El hambre no tiene un final feliz
En la Argentina, un millón de niñas y niños se van a dormir sin cenar cada noche. Si consideramos además a aquellos que se saltean alguna comida, la cifra asciende a 1,5 millones de chicas y chicos. Este alarmante dato, relevado en 2024, es el núcleo de la campaña de Unicef “El hambre no tiene un final feliz”, que busca visibilizar, movilizar a la sociedad y abordar la crisis alimentaria que afecta a la infancia.
Desde 2011, la Argentina experimenta una crisis económica marcada por el estancamiento económico y una inflación sostenida, que en los últimos años se ha acelerado con impactos sobre la vida de miles de hogares y, especialmente, donde viven niñas y niños. Según datos oficiales, en el segundo semestre de 2023, la indigencia en niñas y niños aumentó al 19%: 2,3 millones de chicos y chicas, 800.000 más que en 2022. La pobreza monetaria alcanzó al 59% de la infancia: 7,3 millones de niñas y niños. Los datos para el primer trimestre de 2024 son más alarmantes, la pobreza en la niñez alcanza a 7 de cada 10 chicos y la pobreza extrema, a 3 de cada 10. Esta situación demanda una respuesta urgente.
En los últimos 36 años, la Argentina nunca ha perforado el piso del 30% de pobreza monetaria en la niñez. Pero, a pesar de ser un problema estructural, es erradicable. Las políticas de transferencias de ingresos, como la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la prestación Alimentar, han sido fundamentales para mitigar los niveles de pobreza extrema infantil, que sería casi 10 puntos porcentuales más alta sin estas medidas. En este contexto, en el marco de un fuerte ajuste fiscal, el gobierno nacional ha protegido el presupuesto destinado a la AUH, previéndose un incremento interanual del 48% en términos reales respecto de 2023.
La clave para contribuir a la reducción de la pobreza infantil reside, en un contexto como el actual, en implementar políticas que garanticen a todos los niños y niñas un nivel de ingresos que cubra sus necesidades básicas, fundamentalmente, una alimentación adecuada y condiciones de vida dignas. Además, resulta crucial identificar e incluir a los niños y niñas que hoy están excluidos de cualquier tipo de transferencia monetaria. En otras palabras, se deben mantener y fortalecer los esfuerzos para asegurar que todos los niños y niñas en situación de vulnerabilidad reciban el apoyo necesario para superar la pobreza.
Los niños y niñas no pueden decidir sobre los cursos de acción que los llevan a vivir en contextos de pobreza, pero sufren sus consecuencias a corto y largo plazo. La pobreza infantil es intolerable y es responsabilidad de todos, especialmente de quienes pueden tomar decisiones y deben actuar para revertir esta realidad.
El hambre no tiene un final feliz. Es una situación extrema que requiere acciones urgentes. Hacemos un llamado a la sociedad argentina a no mirar para el costado. Tomemos conciencia de la importancia de actuar para mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas más vulnerables. Solo a través de un esfuerzo colectivo podremos construir un futuro donde el bienestar de la infancia esté garantizado.
Es hora de demostrar que en la Argentina el hambre en la niñez no tiene lugar y que todos podemos hacer algo para cambiar esta realidad.ß
Especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Derechos de Unicef Argentina