El futuro del periodismo se sigue escribiendo
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La “verdad’ es una palabra que se presta al sobreuso hipócrita y a la disputa filosófica, pero en su sentido más humilde de información precisa y verificable es hoy el epicentro del cuestionamiento al periodismo mundial, al que lo vienen sometiendo internet, las plataformas digitales y la enorme polarización político-social que está viviendo Occidente.
“Por primera vez en la historia moderna nos estamos planteando cómo podría vivir la sociedad sin noticias fiables”, escribe Alan Rusbridger, exdirector de The Guardian. “Ya no quedan muchos lugares donde se puedan cubrir bien las noticias o siquiera intentar hacerlo”, complementa Jill Abramson, la única norteamericana que logró escalar la pirámide del New York Times y permanecer allí por tres años antes de ser despedida, en 2014. “En momentos en que cunden la desinformación y las fake news, las sociedades dependen del periodismo imparcial para distinguir los hechos de la ficción y ayudar a que la gente tenga una visión realista de los problemas y el futuro”, complementa Rusbridger.
Estas angustias de dos famosos veteranos del negocio editorial volvieron a resonar después de que dos medios norteamericanos gigantes, CNN y The New York Times, decidieron enfriar su approach hacia las redes sociales, conocidas por borrar fronteras entre hechos y opiniones, además de ser fuentes de odios y acosos que muchas veces tientan o inclinan a los periodistas hacia el “periodismo de defensa” o “periodismo activista” (advocacy journalism). Por un lado, CNN canceló su recién inaugurado servicio de streaming CNN+, a pesar de haber invertido 300 millones de dólares en el proyecto. Por otro, el New York Times hizo un cambio de guardia, reemplazando al editor ejecutivo Dean Baquet por Joseph Kahn, elección que más allá de garantizar la continuidad del rumbo editorial, marca una preferencia por un director conocido por mantenerse alejado de las redes sociales.
Ambas decisiones no están conectadas, pero el momento y la coyuntura en que ocurrieron no son casuales. El cierre inesperado de CNN+ tiene causas financieras y otras editoriales. En su primer mes de funcionamiento, el nuevo servicio de streaming había obtenido apenas 10.000 usuarios diarios, muchos menos de los esperados, más allá de que la cadena alegara tener 100.000 o más suscriptores pagos. Además, la empresa madre de la cadena, Warner Discovery, tenía otro plan: unir todas sus marcas empresariales –como HBOMax y Discovery+– en un solo servicio de streaming que incluyera a CNN News. Las razones editoriales del cierre no fueron menos claras. Una semana antes de conocerse la cancelación de CNN+, David Zaslav, el CEO y presidente corporativo de Warner Discovery, había dicho que siempre quiso que CNN “se focalice en los hechos y se aparte de la tendencia actual de la televisión por cable, que ha sido monopolizada por las cadenas que hacen periodismo de defensa”. Se refería a su competidora, Fox News, cuyo dueño es el multimillonario Rupert Murdoch, famoso por ser eco y megáfono del populismo derechista, aparte de favorecer abiertamente a Donald Trump. A ese y otros directivos de la cadena les constaba que en los últimos dos años del gobierno trumpista, CNN no solo voceaba excesiva opinión, sino que había adoptado una postura abiertamente anti-Trump. Los intereses habían prevalecido sobre los principios: tras la victoria de Joe Biden, CNN comenzó a bajar sustancialmente su audiencia. A comienzos de 2022, experimentaba una baja del 80% de televidentes comparado con sus últimos tres años, lo que motorizó la creación de un servicio de streaming para contener la hemorragia. La nueva estrategia fue dar menos opinión y volver a las noticias. O sea, alejarse del periodismo activista.
El New York Times también hizo su autocrítica. Aunque Baquet estaba acercándose a la jubilación y el NYT venía buscando un reemplazante, el veterano director envió un memorando a su staff donde proponía un reajuste editorial en su interacción con las redes. “Mantener una presencia en Twitter es ahora puramente opcional para los periodistas del Times… Estamos confiando demasiado en Twitter como una herramienta periodística de comentario/reacción, lo que es especialmente dañino a nuestro periodismo cuando las plataformas de social media se convierten en cámaras de ecos”, dijo el director. Varios periodistas concluyeron que de allí en adelante enfriarían su relación con Twitter, dado que estaba proveyendo menos utilidad a medida que gradual y frecuentemente caía en los aullidos del divisionismo.
