El gremialismo combativo echa raíces
Aunque no hay estadísticas, el crecimiento de sectores más radicalizados y antiburocráticos se puede constatar en gremios y en comisiones internas. Desde 2007, los conflictos laborales decididos sin participación de estructuras sindicales van en aumento, lo que da una idea de este fenómeno en ascenso
¿Qué hay de nuevo en el viejo sindicalismo? Cuando pasado mañana se conmemore otro 1° de Mayo, Día Internacional del Trabajo, los gremialistas argentinos mostrarán, como nunca, un rostro surcado por fuertes contrastes.
Por un lado, una estructura tradicional, dominada por dirigentes que llevan décadas en sus puestos, que cruje, se agrieta y sigue mostrando cómo le cuesta superar sus peores costumbres. Aunque está lleno de ejemplos, esta misma semana volvieron a quedar en evidencia algunas tradiciones lamentables asociadas con nuestro modelo sindical, como la de la violencia, con dos enfrentamientos a los tiros entre fracciones del gremio de la construcción (Uocra).
Tampoco desentona en este cuadro un proceso de "renovación" de la CGT en el que está en juego cambiar al camionero Hugo Moyano por el metalúrgico Antonio Caló, que tiene como socios a muchos dirigentes que están aferrados a sus cómodos sillones desde hace treinta años y a los que la presidenta Cristina Kirchner defenestraba hasta hace poco por haber apoyado al menemismo, como Luis Barrionuevo, Oscar Lescano, Armando Cavalieri, Rodolfo Daer y Carlos West Ocampo.
Por otro lado, nuevas camadas de dirigentes y de delegados están comenzando a consolidarse en el mapa sindical y producen transformaciones para seguir de cerca, como el de los metrodelegados del subte, que lograron conformar un sindicato propio, con reconocimiento oficial, o el de los ferroviarios de la línea Sarmiento, que se convirtieron en referentes del gremialismo combativo.
La mayoría proviene de la izquierda, que nunca pudo disputarle seriamente al peronismo el predominio en el movimiento obrero, pero los que se consolidan y tienen mayor respaldo de sus bases son precisamente los que se alejan de cierta práctica sectaria y petardista que caracterizó a algunas agrupaciones del tronco marxista-leninista-trotskista, y hoy no reniegan de aliarse con sectores peronistas, predican la unidad de la CGT, critican la atomización de los sindicatos y no atan su estrategia a la línea política de ningún partido.
¿Llegó la hora de "la zurda loca", como bautizó el metalúrgico Juan Belén a los dirigentes de la CTA, a quienes, dijo, "manejan de afuera y a través de la Cuarta Internacional"?
Agustín Santella, investigador del Conicet y del Instituto Gino Germani, consideró que "la mayor incidencia de la izquierda o el activismo combativo es parte de la recuperación sindical y el conflicto laboral, en general debido a la mejoría en el mercado de trabajo y al contexto ideológico o político más favorable a la actividad sindical, si comparamos los años 90 con el período kirchnerista. Pero también este avance, en particular en el sector industrial, es debido a que sectores de izquierda tienen una estrategia sistemática de organizar a los trabajadores, que en condiciones sociales favorables rinde sus frutos".
Indomables
Un problema: no existen estadísticas oficiales ni privadas que acrediten el avance de sectores combativos en los sindicatos o en las comisiones internas. Pero basta salir a la calle para saber que las medidas de fuerza se multiplican en sectores clave, sobre todo en el transporte, porque allí hay cuerpos de delegados indomables.
Algunas pistas sobre este fenómeno aparecen en el relevamiento periódico de los conflictos laborales del Observatorio del Derecho Social, que depende de la CTA. En el último informe se registra un significativo porcentaje, que ronda el 13%, prácticamente estable desde 2007 hasta el año pasado, de las protestas que llevan adelante los trabajadores en el sector privado sin estar necesariamente encuadrados en un sindicato. También se midieron los conflictos llevados adelante por sindicatos o comisiones internas vinculadas con partidos de izquierda: en 2011 sumaron 47 conflictos, que representaron el 11% del total en el sector privado.
Es decir, hay una sugestiva cantidad de medidas de fuerza que fueron decididas sin ningún aval orgánico de quienes manejan los sindicatos. Es el primer indicio de que existe una brecha entre los trabajadores y las entidades que los representan.
