liberación, más el comandante de la flota. Arkhipov era uno de los pocos hombres que conocía de antemano los objetivos de la misión.
Los cuatro submarinos, entre ellos el B-59, donde estaba embarcado Arkhipov, eran de propulsión diésel-eléctrica y, según los estadounidenses, totalmente inadecuados para la misión. Los estadounidenses habían desplegado los mecanismos de detección de submarinos más actualizados y sofisticados que incluían, destructores, helicópteros y aviones de vigilancia. En ese momento, el presidente Kennedy había ordenado a los barcos estadounidenses que formaran un anillo alrededor de Cuba para detener el flujo de armas soviéticas. Se ordenó a cuarenta destructores, cuatro portaaviones y 358 aviones que patrullaran la zona.
La tripulación del B-59 llevaba tres semanas y media fuera de casa, en condiciones difíciles y prácticamente sin comunicación con Moscú. Los submarinos diésel-eléctricos soviéticos tuvieron que salir a la superficie para recargar sus baterías, pero, por temor a ser descubiertos por los estadounidenses, el B-59 tuvo que sumergirse más profundamente, con solo la carga suficiente en sus baterías para permanecer apenas seis horas.
Mientras tanto, los aviones estadounidenses habían visto tres submarinos en el área, el B-59 entre ellos. El presidente Kennedy, sin embargo, había dado órdenes estrictas de no atacar pero que, una vez detectados, los submarinos debían ser conducidos a la superficie. Incapaces de comunicarse con Moscú, los hombres del B-59 estaban asustados y desconcertados.
El portaaviones USS Randolph había atrapado al B-59 cerca de Cuba y comenzó a arrojar cargas de profundidad, para obligar al submarino a salir a la superficie para su identificación. Debido a que el B-59 estaba estacionado a demasiada profundidad para monitorear cualquier señal de radio, los que estaban a bordo no sabían si había estallado la guerra.
El capitán del submarino B-59, Valentin Grigorievitch Savitsky, pensó que la guerra había comenzado y quiso lanzar un ataque nuclear. Una dura discusión estalló entre el capitán, el oficial político Ivan Semonovich Maslennikov, y Vasili Arkhipov, segundo al mando del submarino, pero comandante de la flota de cuatro submarinos que incluía, además del B-59, el B-4, B-36 y B-130.
La posición de Arkhipov finalmente prevaleció; persuadió a Savitsky para que saliera a la superficie y esperara órdenes de Moscú. Gracias a su determinación se evitó una guerra nuclear de devastadoras consecuencias. El valor y la determinación de un solo hombre salvaron al mundo de la aniquilación. Las paradojas de la historia: mientras un heroico oficial soviético impedía un conflicto nuclear, el actual presidente ruso Vladimir Putin amenaza comenzar una guerra nuclear de terribles consecuencias para toda la humanidad.