El Frente de Todos y el Frente Amplio, un río enorme de distancia
El Frente Amplio nació en Uruguay como coalición partidaria de izquierda en 1971, luego de 135 años de configuración de un bipartidismo donde competían el Partido Colorado y el Partido Nacional (o Partido Blanco), ambos fundados en 1836. El Frente Amplio logró gobernar Montevideo desde 1990, y el país entre 2005 y 2020. Vale aclarar que no existe en Uruguay la reelección directa para un mismo presidente; fue así como, en esos quince años que gobernó el país el Frente Amplio, cinco años lo hizo Tabaré Vázquez, cinco José Mujica y cinco nuevamente Tabaré Vázquez.
Durante la última gestión de Vázquez, iniciada el 1º de marzo de 2015, el vicepresidente fue Raúl Sendic, quien ocupó dicho cargo solamente hasta septiembre de 2017, momento en el cual renunció tras haber sido acusado por delitos de abuso de funciones y peculado, mientras presidía la petrolera estatal Ancap en la anterior gestión frenteamplista de Mujica. Sendic utilizó en aquellos momentos tarjetas corporativas de la petrolera estatal para hacer compras personales en supermercados, tiendas de ropa y calzado, negocios de electrónica, librerías, etc. El exvicepresidente uruguayo fue procesado por la Justicia y fue juzgado políticamente por el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio (su propia coalición) que reafirmó en aquel momento que Sendic había incurrido en un “proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos…”.
Sigamos comparando, porque hay momentos que comparar hace bien, educa, concientiza.
El Frente Amplio perdió las elecciones de 2019. Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, que conformó la Coalición Multicolor con el Partido Colorado, Partido Independiente, Cabildo Abierto y Partido de la Gente, ganó los comicios en una segunda vuelta muy ajustada al candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez. En la primera vuelta, Martínez había sido el más votado, pero como ningún candidato obtuvo más del 50% de los votos se celebró un ballotage, y en esta segunda elección Lacalle Pou con 48,7% de apoyo se impuso a Martínez que obtuvo 47,4% de los votos. Como hubo 35.229 votos observados, ningún candidato proclamó de inmediato la victoria. Cuatro días después, el vicepresidente de la Corte Electoral indicó que ese organismo “no hace cálculos” y que no iba a proclamar al presidente “hasta que se abra la última urna”. Pero también comunicó que la diferencia de votos hacía imposible remontar la elección para el lado del candidato oficialista, Martínez. Lacalle Pou necesitaba obtener 2615 votos entre los observados para adjudicarse el triunfo y finalmente, tras el conteo definitivo, logró superar los 3000 votos. Daniel Martínez, a minutos de conocer esta información, reconoció su derrota por Twitter: “Saludamos al presidente electo Luis Lacalle Pou con quien mantendré una reunión mañana. Agradezco de corazón a quienes confiaron en nosotros con su voto”.
¿Hubo disturbios mientras se esperaron en esos días los resultados finales? Por supuesto que no. ¿Hubo banda presidencial colocada por Tabaré Vázquez, presidente saliente, a Luis Lacalle Pou, presidente entrante? Por supuesto que sí.
Esperen, que aún falta la mejor parte.
¿Quieren saber qué dijo en un discurso el exministro de Economía del Frente Amplio, Danilo Astori? “Este país cambió y cambió para bien. Ahora compañeros y compañeras, autocomplacencia no, autocrítica sí… en 15 años sabemos que también hicimos cosas mal y ni siquiera empezamos otras que el país está necesitando hacia el futuro. No hemos sabido, por ejemplo, manejar la calidad del gasto público, lo cual en un país que tiene un desequilibrio fiscal importante es una falla que tenemos que corregir. No hemos avanzado lo suficientemente, y el pueblo lo reclama con justicia, en materia de seguridad pública…, y así podríamos seguir porque tenemos que tener autocrítica, porque si lo que dije hasta ahora no fuera suficiente, compañeros y compañeras, la corrupción también llegó a nosotros y eso no lo podemos permitir. Ustedes podrán estar pensando que la corrupción uruguaya es menor que la que hubo en el resto de América Latina que fue gigantesca…, pero no hay corrupciones grandes y corrupciones chicas, compañeros corrupción es corrupción y no la podemos admitir”.
Crucemos el Río de la Plata: Argentina año 2015, canales de televisión afines al kirchnerismo insistían en que había ganado su candidato, Daniel Scioli, a pesar de que los resultados arrojaban un triunfo de Cambiemos sobre el Frente para la Victoria por una diferencia de 2,68% (en Uruguay Lacalle Pou había triunfado sobre el Frente Amplio por 1,3%), y la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, se negó rotundamente a saludar, felicitar y colocar la banda presidencial a su sucesor, Mauricio Macri.
En la Argentina, en 2019, triunfó el Frente de Todos, y la nueva vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner está siendo juzgada, aquí y ahora, por una de las tantas causas, Vialidad, que la incrimina en actos de corrupción en su deber de funcionaria pública, cuando fuera presidenta entre 2008 y 2015. En lugar de un Tribunal de Conducta del Frente de Todos, proliferan amenazas nacionales y populares proclamando “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”.
En otro desorden de cosas, Martín Guzmán fue nombrado ministro de Economía en 2019, y renunció el 2 de abril de 2022 tras cuestionamientos y agresiones verbales impiadosas por parte del cristinismo del Frente de Todos. Tras la renuncia de Guzmán, asumió el Ministerio de Economía Silvina Batakis, por 24 días. El 3 de agosto la sucedió el superministro Sergio Massa. El núcleo duro cristinista desaprobó tajantemente las medidas de ajuste que pretendía implementar Guzmán, pero decidió aprobar con contundencia las medidas de ajuste que pretende llevar adelante con mucho más rigor Massa. Hoy nuestro nuevo superministro, contrastando ostensiblemente con el exministro de Economía uruguayo del Frente Amplio, ya no desaprueba la baja calidad del gasto público de “los ñoquis de La Cámpora que nos quieren dejar como parásitos en el Estado” o no manifiesta que le da asco la corrupción y que quiere “meter presos a los corruptos” porque asegura que no les tiene miedo. Hoy nuestro superministro de Economía, en modo “superamigo de Cristina y los exñoquis”, festeja con cánticos por haber aterrizado en la cartera económica de una nación casi estrellada, mientras la vicepresidenta de los argentinos insiste con acorralar a la Corte Suprema de Justicia y a dos fiscales que nos comunican con múltiples pruebas fehacientes, que ésta es la jefa de una banda ilícita que robó dinero de todos y todas.
Las comparaciones son odiosas, pero hacernos los distraídos nos está arruinando.
Politóloga y Profesora (UBA)