El gran escape de Carlos Ruckauf
Aunque se presentó como un hombre despojado de todo interés personal y con el único motivo de hacer un aporte al presidente Duhalde en tiempos de crisis, su llegada a la Cancillería se parece más a una fuga desesperada de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, sobre todo cuando se revisan los números del cuantioso déficit fiscal del Estado más poderoso del país
Carlos Federico Ruckauf entregó la banda de gobernador de la provincia de Buenos Aires el viernes 4 de enero por la mañana, en La Plata. Al mediodía juró como canciller en la Casa Rosada, llamó a una conferencia de prensa, saludó rápido a los diplomáticos de carrera y salió disparado hacia el Palacio San Martín. Tenía una cita impostergable: un almuerzo con diputados y senadores peronistas ante quienes ratificó su ambición de ser candidato a la presidencia en el año 2003. No quería que sus aliados políticos interpretaran el abandono de la provincia como una renuncia verdadera.
"Todavía hay gente que no entiende. Cree que los "fierros" en política siguen siendo los micros, los estadios llenos... Y los "fierros" en la política están en la relación con la gente, y hoy en día nadie quiere votar ni a los peronistas ni a los radicales...", dijo Ruckauf para explicar como una retirada táctica la decisión que lo había empujado a dejar la provincia de Buenos Aires, según recuerdan tres de sus invitados. Durante la conferencia de prensa, el canciller había ensayado la versión oficial. Se presentó como un hombre que, despojado de todo interés personal y con el único objetivo de hacer un aporte al país en tiempos de crisis, resignó el poder que significa manejar la provincia para colaborar con la presidencia de Eduardo Duhalde. En el almuerzo mantuvo un tono muy elogioso hacia "el gobierno de transición" que encabeza Duhalde, el presidente que dice tener como única ambición completar en los próximos dos años el mandato de Fernando de la Rúa. "Nos dijo que con Duhalde estaban funcionando en perfecta sintonía y ratificó que él seguía en carrera para el año 2003", contó uno de los comensales. Estaban, entre otros, los senadores José Luis Gioja y Jorge Busti; los diputados Arturo Lafalla, Miguel Angel Toma, Fernando Maurette y Pablo Fondevilla; y el legislador porteño Jorge Argüello.
Una semana antes, cuando aún creía que Adolfo Rodríguez Saá llamaría a elecciones el 3 de marzo, Ruckauf había convocado a ese mismo grupo a las oficinas del Banco Provincia en la Capital Federal. Quería armar su equipo de campaña en el nivel nacional. Luego, ya transformado en canciller de Duhalde, se sintió obligado a dar una explicación ante los legisladores que, al perder la referencia que importa el alineamiento con un gobernador, habían empezado a llamarse entre ellos "los sin techo". En teoría, nadie que tenga una ambición presidencial renuncia dos años antes de terminar su mandato a la provincia de Buenos Aires (el principal distrito electoral del país, que ofrece el manejo de un presupuesto de más de 10 mil millones de pesos) para replegarse en la Cancillería, un ministerio con cierto lustre, pero que vive con menos de 300 millones de pesos al año.
Pero esa comparación -que es la favorita de Ruckauf- esconde otros números, los números que muestran que la situación de la provincia de Buenos Aires es muy comprometida desde el punto de vista social y financiero (de lo que se informa por separado).
En los pocos días que lleva como gobernador, Felipe Solá se ha cansado de repetir que recibió de Ruckauf una pesada herencia. Solá nunca tuvo una buena relación con su ex jefe y sus críticas le sirven para descargar el costo político por el ajuste que tendrá que aplicar. Pero también es cierto que la situación, tal como la dejó el actual canciller, es insostenible.
Solá ensayó otra línea argumental para marcar diferencias con su antecesor. "Este gobernador va a estar permanentemente en la provincia. No habrá viajes supuestamente de trabajo mientras haya problemas. Voy a estar en La Plata y donde tenga que estar", prometió. La frase sugiere que Ruckauf no pasaba demasiado tiempo consumido por la gobernación.
Hasta los aliados de Ruckauf admiten que la gestión cotidiana de la provincia le resultaba tediosa al hombre que cree que la política es ante todo una estrategia de comunicación, que la imagen cuenta más que millones de unidades básicas. Solá lo había bautizado Flecha Veloz, porque llegaba a los actos, posaba de manera estudiada para la foto (siempre busca con su mirada el mejor ángulo) y se perdía en el helicóptero antes de quedar atrapado en los detalles de cada municipio.
Diego Guelar, que fue secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la provincia, solía bromear sobre la poca frecuencia con la cual Ruckauf convocaba a su equipo de colaboradores. "¡Qué joven que estás! ¡Y eso que no nos vemos desde la última reunión de gabinete!", saludaba a sus compañeros Guelar, que ahora regresará a Washington como embajador de Duhalde.
