El éxodo de argentinos, un nuevo tópico electoral
Declaraciones de Mauricio Macri desde España y la situación de los varados en el exterior abrieron un debate y reflotaron la grieta de cara a las próximas elecciones
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Dos días después de que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, afirmara ante grupos de jóvenes que “la Argentina no es ese país de mierda que a veces nos tratan de retratar”, el expresidente Mauricio Macri, desde España, afirmó que “el éxodo que hubo en el país en este último año y medio no se vio nunca en nuestra historia”. De distintas maneras, uno y otro instalaron, de cara a las próximas elecciones, una cuestión que, pese a estar con cierta habitualidad presente entre no pocos segmentos de la sociedad, no había alcanzado un primer plano en el debate nacional.
Tanto Cafiero como Macri recibieron en las últimas horas críticas por sus respectivas afirmaciones. “Ustedes están haciendo mierda al país”, le enrostró el diputado de Juntos por el Cambio Cristian Ritondo al jefe de Gabinete. Entretanto, al exjefe del Estado y fundador de la principal coalición opositora se le endilgó hablar desde el exterior sin cifras ciertas sobre el éxodo de argentinos.
Aunque la cuestión no aparezca entre los principales tópicos de discusión en los sondeos de opinión pública, donde la situación socioeconómica, la inseguridad, la corrupción y la crisis sanitaria derivada del Covid-19 ocupan el centro de los debates, algunas encuestas han relevado el sentir de los argentinos frente a la posibilidad de emigrar del país, con resultados bastante desalentadores.
Nada menos que el 71% de los jóvenes entre 16 y 25 años de edad afirma que se marcharía de la Argentina si tuviera los recursos necesarios, según una encuesta de la consultora Innovación, Política y Desarrollo (IPD), exhibida ayer en el programa +Realidad, que conduce Jonatan Viale en LN+. Ese porcentaje se reduce al 66% entre las personas que tienen entre 26 y 35 años, y al 58% entre quienes tienen entre 36 y 45 años.
Uruguay, España, Italia, Estados Unidos, Canadá y Australia, en ese orden, son los destinos que los argentinos elegirían para emigrar, si tuvieran la oportunidad de hacerlo, de acuerdo con el citado estudio de opinión pública.
La existencia de un eventual éxodo de argentinos es objeto de desmentidas oficiales. Salvando las distancias, no puede olvidarse que Nicolás Maduro, en 2018, también negaba públicamente un éxodo masivo de venezolanos que, en rigor, ya venía profundizándose, y que hoy alcanzaría a unos cuatro millones de personas.
Tampoco puede obviarse que el presidente Alberto Fernández evidenció alguna vez cierta preocupación por esta situación. El 28 de septiembre último, durante el acto de inauguración del Hospital Néstor Kirchner en Escobar, el primer mandatario expresó, dirigiéndose a los jóvenes: “¡No se vayan, hay un país que construir! Lo que hace falta es que todos nos arremanguemos, que todos nos pongamos de pie y todos hagamos el esfuerzo para construir un país mejor”.
También Alberto Fernández se comprometió a “cerrar la grieta” la misma noche del 11 de agosto de 2019 en la que se consagró candidato presidencial del Frente de Todos, tras imponerse en las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). En ese momento, aseguró que “la grieta se terminó para siempre y la venganza también”. Sin embargo, la decisión oficial de restringir el regreso de argentinos que se encuentran actualmente en el exterior con el pretexto de evitar la extensión de la pandemia de coronavirus parece chocar con aquel mensaje lanzado en plena campaña electoral, además de constituir un ataque contra libertades esenciales.
El despectivo trato que están recibiendo unos 40 mil argentinos varados en distintas capitales del mundo, sin poder retornar al país ante la cancelación de vuelos forzada por el gobierno nacional, podría compararse, al menos en las formas, con la denigración que han sufrido tanto los emigrantes cubanos en tiempos de Fidel Castro como quienes dejaron y siguen dejando la Venezuela chavista. No pocos militantes del kirchnerismo se han ocupado especialmente en los últimos días de vilipendiar en las redes sociales a aquellos argentinos de clase media, un sector detractado históricamente por ideólogos del peronismo que lo han considerado siempre un obstáculo para su proyecto “nacional y popular”.
No solo el Gobierno ha querido encontrar un chivo expiatorio por su incapacidad para enfrentar la pandemia en los turistas, muchos de los cuales viajaron a Estados Unidos con la intención de vacunarse como propósito prioritario. Desde las redes sociales, abundaron las burlas contra quienes han quedado varados, al igual que las invitaciones a que se queden donde están y no vuelvan más.
Es curioso. Se reclama un castigo contra los turistas que pagaron de sus propios bolsillos los pasajes y la estadía en el exterior para acceder a una vacuna. Un castigo que no demandan contra quienes se apropiaron de dosis de vacunación que no les correspondían ni contra funcionarios que dispusieron inmoral e ilegalmente de esas vacunas, haciendo caso omiso de los protocolos y las prioridades establecidas.
Pueden existir múltiples motivaciones para que empresas e individuos abandonen el país. La presión impositiva exorbitante, los innumerables trámites y trabas para abrir una empresa, los enormes costos laborales no salariales (que hacen que por cada $100 de salario un empleador abone al menos $150 y un trabajador no reciba mucho más de $75 en promedio), la incertidumbre macroeconómica, la elevada inflación, los salarios en dólares pauperizados (solo Haití y Venezuela tienen salarios mínimos más bajos que la Argentina en la región), la inseguridad jurídica, la ausencia o el permanente cambio de las reglas de juego, las libertades individuales en peligro y las instituciones y la división de poderes en jaque permanente son algunas de esas razones.
Al margen de los efectos de la pandemia y la larga cuarentena del año último, que forzó a muchas pequeñas y medianas empresas a cerrar sus puertas o que las condujo directamente a la quiebra, no pocas empresas de gran tamaño se han ido, han anunciado su decisión de irse, han reducido de manera significativa sus operaciones en la Argentina o han sido ya absorbidas por otros grupos empresarios. Los casos de las compañías aéreas Latam, Qatar Airways, Emirates, New Zealand y Norwegian, los de grandes cadenas de supermercados o tiendas como Walmart o Falabella y los de otras empresas como Basf, Axalta Coating, Nike, Brightstar o Glovo son los más emblemáticos.
La altísima tasa de riesgo país (1600 puntos) no solo exige retornos difíciles de alcanzar y limita la posibilidad de que lleguen inversiones extranjeras. También dificulta el acceso al crédito internacional para cualquier empresa que opere localmente. Del mismo modo, el cepo cambiario torna más compleja la eventual remisión de utilidades al exterior, desalentando aún más a potenciales inversores.
Pero, sin dudas, los mensajes que dan cuenta de un gobierno que persigue a los supuestamente ricos y que desalienta la meritocracia hasta en su discurso oficial es una clara motivación del éxodo. Los casos de Marcos Galperin, de Mercado Libre, o de Gustavo Grobocopatel, de Los Grobo, son los más notables, aunque distan de ser los únicos.
Las motivaciones para el éxodo podrán ser muchas. Pero probablemente habrá de pesar el mensaje oficial, que si bien impulsa la igualdad de oportunidades, se contradice con acciones gubernamentales que solo parecen apuntar a igualar hacia abajo y a garantizar oportunidades exclusivamente para los amigos del poder. Tanto para hacer negocios con el Estado como para acceder a vacunas salteándose la fila con absoluta impunidad.