El gobierno de la Iglesia, uno de los ejes del conflicto
Así como la Primera Guerra Mundial no finalizó en términos muy claros y determinó que el conflicto armado continuara dos décadas después, el Concilio Vaticano II es la imagen de una lucha intestina en la Iglesia Católica que evidencia en estos días una serie de tensiones internas que encubrieron problemas muy graves y que hoy comienzan a salir a la luz.
Quizá el más importante de ellos sea la lucha por el poder. Durante el Concilio Vaticano II se logró desplazar a la mayoría de los integrantes de la curia romana, que eran italianos. Pero esa pelea fue feroz. Los obispos conciliares debieron afrontar una dura confrontación para lograr su propósito de internacionalizar la curia.
Pero esto no logró evitar que los italianos fuesen los que comandaran la curia romana. Un muy alto prelado allegado a Juan Pablo II confesó que el Papa reveló a un grupo muy pequeño de sus allegados que "no había podido con la curia", y que por ese motivo se decidió a viajar por todo el mundo. Y si bien a Juan Pablo II se lo reconoce como uno de los grandes papas de los últimos siglos, desde algunos sectores intelectuales se le cuestiona haber frenado la renovación conciliar, que según Wojtyla era la única forma de gobernar en una Iglesia sometida a duros cuestionamientos por parte de estos grupos.
El factótum curial fue entonces el cardenal Angelo Sodano, un italiano al que Juan Pablo II le confió esas funciones en 1991 y que retuvo el cargo hasta 2006. Su sustituto fue el actual cardenal argentino Leandro Sandri, a quien desde algunos sectores se lo promueve a "papable", lo cual constituiría la continuación sodadiana. Pero Sodano fue una figura controvertida: nuncio en Chile, cultivó una gran amistad con Pinochet y se le cuestionó no haber respaldado al cardenal chileno Raúl Silva Henriquez, de destacada gestión en la defensa de los derechos humanos.
Sodano y Sandri mantuvieron una estrecha relación con Esteban Caselli, que entre 1997 y 1999 fue embajador argentino ante la Santa Sede, amistad que le permitió facilitar varias entrevistas que Menem tuvo con Juan Pablo II.
Benedicto XVI mantuvo a Sodano durante algo más de un año, pero en septiembre de 2006 lo reemplazó por Tarcisio Bertone, un cardenal salesiano que fue su secretario en la Congregación de la Doctrina de la Fe. Y a Sandri lo elevó a la dignidad cardenalicia y lo nombró prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.
Pero ni Ratzinger ni Bertone fueron bien recibidos por la curia, manejada todavía por Sodano y sus discípulos. Ahora, Ratzinger y Bertone sufren presiones de todo tipo, que buscan sobre todo el alejamiento de Bertone, a quien adjudican el nombramiento de los últimos 22 cardenales, considerados "ratzingeristas".
Al dúo Ratzinger-Bertone se le cuestiona su afán por hacer prevalecer a Europa como centro de la Iglesia universal. Entre los 22 cardenales hubo un sólo latinoamericano, el brasileño João Bras de Aviz, ex arzobispo de Brasilia y actual prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. Este prelado sostuvo: "Europa debe bajar de las alturas y tener una actitud fraternal con los otros continentes y dejar de mirar a los demás desde lo alto". Como se puede apreciar, son muchas y muy complicadas las vertientes que evidencian el profundo conflicto que se vive en el Vaticano. Y Benedicto XVI con su sabiduría supo expresar el trasfondo en su alocución a los 22 cardenales: "Dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y don, interés y gratuidad: estas lógicas profundamente opuestas -dijo el Papa- se baten en todo tiempo y en todo lugar".
El autor es escritor y rector del Instituto Grafotécnico