El escándalo que sacude a Francia y su elite intelectual
El caso Matzneff. Un libro firmado por una víctima de abuso propicia un cambio cultural que pone en cuestión al mundo editorial galo y la figura casi sagrada de los escritores
PARÍS (The New York Times).- Gabriel Matzneff, el escritor francés que está siendo investigado por promover la pedofilia, se encontraba refugiado este mes dentro de una lujosa habitación de hotel en la Riviera italiana. Pasaba sus horas a solas, abandonado por las mismas personas poderosas de la industria editorial, el periodismo, la política y los negocios que hasta semanas atrás lo habían protegido. Solo salía a hacer caminatas escondido detrás de unos anteojos de sol y se sorprendió cuando lo encontré en una de las cafeterías que menciona en sus libros. "Me siento como los muertos vivientes, como un muerto que anda, que camina por el lungomare", dijo, refiriéndose en italiano al paseo marítimo, después de aceptar hablar.
Ocultarse es algo nuevo para Matzneff. Durante décadas, fue homenajeado por escribir y hablar abiertamente acerca de cómo acosaba a adolescentes afuera de las escuelas en París y cómo tenía contacto sexual con chicos en Filipinas. Matzneff fue invitado al Palacio del Elíseo por el expresidente François Mitterrand. Se benefició de la generosidad del diseñador de modas Yves Saint Laurent y su socio y pareja, el magnate empresarial Pierre Bergé.
Sin embargo, el escritor recién fue citado a comparecer ante un tribunal de París este mes de febrero, acusado de promover activamente la pederastia a través de sus libros. Matzneff, de 83 años, podría enfrentar hasta cinco años de prisión; sin embargo, el caso también es una denuncia implícita de una elite que promovió su carrera y acalló las voces aisladas que pedían su arresto.
La oportunidad se presentó el mes pasado con la publicación de Le consentement ("El consentimiento"), un libro de Vanessa Springora, el primer testimonio de una de las víctimas menores de edad del escritor. Aunque el libro no hacía ninguna nueva revelación sobre el pasado sexual de Matzneff, sí propició un abrupto cambio cultural en Francia.
"Este es el #MeToo de la industria editorial francesa", afirmó François Busnel, presentador de La Grande Librairie, el programa televisivo literario más importante de Francia, que invitó a Springora a una de sus últimas emisiones. "Se ha liberado una voz en un ámbito, el ámbito literario francés, que es machista, bastante misógino y que permanece callado: omertà, la ley del silencio".
Una caída veloz
Aunque la caída de Matzneff llegó tarde, fue rápida. Sus tres editores le soltaron la mano. La dirección del Centro Nacional del Libro afirmó que Matzneff perdería un estipendio vitalicio que se otorga en pocas ocasiones. Los fiscales empezaron una investigación.
Se cree que en el caso de Springora ya prescribieron los delitos. Pero además de la acusación de promover la pedofilia, Matzneff enfrentará cargos penales por actos sexuales con menores de edad más recientes, ya sea en Francia o en otros países, en un juicio que esta semana se convocó para septiembre del año próximo.
Desde su escondite en la Riviera italiana, Matzneff descartó las acusaciones en su contra. "¿Quiénes son ellos para juzgar?", dijo. "Estas asociaciones de virtuosos, ¿cómo duermen? ¿Qué hacen en la cama y con quién se acuestan? ¿Y sus deseos secretos y reprimidos?".
Muchos han dicho que la historia de Matzneff solo podría suceder en Francia. De Voltaire a Victor Hugo y de Zola a Sartre, la figura del escritor ha sido siempre sagrada en Francia. En París, innumerables calles son recordatorios de su descomunal influencia. Aunque no es uno de los escritores franceses más importantes, Matzneff se benefició ampliamente de esa tradición. Escribió casi cincuenta libros entre novelas, colecciones de ensayos y diarios que jamás habrían llegado a las librerías si la industria hubiera estado solo preocupada por hacer buenos negocios.
