El factor Schiaretti
Juan Schiaretti prefiere el bajo perfil, privilegia los gestos, evita los discursos y nunca quiere estar en el centro de la escena. Siempre fue así. Y no ha cambiado en medio de la campaña electoral que en tres semanas terminará, con toda seguridad, en su segunda reelección como gobernador de Córdoba. La figuración sigue siendo un lujo que no se permite ni siquiera tampoco en estos tiempos en los que, casi sin proponérselo, se convirtió en una pieza clave en el dilema político y electoral de la Argentina.
Este economista que el 19 de junio celebrará 70 años, arrancó en la izquierda revolucionaria, al regreso de su exilio pasó en los noventa por el cavallismo, y terminó siendo el socio principal de José Manuel de la Sota en la construcción de una hegemonía partidaria que cumplirá dos décadas en Córdoba. El dominio peronista no evita que esa provincia sea al mismo tiempo el principal bastión electoral de Mauricio Macri, como expresión del fuerte rechazo que genera el kirchnerismo entre los cordobeses. Es por esa misma razón que el Presidente considera a Schiaretti el más confiable de los opositores. Tan cercano, que más que como opositor lo tiene por un aliado imprescindible.
Luego de la división de Cambiemos en dos candidatos a gobernador (los radicales Mario Negri y Ramón Mestre), Schiaretti ganó su reelección por anticipado. Iba a triunfar igual, dicen sus encuestadores, pero luego del disparate de sus adversarios ahora tiene además hasta la posibilidad de poner un intendente en la ciudad de Córdoba, un territorio hostil al peronismo hasta ahora reservado a los radicales como parte de un acuerdo de distribución de poder tramado en su momento por De la Sota. Imprevista y trágica, la muerte del líder natural del PJ cordobés, el 15 de septiembre pasado, dejó a Schiaretti con el mando total y como única referencia nacional de un distrito clave para Macri, pero también para el peronismo, con cuyos principales protagonistas el gobernador cordobés ha tenido acuerdos amparados por la discreción que impone su estilo.
En el último mes, Schiaretti se benefició de la división de Cambiemos habilitada sin mucha pena por Macri, pero además convino con Cristina Kirchner que Unidad Ciudadana no presente lista provincial, lo que podría haberle restado algún voto al gobernador y, a la vez, expuesto la debilidad de la expresidenta. Al mismo tiempo que se mantenía como parte de la conducción de Alternativa Federal con Sergio Massa, Schiaretti armó a escala local un frente con los mismos sectores con los que Roberto Lavagna espera construir su candidatura. Allí conviven socialistas, el GEN y, después de las elecciones cordobesas, también algún sector del radicalismo.
La idea de que luego de ganar, en mayo, Schiaretti tendrá más poder que nunca para dirigir la estrategia del peronismo alternativo incluye, llevada al extremo, la posibilidad de que él mismo sea candidato presidencial. Quienes conocen de verdad al Gringo, como lo llaman sus amigos, aceptan que Schiaretti tal vez se vea a sí mismo como un piloto de tormenta, algo así como la versión 2020 de Eduardo Duhalde.