El Gobierno contraataca en el debate sobre el atraso cambiario
Pese a que la Argentina ha dejado de estar “regalada” en dólares, Milei descarga su furia contra los economistas devaluacionistas, mientras su gobierno promueve un nuevo paradigma
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En los últimos días, Javier Milei no ahorró adjetivos para cuestionar a aquellos economistas que han puesto en duda que tuviese un plan estabilizador y han afirmado que existe un “atraso cambiario”. Los tildó de “pifiadores seriales” y de “chantas”. Pero más allá de esos duros calificativos que el primer mandatario les prodigó a los críticos de su gestión, entre quienes paradójicamente se destacan analistas económicos promercado y afines al liberalismo, el Gobierno intentará apuntalar una teoría diferente a la que se viene escuchando en esos círculos.
La teoría del Gobierno fue semanas atrás anticipada por el propio Milei, cuando, en respuesta a quienes hablaban de “atraso cambiario”, sostuvo que no estamos ante esa situación, sino frente a un reacomodamiento de precios relativos donde la Argentina es cara en dólares dada su estructura fiscal y regulatoria. Según el razonamiento presidencial, muchas empresas elevaron sus precios entre fines del año último y principios del actual porque calcularon sus costos de funcionamiento con un dólar cercano a los 2000 pesos. Ergo, los precios tendrán que bajar hasta que se produzca un equilibrio o, de lo contrario, muchos productos se quedarán en las estanterías o en los depósitos sin compradores.
Como indicadores favorables a ese paradigma, según el cual la economía no se ajustará mediante una nueva devaluación del peso, sino a través de una progresiva baja en los precios, en el Gobierno se subraya que en las últimas semanas algunos bienes y alimentos han experimentado descensos en los supermercados.
Pero lo cierto es que el tipo de cambio divide opiniones entre los economistas y que los datos estadísticos dan cuenta de que el precio del dólar no ha acompañado al índice de precios al consumidor en los últimos meses. Concretamente, en lo que va de 2024, la inflación acumulada hasta abril ha sido del 65%, mientras el dólar oficial subió en igual período alrededor del 9%, aunque en términos interanuales la inflación subió el 289% y el dólar oficial -si se toma la cotización tipo vendedor del Banco Nación- lo hizo en un 290% (pasó de 229,47 pesos el 30 de abril de 2023 a 895,95 pesos al 30 de abril de 2024).
La controversia se acentuó luego de que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, anunciara en el Congreso que el Gobierno estima para 2024 una inflación del 139,7%, pese a lo cual el peso solo se seguiría devaluando frente al dólar a razón del 2% mensual.
Economistas como Miguel Ángel Broda han sostenido que hay “un atraso cambiario que disminuye el efecto de la mejor productividad y competitividad de nuestras exportaciones”, en tanto que otro analista económico como Martín Rapetti ha señalado que tal vez el mejor camino no sea seguir con una devaluación del 2% mensual, sino ir a una velocidad un poco mayor, aunque el proceso desinflacionario vaya más lento. Según Rapetti, se corre el riesgo de una devaluación brusca cuando se abra la puerta cerrada por el cepo cambiario.
El economista Miguel Kiguel, director ejecutivo de la consultora Econviews, dijo a LA NACION que, si bien es difícil hacer una evaluación sobre si la Argentina está cara o barata en dólares, hoy “no está regalada en dólares como a fines del año pasado” y juzgó que “el momento crucial será en agosto o septiembre de este año, cuando dejen de venir los dólares de la cosecha”. Opinó que “si la actual política de devaluación del 2% mensual no converge rápidamente con una inflación del 2% o el 3% mensual, vamos a tener un período donde la inflación le ganará por varios cuerpos al tipo de cambio, y ese es un problema que el Gobierno deberá seguir muy de cerca”.
Enrique Szewach explicitó las razones por las cuales resultaría difícil mantener el dólar oficial en los actuales niveles. Consideró que para eso se necesitaría un boom de precios internacionales que favorezca a nuestras exportaciones, algo que no se está registrando; un boom productivo, por lo cual la reforma laboral proyectada debería ser mucho más profunda, y un crecimiento de las reservas del Banco Central mucho mayor al que ha permitido la recuperación de los primeros meses de la actual gestión.
La contracara de quienes consideran que el atraso cambiario constituye un problema la representa Ricardo Arriazu, quien criticó a quienes afirman que se debe modificar la actual pauta de devaluación controlada del 2%. Sostuvo que “hacer eso haría subir los precios” y pronosticó que “el programa se iría a la miércoles y lo correrían a patadas al Presidente”.
En la misma sintonía, Agustín Monteverde consideró, en declaraciones a LA NACION, que “no hay necesidad de tocar el tipo de cambio” por distintos motivos: “La brecha con el tipo de cambio libre es mucho menor que la de los últimos dos años, hay superávit comercial, se recomponen reservas todos los días, se espera que crezcan los ingresos de dólares comerciales en este trimestre, el dólar efectivo de importación es 17,5% mayor al oficial y los precios mayoristas ya crecen apenas un punto porcentual por encima del crawling peg del 2%”.
Para Monteverde, “un salto discreto del tipo de cambio en este momento malograría la política monetaria tendiente a la limpieza del Banco Central y el control de la inflación”. Afirmó que “todo proceso de recuperación de ingresos y fortalecimiento de una moneda conlleva un aumento de los ingresos en dólares, que es precisamente lo que está ocurriendo”.
Respecto de los problemas de competitividad, Monteverde planteó que “son reflejo de la falta de productividad por regulaciones laborales, protecciones arancelarias y corporativas y carga impositiva”, por lo que “no se resuelven devaluando”, sino “aprobando las reformas estructurales que la política le niega al Poder Ejecutivo, abriéndose a la competencia y bajando precios”.
El presidente Milei ha dicho que nadie tiene el conocimiento suficiente como para saber cuál es el tipo de cambio razonable. Frente a la imposibilidad de determinarlo, el premio Nobel de Economía Milton Friedman ha propuesto como aproximación observar cuándo los habitantes de un país cruzan a otro fronterizo para comprar ciertos bienes a menor precio que en el suyo, algo que podría clarificar cuál de los dos países tiene un tipo de cambio retrasado. Hasta no hace mucho, uruguayos, chilenos y brasileños venían a la Argentina porque prácticamente todo les parecía barato; en las últimas semanas, esa situación parece haberse revertido y no son pocos los argentinos que cruzan la cordillera para adquirir bienes importados en Chile a mejor precio que aquí.
Agustín Etchebarne, uno de los directores de la Fundación Libertad y Progreso, explica al respecto que “cada vez que tenemos un programa de estabilización y hay entrada de capitales, el país queda caro”. Se declaró partidario de un tipo de cambio libre, pero aclaró que está “lejos del club de los devaluacionistas”, porque “devaluar implica bajar salarios”.
Sostuvo que “no somos caros por el tipo de cambio, sino por todo lo demás”, porque “pagamos ingresos brutos en cascada, IVA, aranceles, impuesto a los combustibles, impuesto al cheque, impuesto País, tasas, etcétera”.
Según Etchebarne, la solución es, entonces, “atacar los verdaderos problemas de la economía, tales como el exceso de gasto y de impuestos, la sobrerregulación, la falta de infraestructura, el alto riesgo país y el proteccionismo”. Y concluyó que “el programa de Milei pasa por atacar todos estos problemas para tener una economía competitiva sin necesidad de devaluar, pero será un proceso que llevará años”.