El director de Estudios de Relaciones de Trabajo del Ministerio de Trabajo, Héctor Palomino, sostuvo que "hay mucho ruido de superficie", pero que "el conflicto base-dirección es casi constitutivo en la historia de los sindicatos en la Argentina". Admitió que "desde 2003 pudo haber recrudecido por el retiro de los sindicatos de los lugares de trabajo que se produjo en los años 90", pero dijo que, a diferencia de esos años de menemismo en que reinaba la flexibilización laboral sin mucha resistencia gremial, "ahora el sindicato importa y en el 70% de las empresas grandes hay cuerpos de delegados".
Y aquí aparece el otro elemento que ayudaría a comprender por qué avanzan los sectores sindicales menos vinculados con las conducciones tradicionales: entre 2001 y 2010 se crearon más de cuatro millones de puestos de trabajo en el país (según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina, Cifra).
La mayoría de esos nuevos trabajadores, según coincidieron varios expertos consultados por Enfoques, son jóvenes, hay muchas mujeres y mucha presencia de clase media. Para Palomino, fue "un cambio fenomenal en la base social del trabajo, sólo comparable históricamente con dos períodos, de 1935 a 1945, etapa de industrialización que desembocó en el peronismo, y el de los años 60".
La juventud de esos miles de nuevos trabajadores está provocando cambios de todo tipo en el mundo laboral, muchos de ellos no suficientemente medidos ni atendidos. Daniel Funes de Rioja, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) y presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), mencionó la existencia de un "divorcio generacional", no de carácter ideológico, entre esos nuevos trabajadores y quienes manejan las estructuras gremiales. Y ejemplificó: "Cuando entre 2009 y 2011 empezaron las negociaciones salariales, pensé que iba a haber una retracción de la gente pensando en la memoria histórica de la hiperinflación. Expertos politólogos me dijeron que eso ya no existe, que no es esta generación. Es decir, el trabajador de entre 20 y 28 años no trabajaba durante la hiperinflación y, por ende, no tiene memoria histórica de eso. El primer dato, de tipo sociológico o psicológico social, es esta brecha generacional, con un lenguaje diferente, con consignas distintas y en donde, incluso, en rubros como el desarrollo de software o los call centers, todo el rito de las relaciones laborales es diferente al de una fábrica en los años 50 o 60 o 70".
Algo similar remarcó Beto Pianelli, secretario general de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP), ex militante del MAS y una de las estrellas del nuevo sindicalismo combativo (además de la gran pesadilla de los usuarios del subte). "En una asamblea estábamos discutiendo la jubilación y yo decía que teníamos que pedir el 82% móvil, pero un laburante joven me para y me dice: ¿Por qué el 82% y no el 100%?. Y claro, pensé recién ahí, el 82% es el reclamo histórico, pero ¿por qué no el 100? No lo sé...Vamos a ver cantidad de fenómenos nuevos. Es inevitable cuando hay un proceso de crecimiento donde hay más estabilidad laboral y cuatro millones de trabajadores nuevos, que no tienen la lógica de la vieja estructura".
Frente al combo de nuevos trabajadores, jóvenes, muchos provenientes de la clase media, cuestionadores, críticos de la tradición, enemigos del verticalismo y sin tantas ataduras a las ideologías, ¿cómo responden los gremios? O, mejor dicho: ¿responden?
Osvaldo Battistini, sociólogo, profesor de la UBA e investigador del Conicet, afirmó que "más que un fenómeno de burocratización, lo que se produce es un distanciamiento muy grande entre esos trabajadores que cambiaron y la identidad tradicional de los dirigentes sindicales". "El sindicato se sostiene igual, y esto tiene que ver con la estructura legal y el aparato en sí mismo, pero –advirtió– los trabajadores cambiaron y ellos no se dieron cuenta".
Peor aún: a partir de los años noventa, los sindicatos hallaron una forma de sortear la tendencia a la desafiliación y mantener la caja: la "cuota solidaria", que se aplica en casi todas las actividades y consiste en un descuento de entre el 0,5 y el 4% del sueldo de todos los trabajadores que va a parar a las arcas del sindicato, y que suele estar complementado por aportes "solidarios" de los empresarios a las organizaciones gremiales, en general para financiar mutuales o institutos de capacitación.
