El fantasma de la devaluación
A principios del año pasado, con la acumulación crítica de problemas, los acontecimientos económicos se precipitaron con una lógica parecida a la del Rodrigazo. Ante esa realidad que podía llevar a un colapso, el Gobierno eligió primero una devaluación que no fue atronadora e inmediatamente la estrategia del tipo de cambio anclado, con secuelas que todavía siguen provocando daño. Ayudaron a esa decisión, sin dudarlo, los precios internacionales de nuestras exportaciones, los acuerdos con China, una deuda externa no abultada y el aumento de la tasa de interés.
El fantasma del sinceramiento al estilo de 1975 es un temor que sigue rondando en 2015, decisión electoral mediante, sea quien sea el elegido como presidente en diciembre. El cepo cambiario, la falta de dólares, la caída pronunciada de las reservas, el déficit fiscal, el atraso del tipo de cambio y la postergación tarifaria invitan a una seria preocupación sobre el desenlace de la presente coyuntura. En realidad, el Rodrigazo es una presencia permanente en el imaginario de la sociedad cada vez que el país se paraliza por distintos motivos y se meten las tarifas de los servicios públicos en el congelador, aunque hayan pasado 30 años de aquel 4 de junio en pleno ejercicio del poder por Isabel Perón.
En 2014, la mayoría de los economistas coincidían en que la única solución era una devaluación significativa para reencaminar al país. En este 2015 son mucho más cautos. En una última mesa redonda organizada por Unión Industrial, profesionales presentes sugirieron medidas prudentes, no arriesgadas. Apenas asuma el nuevo gobierno deberá lanzarse a buscar inversiones, atenuar la inflación en un espacio de tiempo prudencial, desarmar el cepo cambiario de a poco. Ayudarían los bajos niveles de deuda.
¿Se podrá ir lentamente? A ese interrogante no contestan. Buscan evitar el terremoto de las devaluaciones, en el que se horadan por un buen tiempo los bolsillos de los ciudadanos. ¿Lo dicen porque es "políticamente correcto" o por una definitiva toma de conciencia?
No estamos pasando por el mismo proceso previo al Rodrigazo, donde cayeron los precios internacionales, el sindicalismo tenía opiniones decisivas en la formulación de estrategias, el desabastecimiento devoraba las mercaderías en los estantes de los puntos de venta. Sin embargo, conceptualmente, hay resortes parecidos a los de entonces, como son el atraso en el tipo de cambio, la escasez de dólares, la escalada de precios, las tarifas atrasadas, la falta de crédito internacional a valores razonables y una disconformidad social que se manifiesta de distintas maneras y con diferentes voces de protesta, con sectores productivos con serios problemas, y que no se sienten escuchados por los que tienen el poder.
No faltan economistas que ven un futuro con dos opciones. Si el nuevo gobierno negocia la deuda con financiamiento externo a tasas razonables apenas comience a dar sus primeros pasos, la devaluación no sería necesaria. Pero si las próximas autoridades no consiguen préstamos urgentes en un contexto de pocas reservas en poder del Banco Central y en medio de un magro crecimiento de la economía, la devaluación quedaría como única herramienta. Naturalmente que ello traería la espiralización de los salarios y una rueda imparable de dificultades.
El 4 de junio de 1975 por la noche, Celestino Rodrigo, un oscuro profesor de Geografía Económica en las facultades de Ingeniería y Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, sin solvencia académica, nombrado ministro de Economía a dedo por el influyente José López Rega tras el regreso de Perón, anunció un paquete de medidas que daría inicio a un verdadero desquicio político y económico y que pasó a la historia con su nombre. El miniequipo que lo acompañaba emprendió una megadevaluación del ciento por ciento, implementó incrementos del 175% en los combustibles, del 76% en la energía eléctrica y del 80 al 120 en el transporte, junto con un congelamiento de los salarios y un incremento del 50% de la tasa de interés en los créditos de corto plazo más una restricción severa a todo tipo de préstamos.
Era la derivación de varios años de contracción. El aumento del precio del petróleo en 1973 pegó de manera decisiva en la Argentina. Entre junio de 1974 y mayo de 1975 se gastaron dos tercios de las reservas en divisas disponibles en importaciones de energía. Los empresarios venían obrando bajo la consigna de "sálvese quien pueda", sobrefacturaron importaciones, subfacturaron exportaciones, vendieron en el mercado negro y fueron cómplices de un desabastecimiento de artículos de primera necesidad. Hubo una evasión de capitales significativa para la época, que se sumaría a los 10.000 millones de dólares argentinos depositados en cuentas foráneas (hoy llegan a 200.000 millones de dólares).
Una semana después del Rodrigazo la Argentina entró en una pronunciada inflación de costos que desembocó en una inflación estructural de envergadura. La recesión, derivada de la inflación, aparejó estancamiento. Un mes después las centrales gremiales cumplieron 36 horas de huelga general, con movilizaciones masivas. Todo terminó con la renuncia de Rodrigo y con la huida de López Rega desde Ezeiza, con un título inventado de "embajador itinerante". Fue un momento histórico cuyo fantasma regresa cada vez que comienzan los mismos problemas de atraso que llevaron a aquella pesadilla.