Los editores franceses aceptaron diligentemente incluso diarios que eran poco más que registros cotidianos. Pero dichas obras también incluyen minuciosos detalles sobre las personas que ayudaron a Matzneff y las adolescentes a las que sedujo, entre ellas Springora, la autora de Le consentement.
El mes pasado, envalentonados por el impacto de las revelaciones de Springora, los fiscales allanaron la sede de la prestigiosa editorial Gallimard para confiscar copias de los libros. Los editores y promotores de Matzneff también podrían rendir cuentas en el caso, usando los libros como evidencia. "Sabemos de hombres emocionalmente conflictuados que justificaban la pedofilia tras leer los libros de Matzneff", dijo Méhana Mouhou, abogado de l'Ange Bleu, una organización antipedofilia.
Matzneff desapareció a finales de diciembre, justo antes de la publicación del libro autobiográfico de Springora. Cuando una entrevista que le concedió a un canal francés de televisión me brindó una pista sobre su paradero, me dirigí a la Riviera italiana y lo encontré (es un hombre de costumbres, como deja claro en sus diarios) en su bar favorito.
Sobresaltado al principio, a la defensiva y molesto, el escritor reconoció que estaba "sumamente solo" y comenzó a abrirse. Expresó su perplejidad ante el repentino cambio cultural en Francia y su abrupta caída. No mostró remordimiento por sus acciones pasadas y no repudió ninguno de sus escritos. También confirmó los pasajes que describen el apoyo que recibió de personas poderosas, y proporcionó otros detalles.
Una red poderosa
Las amistades de Matzneff hicieron algo más que celebrar su obra. También ayudaron, a veces intencionalmente, otras sin darse cuenta, a protegerlo de las autoridades. En 1986, la policía francesa citó a Matzneff, que en esa época tenía 50 años, para interrogarlo después de recibir cartas anónimas en las que se afirmaba que Springora, quien entonces tenía 14, lo visitaba en su departamento; sin embargo, cuando llegó a la comisaría, el escritor llevaba un talismán en su bolsillo: un artículo escrito por el socialista François Mitterrand, en el que lo enaltecía.
Matzneff había llamado la atención de Mitterrand dos décadas antes, luego de la publicación de su primer libro, una colección de ensayos titulada Le Défi ("El desafío"). "Le gustó tanto que se lo regaló a sus hijos, que tenían 15, 16 años", recordó Matzneff, "y me invitó a almorzar". Mitterrand socializó con el prometedor autor y siguió siendo su admirador, incluso después de que Matzneff publicó en 1974 una vociferante defensa de la pedofilia titulada Les Moins de Seize Ans ("Menores de 16 años").
Después de convertirse en presidente en 1981, Mitterrand invitó a Matzneff a almorzar al palacio presidencial al menos una vez, en 1984. También escribió un artículo elogioso para una pequeña revista literaria, Matulu, que dedicó un número especial en julio de 1986 a Matzneff. Mitterrand describía a Matzneff como un "seductor impenitente".
El artículo fue publicado solo unas semanas antes de que la policía de París comenzara a investigarlo. "Posiblemente haya, tal vez, recortado el artículo y lo tenía en mi billetera", admite Matzneff. Springora recuerda en su libro: "En caso de arresto, cree que el artículo tiene el poder de salvarlo". Al ver el documento, los detectives desestimaron las pistas anónimas que habían recibido y las consideraron obra de un rival literario.
Ayudas y voces críticas
Además del artículo de Mitterrand, Matzneff recibió ayuda todavía más directa. Primero, su amigo Christian Giudicelli, galardonado escritor, aceptó esconder cartas y fotografías de Springora que lo incriminaban, escribió Matzneff. Luego, cuando necesitaron un lugar más seguro, Matzneff y la adolescente se mudaron a un hotel. Las facturas las pagaba el diseñador de moda Yves Saint Laurent, que murió en 2008, y los arreglos los hacía su ayudante cercano, Christophe Girard, según Matzneff.