En la práctica fue la mejor vía para que los gremialistas recaudaran sin importar que los trabajadores se afiliaran y aportaran al sindicato. Según Battistini, "esto incrementa la lógica del distanciamiento porque los dirigentes pueden pensar: «¿Para qué necesito a los trabajadores? ¿Cuál es la necesidad de aproximarme, convencerlos, decirles que se afilien, que militen? Al revés, no quiero que vengan. Si vienen, me complican»".
Aquí sí, como puede comprobarse, la brecha es aún más clara: trabajadores nuevos y sindicatos viejos que no los necesitan para sobrevivir (apuntalados, además, por elecciones tramposas y estatutos que desalientan todo tipo de oposición interna). Allí, en ese caldo en que se cocinan hoy las tensiones del mundo laboral, es donde la izquierda y sectores combativos independientes encuentran el mejor escenario para multiplicarse.
Pablo Micheli, titular del ala antikirchnerista de la CTA, sostuvo que "lo que crece es un modelo de dirigente, de delegado, de activista antiburocrático que reclama más participación, más pluralidad, y que se planta en defensa de las reivindicaciones de los trabajadores". Y aportó dos casos recientes de gremios en los cuales surgió una dirigencia distinta, como el del Sindicato de Empleados y Obreros del Ingenio Ledesma, donde Rafael Vargas le ganó al peronismo ortodoxo, y el nuevo sindicato docente de Catamarca, Aduca, que lidera Olga Ponce de León y que se creó luego de que, en rechazo a las negociaciones salariales, muchos docentes se desafiliaron de los gremios del sector.
No coincide con aquella visión Claudio Marín, secretario adjunto de la seccional Buenos Aires del gremio telefónico (Foetra), que proviene del trotskismo y que desde hace quince años comparte la conducción con un peronista. "No hay un fenómeno de masas, sino diez lugares donde han surgido vanguardias, pero sí hay un crecimiento del sindicalismo en general. El problema de la izquierda es que pone por encima de los objetivos generales los partidarios, y eso te hace perder los sindicatos. Nosotros tenemos un contrato sencillo con la gente, que es defenderle los porotos: salario y condiciones de trabajo".
Para Rubén "Pollo" Sobrero, otro ex militante del MAS que se convirtió en una de las caras más reconocidas del gremialismo rebelde, el crecimiento de los sindicalistas combativos "es marginal en relación con el movimiento obrero, pero cambia si tomamos en cuenta las luchas, porque la izquierda tiene un alto grado de visibilidad por los métodos que adopta y porque la conflictividad es más perceptible en los trenes o los subtes que en una fábrica de fideos".
Mayor exposición
Si es por visibilidad, algo trágico, como la muerte de Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero (PO), durante una manifestación de trabajadores ferroviarios tercerizados, le permitió a la izquierda poner a la burocracia de la Unión Ferroviaria bajo la lupa, con sus negocios, sus patotas y sus relaciones con el poder político. Néstor Pitrola, dirigente del PO y sindicalista gráfico, admitió: "Pegamos un salto por la lucha que dimos tras la muerte de Mariano, en la lucha de los tercerizados y, fundamentalmente, para llevarlo a la cárcel a José Pedraza. Un crimen nunca ayuda, pero se nos ha empezado a conocer más tal cual como somos".
Pitrola aseguró que "hay nuevos cuerpos de delegados en perfumistas, confiteros, textiles, gremios que tradicionalmente no han sido de izquierda". Este dirigente fue uno de los que presidieron, hace dos semanas en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, una conferencia sindical nacional a la que, según estimó, concurrieron "alrededor de 2000 delegados representativos de algo más de 120 gremios de todo el país".
Alejandro Bodart, secretario general del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y diputado porteño, hizo sus propias cuentas: "Estamos en todos los niveles de conducción, con 18 provincias, integrados a las conducciones locales y en bastantes seccionales de gremios". Y advirtió que la estrategia del MST, a diferencia del "ala sectaria de la izquierda, como el PO, es profundizar "las construcciones frentistas".
Un test decisivo serán las elecciones en el Sindicato de Alimentación, conducido por Daer, que se realizarán el 10 del mes próximo. Allí, el ex líder de la CGT e integrante de "los Gordos" se enfrentará, por primera vez, a una lista unificada de la izquierda.
La sola conformación de esa nómina, de todas formas, grafica el ascenso de los delegados más duros en empresas del sector alimentario como Kraft, Pepsico, Bonafide y Felfort.