Muchos intendentes peronistas de la provincia de Buenos Aires, que en su gran mayoría responden al más puro duhaldismo, dicen que La Plata siempre fue para Ruckauf un trampolín, un lugar de paso donde sólo se propuso buscar el momento oportuno para pegar el salto. "En sus dos años como gobernador tuvo con nosotros dos reuniones, y en la primera ya nos dijo que él estaba de paso en la provincia, que su objetivo era la Presidencia", contó a LA NACION un intendente de un distrito muy poblado que tiene poco afecto por el actual canciller.
En los comienzos de la presidencia de Fernando de la Rúa, Ruckauf creyó que podía manejar los tiempos a su gusto. Las encuestas -que consulta con la devoción de un fanático religioso- lo mostraban como el opositor mejor posicionado frente a un gobierno débil que apenas podía aspirar a completar su mandato. Su imagen sufriría un deterioro con el fracaso que representó su política de "mano dura" con los delincuentes; con el accidentado paso del carapintada Aldo Rico por su gabinete; con las denuncias de la Suprema Corte provincial sobre violaciones a los derechos humanos de menores en comisarías, y con el escándalo de las 800 mil zapatillas que repartió tras imprimir su firma en la lengueta.
Mientras tanto, se acercó al gobierno de la Alianza, para hacer de cuenta que intentaba salvar a un ahogado, con el objetivo de romper lanzas en el momento oportuno. Pensó en suceder a De la Rúa y en devolverle en el 2003 la gobernación a quien seguía siendo su verdadero dueño: Duhalde.
Entre ellos ya habían ensayado otros pases. Cuando se fue a La Plata, Duhalde trabajó para que Ruckauf integrara la fórmula de 1995 y lo sucediera como el vicepresidente de Carlos Menem. Más tarde, cuando ya había agotado el máximo permitido de dos períodos consecutivos como gobernador, le pasó el mando provincial. Ruckauf le devolvió la gentileza: nunca dijo que el déficit provincial había explotado durante los últimos dos años de la gestión de su antecesor (ver infografía). Pero Duhalde nunca le entregó los verdaderos atributos del poder territorial, como quedó demostrado cuando se puso en juego de manera precipitada la sucesión de De la Rúa.
De manera independiente, Ruckauf intentó presentarse como la persona ideal para completar el mandato, alegando que la Constitución, debido a su paso por la vicepresidencia, le impediría presentarse otra vez en el 2003. No consiguió quórum. Cuando la ecuación interna del peronismo impuso a Rodríguez Saá, apostó a las elecciones, aunque al final percibió que el puntano no podía gobernar ni tres meses y sólo mantuvo esa postura en público para marcar diferencias con el cordobés José Manuel De la Sota. En el camino, un grupo de poderosos intendentes bonaerenses, reunidos en el despacho del titular de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, reafirmaron su fidelidad a Duhalde.
"Ahí entendió que, aunque se quedara en La Plata, jamás iba a contar con el peronismo bonaerense; aprovechó el momento y se rajó", interpretó uno de ellos.
"Aunque estuviera devaluado, Duhalde lo necesitaba para llegar a la presidencia y ahí negociaron la Cancillería. A Ruckauf le encanta, cree que desde ahí va recuperar su imagen, y le vino bárbaro porque venía buscando hace rato una excusa para irse de provincia", terció un peronista que fue parte de su equipo en La Plata.
Cuando le hablan de traiciones, Ruckauf suele decir que el duhaldismo puro no es lo mismo que Duhalde. Sus asesores más cercanos juran que la alianza entre ellos es más sólida que nunca. El canciller tiene ahora cierta vulnerabilidad frente a un presidente que puede en cualquier momento exigirle la renuncia.
Pero Ruckauf, que recorrió el mundo como vicepresidente, se mueve con soltura en el exterior y apuesta a reinventar su imagen doméstica a fuerza de la proyección internacional. Cree que tiene mucho margen de maniobra porque Duhalde, a diferencia de Menem, se siente incómodo cada vez que traspasa las fronteras argentinas.
"Toda su carrera hizo piruetas, y cree que ésta, aunque es mucho más desesperada que otras, también le puede salir bien", dijo un dirigente peronista que conoce bien la trayectoria de Ruckauf.
La provincia más endeudada
LA PLATA
Cuando Carlos Ruckauf asumió como gobernador de la provincia de Buenos Aires, en diciembre de 1999, el gasto provincial había alcanzado un pico de 10.794 millones de pesos y el déficit fiscal orillaba los 2000 millones. Sin embargo, Ruckauf prefirió no hablar de la herencia que le dejaba su antecesor, Eduardo Duhalde, y cuando lo hizo sólo fue para destacar las obras de infraestructura realizadas durante la gestión del ahora presidente de la Nación.
Hace diez días cuando, imprevistamente, el actual canciller abandonó el gobierno provincial, legó a su reemplazante, Felipe Solá, un déficit de 2500 millones de pesos y un gasto de 10.300 millones.
"Recibí la provincia en una situación dificilísima, prácticamente en bancarrota", dijo Solá, que no se calló. Es que la situación es verdaderamente dramática. A los problemas de caja que obligaron a la provincia a echar mano del bono Patacón se suma la constante caída de la recaudación impositiva y el desmedido crecimiento de la deuda del Estado que, en los últimos cuatro años (los dos últimos de la gestión de Duhalde y los dos de Ruckauf), se incrementó un 545 por ciento. En ese lapso pasó de 1212 millones a un total de 7835 millones.
