El gobierno en un Sahara inventado
El cielo protector es una extraordinaria novela de Paul Bowles, llevada al cine en 1990 por Bernardo Bertolucci. En ella, una pareja de neoyorkinos viaja al norte de África en una suerte de travesía para reencontrarse a sí mismos. En ese periplo existencial el Sahara los va atrayendo como una fuerza irresistible. Cada nueva etapa hacia el corazón de ese abismo de arena se transforma en un paso más hacia la oscuridad y hasta su propia perdición.
El miércoles pasado tuvimos dos claras señales de que el Gobierno camina irremediable y aceleradamente hacia la soledad, aun cuando los problemas crecientes exigen precisamente lo contrario. La salida de Juan Carlos Fábrega de la presidencia del Banco Central revela una administración que ya no permite el más mínimo disenso interno. Los límites se tornan cada vez más estrictos. Tanto, que termina expulsada una persona que acompañó al kirchnerismo desde sus principios y que en estos casi once años se desempeñó sucesivamente como gerente general y luego como presidente del Banco Nación para llegar finalmente al BCRA.
Tuvimos dos claras señales de que el Gobierno camina irremediable y aceleradamente hacia la soledad
Por otro lado, la discusión acerca del Código Civil y Comercial en la Cámara de Diputados mostró un oficialismo que no sólo desprecia la posibilidad del consenso, sino que directamente prefiere y elige no tenerlo. En ese sentido es hasta capaz de romper las reglas para no lograrlo. La gestación del proyecto tuvo una comisión especial de expertos y luego, a nivel legislativo, una bicameral pluripartidaria que trabajó durante un tiempo bien extenso, a lo que hay que sumar los foros y debates que se dieron a lo largo y ancho del país. Semejante proceso merecía un final bien distinto.
Lamentablemente, en esta última fase se tiró por la borda la tarea anterior y se comprometió la legitimidad del Código a futuro. En Diputados, el proceso de sanción fue por demás irregular: el proyecto no se giró a ninguna comisión, la oposición se enteró hace pocos días de que se llamaría a sesión por un mail enviado por error a todos cuando estaba destinado solamente al Frente para la Victoria, el orden del día no tenía fecha ni estaba firmado por ningún diputado y para corregir defectos formales en la sesión hasta se alteró la fecha de un dictamen presentado por una diputada el año pasado.
Esperemos que Alejandro Vanoli, el nuevo presidente del BCRA, haga una buena tarea
Todo esto puede parecer meramente formal. Pero no es así. Las leyes pueden ser inconstitucionales por su contenido, pero también por cómo se sancionan. Un código que rige casi la totalidad de nuestras vidas y nuestras relaciones como ciudadanos no puede nacer con semejante defecto de origen. Con esta situación se abre la puerta para que su validez y vigencia se judicialicen, para que aquellos sectores más retrógrados que prefieren la versión del siglo XIX cuestionen la aplicabilidad del nuevo.
Este problema se podría haber evitado si el proyecto se hubiera girado, por ejemplo, a la Comisión de Legislación General, lo que hubiera demorado su tratamiento tan sólo siete días. El Código de Vélez Sarsfield data de 1871, es decir de ciento cincuenta años atrás, y la última modificación sustancial se realizó hace más de medio siglo. El nuevo entrará en vigor recién el 1º de enero de 2016. ¿Qué diferencia hacía una semana? También se hubiera evitado el inconveniente legal si la sesión del miércoles se habilitaba con la aprobación de 2/3 de los presentes. La oposición exigió en el recinto esa mayoría especial, pero el oficialismo, violando el reglamento, se rehusó a darla, lo que motivó finalmente el retiro masivo de legisladores que se pudo ver en los medios.
Las leyes pueden ser inconstitucionales por su contenido, pero también por cómo se sancionan
Ojalá que a nadie se le ocurra impugnar el nuevo Código, que –aunque no es óptimo- es mejor que el anterior, dado que atiende cuestiones fundamentales de nuestra existencia cotidiana de una manera más acorde a los tiempos que vivimos. Y esperemos que Alejandro Vanoli, el nuevo presidente del BCRA, haga una buena tarea y utilice los instrumentos que tiene a mano para sacarnos de la actual intranquilidad económica y financiera.
Hoy, en ambos casos, como también en otros ámbitos, prima la incertidumbre. Y eso es producto de un método decisorio que se profundiza cada vez más: rechazo al disenso interno y desdén por el consenso externo. Ambas cosas conducen al aislamiento, una fuerza poderosa que hace ignorar y negar lo que nos rodea para adentrarnos en un desierto cada vez más vasto y peligroso.
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