Muchos se acuerdan del virulento conflicto de Kraft, en 2009, con despidos, cortes en la Panamericana, represión policial y fuerte presencia de partidos de izquierda. Hugo Moyano, por entonces aliado al Gobierno, lo ponía de ejemplo del caos que se expandiría si el progresismo K insistía en defender la libertad sindical.
Hoy, Moyano parece contagiado del espíritu del sindicalismo combativo, y la ebullición en las bases, al calor de los nuevos trabajadores y la inacción del viejo andamiaje sindical, está lejos de la revolución, pero más cerca de consolidarse como un fenómeno aún indescifrable, tan peligroso para algunos como esperado para otros.
Norberto Pianelli
SINDICATO DE SUBTES
Trayectoria : entró en la empresa Metrovías en 1994 y fue delegado a partir de 2000
Edad: 44 años
Su sueño era ser estrella de rock o jugador de fútbol. Militó en el trotskismo y hoy, en el partido de Martín Sabbatella. Integra la CTA de Hugo Yasky.
Usted fue delegado combativo y ahora tiene una responsabilidad superior al frente del gremio. ¿Cómo vive ese proceso internamente?
Ser combativo no quiere decir que no seas serio en la discusión, no es ser loco. Esta es una clave de las experiencias que fracasaron. Ser combativo es llevar adelante los intereses de la gente y saber en qué momento se puede ir hasta acá o hasta allá. Ser honesto en una discusión, audaz cuando podes serlo y conservador cuando tenés que serlo.
Es difícil que los usuarios entiendan tantas protestas que los dejan de a pie.
Hemos tenido políticas inusuales, como la apertura de molinetes. Es para compensar que algún día al pasajero lo vamos a dejar cuatro horas sin subte. Pero ¿cuánta gente lo entiende? Hacemos el discurso para doña Rosa. Yo hago el discurso para mi mamá. Si me dice: "Mmm, me parece que?", está mal.
El de ustedes es un gremio bastante raro: peleó para que los trabajadores tuvieran más tiempo libre, editan libros y discos...
Creemos que la pelea es por la cabeza. Como dice un amigo en un libro sobre la historia del PC: "Las peleas de los comunistas, los socialistas, los anarquistas, eran por el tiempo libre, no era por el lugar de trabajo". La pelea central es por la conciencia, la cabeza del trabajador. Si vos ganás muy bien, está bárbaro, pero si después que salís del trabajo te comprás un televisor cada vez más grande para ver los culos en lo de Tinelli, no lograste nada.
Ruben sobrero
FERROCARRIL SARMIENTO
Trayectoria: entró a la empresa en 1995 y se mantiene como delegado desde 1997
Edad: 50 años
Su papá es peronista y su madre, radical. Militó en la JP, en el MAS y hoy, en Izquierda Socialista. Vive en un modesto departamento en Haedo.
Usted es uno de los principales exponentes del sindicalismo de izquierda, pero es muy crítico del sector.
La izquierda argentina es bastante infantil. Muchos se creen que porque dirigen una comisión interna ya son los representantes de los trabajadores en el país. Y no es así. Estamos muy lejos de eso. Algunos quieren ser más puros que el agua cristalina y esto no es una facultad ni un colegio. Acá vos disputás el corazón del PJ, tenés que tener una política seria para que los trabajadores te sigan.
La izquierda perdió el ferrocarril Roca porque fue dividida a las elecciones...
Nahuel Moreno, el dirigente que más he respetado en mi vida, siempre decía que si vas a un café y encontrás cuatro trotskistas discutiendo, seguramente pertenecían a cinco partidos distintos. Y ese es el drama que tenemos. A los militantes de izquierda se los educa para priorizar las críticas hacia el otro partido antes que unificar fuerzas contra el sistema.
¿Es un buen momento para el sindicalismo combativo?
Es un momento muy interesante en la política, momento de cambios. Por eso es muy importante no dividir el movimiento obrero, fortalecer una sola CGT, actuar dentro de los gremios, tener una política que no responda a un sector político sino a las necesidades de la clase. Y tender puentes al peronismo. Si no, vas a ser una vanguardia iluminada de cuatro tipos. Yo no estoy para eso. Quiero dirigir un sector del movimiento obrero. No estoy para tirar tiros en la calle.