Era -y sigue siendo- ilegal en Francia que un adulto tenga relaciones sexuales con un menor de 15 años. Pero a diferencia de Estados Unidos y otros países con leyes de estupro, donde los menores de edad se consideran demasiado inmaduros para consentir plenamente las relaciones sexuales, Francia no tiene edad de consentimiento.
En Francia, Matzneff tuvo cuidado de moverse sobre todo en lo que algunos consideraban una "zona gris", al dedicar diarios y novelas a sus relaciones con chicas adolescentes. Es en Filipinas donde escribe sobre claros actos de pedofilia, sobre todo con chicos prepúberes.
Algunas personas se indignaron. "Debería estar en la cárcel", recordó recientemente una solitaria voz crítica, Denis Tillinac, editor de La Table Ronde, quien se negó a publicar los diarios de Matzneff.
La crítica más pública sucedió en 1990, en el programa literario de televisión Apostrophes. En el programa, el presentador Bernard Pivot y los otros invitados discutieron el diario de más reciente publicación en esa época, Mes amours décomposés ("Mis amores en descomposición"). En él, el autor se jactaba de haber tenido sexo con innumerables menores, entre ellos niños filipinos de 11 y 12 años. La única participante extranjera, la periodista Denise Bombardier de Quebec, denunció su pedofilia. La intelectualidad francesa lo defendió con rapidez. Josyane Savigneau, quien editó el suplemento literario del diario Le Monde de 1991 a 2005, reprendió públicamente a Bombardier y defendió la obra de Matzneff. Philippe Sollers, famoso novelista y editor principal en Gallimard, más tarde se refirió a Bombardier con una grosera alusión sexual.
El único apoyo público para Bombardier vino de un sitio inesperado: el presidente Mitterrand. Bombardier recuerda que fue invitada al palacio presidencial, donde Mitterrand le dijo que a pesar de que alguna vez había "reconocido virtudes" en Matzneff, el autor desafortunadamente se había "hundido" en la "pedofilia".
A pesar de que continuó produciendo libros prolíficamente durante la década de 1990, Matzneff estaba muy lejos de ser rico y recurría a sus amigos poderosos. Para 2002, Christophe Girard, asistente cercano de Yves Saint Laurent, se había convertido en delegado de cultura del alcalde de París. Girard ejerció mucha presión para que Matzneff ganara un estipendio anual vitalicio que el Centro Nacional del Libro otorga en contadas ocasiones, le dijo el director actual del centro, Vincent Monadé, al diario L'Opinion.
Para 2013, las posturas de Matzneff ya no estaban en boga. Sus libros apenas se vendían. El año anterior se había enterado de que tenía cáncer de próstata. Pero incluso en su desdicha fue capaz de recurrir a antiguas conexiones. Un gran premio literario, el Renaudot, se le había escapado de entre las manos a pesar de las maniobras de un jurado: Giudicelli.
Giudicelli ayudó a garantizarle a su amigo el premio Renaudot, después de confiarles a sus colegas del jurado deliberadamente que Matzneff padecía cáncer.
Busnel, el presentador de La Grande Librairie, dijo recientemente: "Los jurados literarios en Francia son totalmente corruptos". Pero el premio relanzó la carrera de Matzneff, algo que con el tiempo le valió una invitación a La Grande Librairie.
Una persona estaba especialmente furiosa: Vanessa Springora. Molesta e indignada por el regreso triunfal de Matzneff, comenzó a escribir Le consentement. "Yo jamás había ganado un premio importante. Debió alegrarse por mí", dijo Matzneff. "Pero, ¿se enojó?".
En París, es ahora el turno de Springora de aparecer en horario estelar, en vivo, en La Grande Librairie. "En realidad mi objetivo era encerrarlo en un libro, hacerlo caer en su propia trampa", afirmó Springora en el programa, "porque eso es lo que hizo conmigo y con muchas otras jóvenes".