El gato y el algoritmo, profecías de la muerte
Había una vez un gato blanco y negro que podía predecir la muerte. Oscar se crió en uno de los pisos del geriátrico Steere House en Rhode Island. "Cuando el gato olfateaba el aire, estiraba el cuello y se acurrucaba junto a un hombre o una mujer, era señal de una muerte inminente. El gato se acurrucó junto a cincuenta pacientes. Cada uno de ellos falleció al cabo de un corto tiempo", cuenta uno de los médicos.
Emulando a Oscar, un estudiante del Departamento de Ciencias Computacionales de Stanford, Anand Avati, le "enseñó" a un algoritmo a identificar a los pacientes con alta probabilidad de fallecer en los próximos meses. Avati introdujo los registros de 160.000 pacientes en la llamada "red neural profunda", un software capaz de imitar la forma en la que se organizan las neuronas. El algoritmo funcionó bien, con un 95% de aciertos. Pero Avati no pudo descubrir nada nuevo sobre el proceso de morir, porque ni un algoritmo ni un gato pueden explicarnos cómo hacen lo que hacen, por qué ven lo que ven. La muerte sigue siendo nuestra principal caja negra.