El fin de una fantasía: alguien tiene que ajustar
El plan “no hay plata” empezará a rodar apenas asuma el nuevo gobierno; lo que pone a prueba Milei desde mañana no es solo la calidad de su programa, sino su condición de hombre de Estado: “siempre fui un pragmático”, dice él en la intimidad
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Alguien que estaba sentado a la mesa de la comida que Milei y Macri tuvieron hace dos viernes le planteó al presidente electo una situación hipotética. “¿Y si viniera Kicillof y te dijera que necesita emitir cuasi monedas porque no tiene recursos?”, le preguntó. “Que lo haga, eso está dentro de sus atribuciones”, contestó Milei, e insistió en que ni siquiera esa amenaza lo convencería de enviarle a nadie fondos por fuera de la coparticipación: que el ajuste no se negocia.
El plan “no hay plata” empezará a rodar mañana, no bien asuma el nuevo gobierno. El líder libertario estuvo durante toda la semana trabajando el discurso y los anuncios. No tiene todavía designado al secretario de Hacienda, un puesto decisivo para el manejo de la caja. Pero en La Libertad Avanza dicen que, por ahora, el equipo de Luis Caputo contará con la colaboración de Rodrigo Pena, que ya trabajó en la cartera económica con Nicolás Dujovne. Pena viene de armarle en la campaña el programa a Hernán Lacunza, que asesoraba a Rodríguez Larreta: proponían bajar cuatro puntos del PBI.
Lo que pone a prueba Milei desde mañana no es solo la calidad de su programa, sino su condición de hombre de Estado. “Siempre fui un pragmático”, dice él en la intimidad. Hace un mes y medio, dos días antes de la primera vuelta, en un encuentro en el Sheraton, la Asociación Empresaria Argentina le trasladó a Domingo Cavallo varias inquietudes sobre el entonces candidato. Estaban Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Federico Braun, Miguel Acevedo, Santiago Blaquier y Cristiano Rattazzi, entre otros. “No estamos ante un economista, sino ante un político que construye poder usando la economía”, describió Cavallo.
Eso explica bastante de los últimos movimientos. El politólogo Pablo Touzón dice que el primer acierto de Milei después del balotaje fue haber despejado rápidamente dos riesgos. En primer lugar, tomó distancia de las excentricidades y de quienes las profesaban en su entorno. Pero además desactivó las presunciones de condicionamientos de parte de Macri. Ya se sabe que hasta la fórmula de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich-Luis Petri, fue incorporada al gabinete por iniciativa del libertario. Lo que no está claro es si esos giros drásticos corresponden a decisiones de Milei o si en realidad parten de algo más estructural, la ruptura de un sistema: las dos principales coaliciones que regían la vida política quedaron después de la campaña al borde de la implosión. “Massa significó para el kirchnerismo el fin de la historia: le vació la agenda”, agrega Touzón.
La reacción de Milei fue entonces acercarse al resto del PJ, donde vuelve a aparecer, como con cada derrota, la necesidad de una renovación. Las ganas y los alcances de la idea dependen del dirigente y del distrito. Es probable que Córdoba, por ejemplo, vuelva a estar a la vanguardia: ahí intentan aprovechar el impulso que tuvo el repunte de Schiaretti en la primera vuelta. Hay lugares del país, dicen los cordobeses, en los que el exgobernador tiene 80 puntos de imagen positiva. ¿Podría entonces aspirar a la conducción del partido? “¡Si ahora lo preside Alberto!”, se entusiasman.
Pero son proyecciones excesivas para un país que se juega parte del futuro este verano. Sin ir tan lejos: diciembre anticipa una discusión entre Milei y los gobernadores por los fondos que las provincias perdieron el mes pasado, con las exenciones en el IVA y el impuesto a las ganancias. El respaldo a la candidatura de Massa salió caro. En 2019, ante una iniciativa electoral análoga de Macri, por lo menos se habían quejado con un comunicado de rechazo y acudido a la Justicia. Esta vez solo les faltó celebrarla con la CGT. Y la factura plena empezó a llegar en noviembre. Solo por volver a Córdoba: esa provincia perdió con la ley unos 10.000 millones de pesos por mes.
Será sin dudas la primera gran tensión para Milei, que tendrá enfrente a un bloque transversal. Las provincias pedirán que restituya los impuestos. Difícil o imposible: él no solo votó la ley que los eliminaba del salario, sino que dijo públicamente que un liberal siempre debía estar a favor de reducirlos. Los gobernadores analizan entonces dos alternativas para presionar: presentarse en la Justicia, una vía que ya tomó Mendoza, o proponer que se hagan coparticipables el impuesto al cheque o el impuesto PAIS, algo que desaconsejan todos los tributaristas porque lo coparticipable queda para siempre.
Será también el debut de Guillermo Francos como ministro del Interior. A diferencia de sus antecesores, Francos debe aprender a negociar sin recursos. Su única ventaja reside en que el triunfo de Milei borró ya parte de la verticalidad política: con el peronismo y Juntos por el Cambio debilitados, entran en crisis los aparatos y eso puede alentar carreras personales. Acaba de pasarle a Patricia Bullrich con Macri, y probablemente sientan lo mismo varios: ¿por qué un gobernador no podría ahora soñar con ser presidente si, sin partido ni conurbano, acaba de conseguirlo quien hasta hace dos años era solo conocido por participar en programas de televisión? Se acabaron las excusas: otra de las novedades que Milei le trajo al establishment. Es obvio que cualquiera de esos anhelos requerirá algo de tiempo y que, si Milei fracasa, volverán las estructuras viejas.
Eso explica que varios peronistas se estén apresurando para ofrecerse como garantes de gobernabilidad. En La Libertad Avanza se sorprenden con los llamados. Hasta el riojano Ricardo Quintela, que había llegado a advertir que renunciaría al cargo si ganaba Milei, recalibró desde entonces su propuesta. “Queremos ser una oposición dialoguista y responsable”, dijo anteayer. Y otros colaboran en silencio. Gustavo Sáenz, gobernador de Salta, se encargó personalmente de convencer a Flavia Royón, secretaria de Energía, de quedarse como responsable del área de la Minería. Hubo que insistir porque la ingeniera tenía dudas de fondo y de forma con Guillermo Ferraro, futuro ministro de Infraestructura, que inicialmente iba a tener el área bajo su órbita, pero finalmente se decidió que Minería quede dentro del Ministerio de Economía, con Caputo.
El desafío de Milei es entonces aprovechar al máximo lo poco que tiene para ofrecer. Viene diciendo que, ante cualquier negativa a aceptar restricciones de presupuesto, llevará la negociación al extremo y hasta expondrá a quienes se nieguen a ajustar sus propias administraciones. “No querrán quedar como el que no paga los sueldos”, anticipan sus asesores. En la reunión con Macri, alguien propuso discutir bien en detalle: si, por ejemplo, el municipio de Morón auspicia a un periodista, ¿no debería destinar esos recursos a salarios? Argumentos que se van a oír. Vienen días agitados.
Un viejo amigo de Milei suele definirlo como “hombre de ideas fijas”, alguien que no las abandona fácilmente. Bajar el gasto público coloca a la Argentina en un juego de suma cero: que ganen todos será durante mucho tiempo una utopía.