En términos absolutos, Buenos Aires es la provincia más endeudada del país y explica casi el 33 por ciento del total de la deuda acumulada por los 24 Estados provinciales.
La deuda es la consecuencia de un problema mayor: el déficit creciente del resultado primario de sus cuentas. Por eso, las medidas iniciales que tomará Solá apuntarán a reducir al máximo los gastos. El déficit provincial se desbocó en un período muy determinado: entre 1997 y 1999, en forma coincidente con el lanzamiento de la candidatura de Duhalde para la Presidencia.
En el gobierno de Ruckauf los gastos totales disminuyeron en 511 millones (sin contar los intereses de la deuda), pero los ingresos totales también se redujeron en 900 millones como consecuencia de la merma de la actividad y de una menor transferencia de recursos por parte de la Nación.
El aumento del gasto público en los últimos dos años del duhaldismo fue compensado, en parte, a través de dos vías: la venta de empresas públicas (agua y energía eléctrica) y el endeudamiento.
A partir de julio último, la canilla financiera se cerró y el gobernador Ruckauf debió apelar al Patacón para poder pagar salarios y deudas con proveedores.
El nuevo gobierno de Solá tendrá que aplicar un recorte obligado: se habla de un presupuesto para el corriente año con una restricción de 2000 millones en el gasto. La anunciada reforma del Estado también fue una asignatura pendiente de Ruckauf, que resignó el envío de su proyecto a la Legislatura por la presión de los gremios estatales y la falta de consenso en el Parlamento provincial.
El nuevo gobierno deberá -además- agudizar el ingenio para enfrentar el delicado panorama socioeconómico del conurbano provincial, foco de los saqueos que acompañaron el epílogo del gobierno de Fernando de la Rúa. En buena parte de los distritos del Gran Buenos Aires, la desocupación supera el 20 por ciento y, si se le suma la sub-ocupación, ronda el 45 por ciento de la población económicamente activa.
Nada más que un gesto patriótico
Carlos Ruckauf, el hombre de la sonrisa eterna, intenta presentar su renuncia a la gobernación de la provincia de Buenos Aires como un sacrificio, aun cuando sabe que ni sus aliados ni sus adversarios políticos creen en esa explicación.
-¿Por qué se fue de la provincia?
-Porque el presidente Duhalde me pidió que lo acompañara en la titánica tarea de gobernar un país que está en el fondo del precipicio, y que lo ayudara a explicar al mundo cuál iba a ser nuestro diseño estratégico. Me pareció que había que aceptar el desafío.
-Muchos creen que se fue para evitar el desgaste de gobernar una provincia que puede ser una bomba de tiempo.
-Noooooo. Con el gobierno de Duhalde se van a pagar las deudas a las provincias, como se había prometido en el gobierno anterior y no se cumplió. Las provincias van a poder ordenar sus cuentas.
-¿No fue a la Cancillería para preservarse?
-El gobierno de la provincia, que es el 40 por ciento del producto del país, representa un inmenso poder. Y en la Argentina siempre es preferible tener poder y no cargos. Pero la situación argentina no está para especulaciones. Uno tiene que hacer sacrificios para apostar a salvar la República.
-¿Va extrañar algo de la provincia?
-Muchísimo.
-¿Qué cosas va a extrañar?
-La provincia de Buenos Aires es uno de los lugares más poderosos que hay en la Argentina. No es lo mismo ser la cabeza de la provincia de Buenos Aires que ser parte de un gabinete.
-Dicen que lo aburría la gestión.
-Son todas cosas inventadas.
-¿Qué tiene de atractivo la Cancillería?
-La posibilidad de construir un país que traiga inversiones y venda sus productos, que es la única manera de salir de la crisis.
-En lo personal, ¿no corre mucho menos riesgos que en la provincia de Buenos Aires?
-Yo no creo que esto sea sencillo. Hay que explicar la coyuntura, hay que soportar las presiones, hay que responder con una sonrisa a la crispación de los que están perdiendo mucho dinero. Es un trabajo difícil, pero a mí me encanta.
-¿Existe un acuerdo con Duhalde por el cual el Presidente no se presentará como candidato en el 2003?
-Yo no he hecho ningún acuerdo con Duhalde. Estoy trabajando para ayudar al presidente de los argentinos. Después, el tiempo dirá.
-Ahora, si a Duhalde le fuera bien, será difícil que no se presenteÉ ¿Podrán convivir en el Gobierno con proyectos personales que compiten entre sí?
-Estoy convencido de que sí. En la medida en que cada uno sepa cumplir con el rol que le corresponde. Yo tengo que funcionar como un ministro: cumpliendo con las directivas del Presidente. Sería absurdo que un ministro buscara gobernar como si fuera presidente.
-Entonces, aunque usted describe el pase como "un gesto patriótico", ese gesto no importa renuncia a una candidatura presidencial.
-No.