El equipo del presidente
Ted Sorensen, speechwriter y asesor político del presidente Kennedy, se refiere en su libro Counselor al "gabinete del talento". Así describe a los hombres y mujeres que acompañaron al mandatario americano en su corto pero histórico período al frente de la Casa Blanca. Con esa frase Sorensen quiere decir que el talento presidencial depende en parte de la selección de colaboradores que hace el presidente y de la forma en que éstos interactúan entre sí para apoyar al primer mandatario.
La conformación del gabinete es la primera decisión estratégica para perfilar y dotar de identidad política y de gestión a un gobierno electo. Con cada nombramiento, el presidente arbitra de forma parcial la ecuación general de legitimidad política, idoneidad y confianza que alimentan la capacidad de gobierno.
La elección del pasado domingo le dio a Mauricio Macri la legitimidad de origen para ser presidente. El tamaño, la conformación geográfica y social de ese apoyo también le indican al presidente electo la base política de punto de partida de su gobierno. Por eso, el gabinete importa en primer término para señalizar ante la sociedad y el sistema político el perfil político del gobierno que comienza. A través del gabinete, el presidente les habla a la sociedad y al sistema político sobre la vocación coalicional de su gobierno, sus alianzas territoriales y la representación de sectores sindicales, sociales o empresariales que espera incorporar en su administración. Un aspecto central en esta decisión es la incorporación o no de figuras con legitimidad electoral propia en el gabinete, como ex gobernadores o legisladores.
De acuerdo con el estudio de Cippec "Los caballeros de la mesa chica", los gabinetes argentinos no han tenido una alta proporción de ministros con legitimidad política propia. La proporción de miembros de los gabinetes que tuvieron cargos electivos previos (sean provinciales, nacionales o municipales; legislativos o ejecutivos) es relativamente baja, aunque creciente: del 30% del total de ministros nombrados en 1983 al 50% en la administración que finaliza el 10 de diciembre. No sorprende, sin embargo, que en contextos de baja legitimidad de origen esta proporción aumente, como ocurrió con el gobierno de Eduardo Duhalde (2002-2003), cuya proporción de dirigentes con cargos electivos previos fue del 82%. Un gabinete que reconoce a las provincias con cuyos legisladores se construyen las mayorías parlamentarias refleja y estabiliza acuerdos legislativos y coaliciones de gobierno. El estudio da cuenta, además, de una curiosidad con trasfondo político: desde el retorno de la democracia, siete provincias nunca aportaron un ministro al gabinete nacional -Formosa, Tierra del Fuego, Entre Ríos, Jujuy, Catamarca, San Juan, Santiago del Estero y Chubut)- y varias provincias tuvieron sólo un ministro en todo el período.
En segundo lugar, la arquitectura del gabinete habla sobre las prioridades presidenciales. La creación de nuevos ministerios supone la jerarquización de un tema, tal como ocurrió con Ciencia y Tecnología al inicio del primer mandato de Cristina Kirchner.
En el mundo son mayoría los países con gabinetes amplios de aproximadamente 20 ministerios. De esta manera, los presidentes atienden necesidades de apoyo político y promueven la especialización sectorial. Por su parte, la generación de espacios colegiados de decisión sobre un área (como por ejemplo el gabinete económico) adelanta una concepción presidencial sobre los caminos para abordar determinada agenda. El presidente electo ha optado en lo económico por evitar la figura del "superministro" que recuerda a Domingo Cavallo y, más recientemente, a Axel Kicillof.
Pero los gabinetes ensanchados (Brasil con 25 y Chile con 22) con espacios colegiados aumentan la demanda de coordinación político-técnica para orientar de forma estratégica el gobierno y avanzar en una agenda de prioridades. El presidente electo definió tres prioridades para su gobierno: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y seguridad, y la unión de los argentinos. Si éstos son los términos iniciales del contrato presidencial con la ciudadanía, deberá orientar todo su gobierno a construir un legado positivo en estos aspectos.
Para eso, el presidente puede valerse de una oficina del presidente y un centro de gobierno que lideren la ejecución de las metas presidenciales. En la Argentina no hay antecedentes de estos dispositivos que, en varios países, perfeccionan la calidad del ejercicio del poder presidencial. En esta línea, será clave dilucidar el nivel de ascendencia del jefe de Gabinete sobre el conjunto de los ministros. Con la reforma constitucional de 1994 quedó abierta la posibilidad de distintos modelos de estatus político para este funcionario, según el vínculo que establezca con el resto del gabinete, la administración pública y el Congreso.
Finalmente, todos los presidentes demandan confianza individual en aquellos que los acompañarán en la primera línea de gobierno. Es una condición indispensable para quien será intérprete de la voluntad presidencial. Pero la confianza también se construye sobre la base del acuerdo en una visión de gobierno y un profesionalismo en el vínculo que complementa la química individual o el origen común.
Ted Sorensen estudió en la Universidad -pública- de Nebraska, en el estado del mismo nombre en el centro de los Estados Unidos, bien lejos de la prestigiosa Harvard de la costa este, donde se formó Kennedy. Años más tarde, ambos forjarían una relación de confianza y admiración mutua a partir de momentos históricos transitados por ambos, especialmente el episodio de la crisis de los misiles en Cuba.
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