El futuro de la gestión cultural tras el Covid-19
Las áreas culturales oficiales deben propiciar una red federal abierta y no jerárquica que permita el intercambio de ideas y experiencias
El pandémico Covid-19 puso al ecosistema cultural y creativo de rodillas. Los artistas están perplejos porque los estrictos y selectivos protocolos de salud en marcha proponen que el sector cultural será uno de los últimos en volver a la actividad normal. Pero ¿cuándo? Y además: ¿qué significará normalidad en algunos meses? Nadie sabe. El coronavirus está provocando una escena distópica: miles de pequeños productores, artistas independientes y profesionales creativos al borde del abismo. ¿Cómo vamos a enfrentar lo que viene?, se preguntan. ¿Y qué pasará con el público? ¿Y con el mercado de bienes y servicios culturales?
Las respuestas que circulan son desalentadoras. Los economistas aseguran que la cuarentena que mantienen a la industria, la producción y el comercio en terapia provocará una inédita y gigantesca crisis económica y social de alcance global. A principios de febrero pasado, cuando el coronavirus era todavía un extranjero en la Argentina, la canciller alemana Angela Merkel le dijo al presidente Alberto Fernández que el comercio internacional perdería cerca de 600.000 millones de euros. Una cifra descomunal.
Los empresarios que predican la salida rápida de la cuarentena polemizan con la estrategia médica que busca demorar o frenar la circulación social masiva del maldito Covid-19. Afuera de mi casa, en las calles semivacías, con los espectáculos suspendidos y los teatros, cines, centros culturales y museos cerrados, para muchos artistas el otoño y el invierno se vislumbran como un vía crucis.
En el sector hay quienes vaticinan que el año ya está perdido. Pero yo prefiero aceptar un desafío esperanzador: desarrollar alternativas innovadoras para afrontar y mitigar la crisis que golpea dramáticamente al vasto sector cultural.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), formada por una treintena de países que aportan el 80% del PBI global, organizó a mediados del mes pasado un panel virtual de expertos en industrias culturales y creatividad artística para reflexionar sobre el impacto en el corto y el largo plazo que la pandemia tendrá en la cultura y la creatividad. La Argentina integra una veintena de comisiones de la OCDE y puede poner la lupa en las conclusiones. Hay otros organismos internacionales alarmados, como el Consejo Internacional de Museos (ICOM) o el World Cities Culture Forum. Aunque ya hay un consenso entre los expertos del mundo: la participación estatal será fundamental para paliar los efectos de la pandemia. Vivimos tiempos inverosímiles en que la política, las ciencias médicas y la economía enfrentan al coronavirus con los recursos y estrategias que disponen. Hay mucho ensayo y error porque es una experiencia mundial jamás vivida. Por eso, en el área específica de la cultura oficial, debemos desarrollar nuevas herramientas creativas para los tiempos que vienen.
Pregunta: ¿cómo hacerlo? Respuesta: con una profunda transformación en la gestión cultural nacional, provincial y municipal. Lo más importante es garantizar la participación activa de los diversos niveles de gobierno y evitar la discrecionalidad de las decisiones.
Las actuales prácticas de gobierno se basan en una concepción lineal, unidireccional y jerárquica de la gestión cultural, que dice: la Nación organiza y diseña programas y planes que una vez armados se "bajan" a las provincias y a las comunas. Las provincias actúan del mismo modo. Funcionó mal o bien durante décadas, pero es un mecanismo organizacional que hoy muestra fragilidad federal, inequidad presupuestaria, ineficacia y alto costo operativo.
El trabajo lineal y unidireccional se volvió obsoleto con la llegada del Covid-19. Las jerarquías rígidas ahora se vuelven consultivas y transversales. Los modos virtuales de comunicación a distancia logran que lo lineal haya mudado a radial. Y lo unidireccional colapsó y se transforma en un flujo de múltiples direcciones que actúa como rizoma. Las redes sociales y las plataformas virtuales están convirtiéndose en las protagonistas de la escena cultural y artística mundial. Es el signo del presente y el futuro.
Las áreas culturales oficiales deben virar hacia una red federal abierta y no jerárquica que permita el intercambio de ideas y experiencias para ayudar al sector creativo a enfrentar la crisis. El Covid-19 modificó abruptamente la forma en que analizamos y definimos acciones estratégicas y urgentes porque nos comunicamos de modo rápido con quienes viven en nuestras ciudades, en otras regiones del país y en el exterior. La comunicación telefónica, las videollamadas y videoconferencias permite reflexionar en equipo, compartir pensamientos y perspectivas, definir programas y presupuestos, y acordar planes para solucionar problemas.
Las nuevas tecnologías de la comunicación son aliadas poderosas para reformular las prácticas políticas, burocráticas y financieras del sector público cultural. El principal desafío para el Ministerio de Cultura de la Nación y para las áreas culturales provinciales será promover diálogos plurales que definan acciones colaborativas y económicamente coparticipativas con las municipalidades, ya que es acá, en las ciudades de carne y hueso, donde se tejen y enriquecen las identidades. Y donde realmente se aplican los planes y programas que favorecen o afectan a las personas. Hay que armar programas en conjunto y no "bajarlos".
Hablo del vigoroso poder de la creatividad en tiempos del coronavirus y pienso en Alexander Fleming: sabemos que descubrió el efecto antibiótico de la penicilina y obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1945. Pero también deberíamos saber que, debido a su talento artístico, fue miembro del exclusivo Club de Arte de Chelsea, en Londres. Cuentan que Fleming pintaba con acuarelas y gérmenes sobre lienzos absorbentes que tomaban color según las bacterias que usaba: Serratia marcescens daba rojo, las Chromobacterium violaceum daban púrpura, los Micrococcus luteus daban amarillo, los Micrococcus varians daban el blanco, los Micrococcus roseus daban rosa y los Bacillus sp., naranja. ¿No es maravilloso?
El caudal imaginativo de Fleming es inspirador porque nos permite comprender que la creatividad se mueve de modo misterioso -los neurocientíficos ignoran cómo funciona realmente-, y que alguien creativo puede aportar ideas y configuraciones innovadoras para resolver asuntos complejos de la política, la economía, la medicina y la salud pública. ¿Qué habrá sido Fleming, un científico que amaba el arte o un artista que practicaba la ciencia? Hay algo seguro: la creatividad se mueve y actúa en rizomas.
Y mientras el mundo cruje, a los artistas nos queda también el desafío íntimo de simbolizar estos tiempos de angustia, incertidumbre y miedo. Y también de esperanza.
Escritor; actual Secretario de Cultura de Mar del Plata-Batán