El futuro, en nuestras manos
Cuando pensé el título de esta reflexión, recordé las elecciones del 30 de octubre de 1983, en cuya organización estuve involucrado.
Igual que ahora se jugaba el porvenir de nuestra patria entre dos concepciones políticas enfrentadas por años de desacuerdos y violencias físicas y morales.
De un lado estaban quienes apostaban por el orden republicano, la libertad como premisa ciudadana y el respeto de las normas jurídicas; y del otro, quienes fingían hacerlo después de años de violar la convivencia de modo sistemático.
Triunfó la cordura, con la promesa de cumplir, a rajatabla, con el orden constitucional y procurar dejar atrás un pasado de violencia y descontrol.
Ahora la situación es inusitadamente más compleja y enredada, pues de una parte se ofrece la continuidad de un gobierno que ha fracasado de una manera rotunda, con índices económicos catastróficos, un estado de violencia callejera agravada por el comercio de drogas y su consumo, índices delictuales inusitados, complicidades oficiales con delitos gravísimos y una red de alianzas políticas teñidas con conductas violatorias de la ley.
Y su contraparte, mucho menos experimentada que la otra, liderada por quien suscita adhesiones en amplios sectores de la ciudadanía, a pesar de las falencias que exhibe y la fragilidad de muchas de sus propuestas, pero que parece aglutinar a quienes están hartos de lo que ofrece la continuidad que ha fracasado gubernamentalmente.
Curiosamente, al menos para quien esto escribe, a pesar de que ofrece un futuro tan complejo como el previsible y ha exhibido notorias equivocaciones en muchas de sus propuestas, goza de la ventaja de lo nuevo, lo no contaminado con las experiencias del pasado, que se le endilgan al gobierno que termina su mandato el próximo 10 de diciembre.
Y, también curiosamente, este gobierno ofrece a su ministro de Economía como candidato a presidente, sin reparar en la gravísima situación que se describió precedentemente.
Vale tener en cuenta que la situación presente deviene de una implosión de la tercera fuerza política que compitió hasta la primera vuelta electoral, Juntos por el Cambio, derrotada entonces, pero que resucitó aliándose con la contraparte mencionada, La Libertad Avanza.
La respuesta ciudadana frente a esta implosión y su consecuencia ha generado varias reacciones en sectores que se sienten afectados por la situación impensada. El más notorio es el de la Unión Cívica Radical, que ha mudado su rol opositor por una abstención significativa teniendo presente su descontento con el candidato oficialista y su compromiso republicano.
Otra vez repito lo que he dicho varias veces: el futuro está en nuestras manos, no en las de quienes quieren representarnos.
Somos los ciudadanos quienes forjamos nuestro futuro. No son los sectores políticos, empresarios o sindicales; tampoco los intelectuales o el periodismo y mucho menos quienes se arrogan capacidades, información o inteligencias superiores.
Por eso apelo a quienes lean estas reflexiones para que piensen bien antes de emitir su voto, con la reflexión final de que nada es definitivo; nada es entre el bien y el mal, entre la salvación o la catástrofe. Es entre una disyuntiva que se presenta al pueblo que será quien gozará o padecerá el futuro.