Otros síntomas del giro. Uno: el periódico cambió últimamente el eslogan de su campaña publicitaria por el de Independent Journalism for an Independent Life (Periodismo independiente para una vida independiente). Otro: “No vamos a dejar que nos tienten a convertirnos en la oposición”, dijo el publisher y CEO, A.G. Sulzberger. “Tampoco quiero que nos aplaudan por convertirnos en oposición”, siguió. Como muchas otras organizaciones mundiales de medios, el Times está intentando abrir un camino entre los que ven los excesos antidemocráticos de la derecha como una razón para reaccionar con más periodismo de defensa de la izquierda, y aquellos que exigen que los medios sean esencialmente no políticos, neutrales o simplemente objetivos.
El tobogán hacia el periodismo de defensa venía lubricándose desde 2005, específicamente con el lanzamiento de Google Analytics y aún más con la llegada, 6 años más tarde, de Chartbeat, dos herramientas de inteligencia de contenido destinadas a medir el tráfico digital. Su objetivo: informar a los editores qué artículos capturaban el interés de la audiencia. Rudsbridger recuerda que las redacciones actuales suelen trabajar al menos con dos computadoras, una para escribir sus artículos y otra para medir el impacto en las redes sociales, orientando la selección de noticias no en base a lo que los editores creían que el lector debía saber sino en base al cacareo de la audiencia.
Varios expertos de medios concuerdan en que en estos últimos 25 años el periodismo fiable pasó de ser “transmisor/descriptivo” a ser “interpretativo” (para enfrentar a la TV y el boom digital) y luego a ser “contestatario” para poder lidiar con el sectarismo y el tribalismo mundial que cunde hoy en Occidente. También reconocen que la elección de Trump aceleró el tercer salto de esa secuencia. No fue casual que a partir de allí los medios norteamericanos de legado periodístico fiable fueran comprados por multimillonarios –salvo The New York Times– que les garantizaron fondos y libertad editorial, entre otras cosas para demostrar que la prensa no es el enemigo del pueblo, como clamaba Trump, sino efectivamente el cuarto poder, encargado de buscar la verdad y combatir la posverdad, la realidad alternativa y las fake news.
Varios de esos periódicos y medios se vieron forzados a inclinarse hacia el periodismo de defensa. Todo indica que hoy vienen enfriando esa estrategia. Si algo ha probado la disrupción mediática es que el modelo original de subsidiar el contenido con avisos ha fracasado. Y también probó que los ingresos publicitarios digitales –mucho menores a los del anterior modelo de negocios– tampoco alcanzan para solventar un buen equipo de editores y periodistas. “Las fake news son gratuitas, pero las fiables son caras”, bromeó Rusbridger. De allí que varios de los medios con información fiable hayan concluido que el único modelo que funciona hoy a nivel financiero es el paywall, o sea las suscripciones pagas. El hecho de que actualmente The New York Times lidere ese modelo a nivel mundial con diez millones de suscriptores, o que el Wall Street Journal y The Washington Post lo sigan con unos cuatro millones cada uno, lo está diciendo todo.
El nuevo bebé que trajo la disrupción mediática no tiene antecedentes en la prensa escrita o digital. Se llama donation funded journalism, o sea el que se financia con donaciones de lectores dispuestos a pagar por contenido fiable. En esta categoría figuran, entre otros, el británico The Guardian, National Public Radio y la plataforma digital Pro Publica, así como el Public Broadcasting Service (PBS), todas ellas norteamericanas. Otra esperanza: la Knight Foundation lanzó Knight News Match, que otorga financiamiento a organizaciones de noticias sin fines de lucro, sin ataduras comerciales o publicitarias. Todo indica que el futuro del periodismo se sigue escribiendo.
Excorresponsal de Editorial Atlántida en EE.UU., donde trabajó en Associated Press, Time Inc. y Meredith Corporation