El encanto de los viajes fallidos
Sobre Dos fantasías espaciales, de Sergio Bizzio
Una pareja viaja, en compañía de la hija de uno de ellos, cinco horas en auto hacia la casa de campo en la que, tras mucho discutirlo, pasarán la primera semana de enero. Una tripulación conformada por seis adolescentes viaja, en una nave espacial, hacia el "único planeta en el que la especie humana podía vivir", planeta al que, si el plan urdido por sendos científicos resulta exitoso, sus descendientes llegarán recién dentro de trescientos años.
Ésos son los disparadores de las dos "fantasías" que Sergio Bizzio ha reunido en este volumen. En "Estancia", la nouvelle inaugural, el viaje, además de ser brevísimo y simple en comparación con el interplanetario, es el exordio del relato, pero no por eso carece de importancia. De hecho, en el último tramo del viaje, frente a una bifurcación, Marcos consulta el mapa que le ha enviado su amigo Horacio, el dueño de casa que está esperándolos, pero toma a su pesar la dirección que, a la luz de los hechos posteriores, puede juzgarse equivocada.
Por su parte, su mujer, Rita, insular en su fastidio (ella quería ir, como todos los años, a la playa, y no le perdona a Marcos que haya aceptado la invitación de su amigo por mero compromiso), no ha abierto la boca más que para pronosticar lluvia, mientras Irina, su hija de doce años, duerme plácidamente. Al llegar al lugar, encuentran una casa cerrada, poco menos que deshabitada. Ni rastros de Horacio y su familia. Para colmo, mientras esperan, se cumple el pronóstico de Rita: se larga una tormenta de órdago, que los obliga a permanecer en el auto. A partir de allí, la atmósfera del relato no hace sino tornarse cada vez más enrarecida, aun pesadillesca.
¿Dónde se han metido Horacio y su familia? Los viajeros tejen todo tipo de hipótesis, ya pedestres, ya luctuosas. Al fin, Horacio aparece pero no es el amigo de Marcos, sino otro, dueño de esa casa, que nada sabe de su homónimo de apellido Blanqui. Sin embargo, mirando el mapa de Marcos, concluye que no han de estar lejos del lugar que buscan; sin embargo, los caminos están anegados. Así las cosas, deberán esperar en la casa, que no tiene energía eléctrica, de este otro Horacio. Y es que eso representa, para ellos, Horacio: el Otro. ¿Quién y qué es ese hombre que, no obstante su zafiedad, les ha dado alojamiento? ¿Un pedófilo? ¿Un ladrón? ¿Un débil mental? En cualquier caso, es una amenaza que los deja a merced de su paranoia. Así, el relato se tiñe de una sensación de inminencia. Por su parte, Irina, como muchos de los niños y adolescentes de las ficciones de Bizzio, tiene el don de poner en evidencia, por natural contraste, el carácter ridículo y aparatoso de los adultos. Asimismo, hay que recalcar el tono que le confiere el autor de Rabia a su fraseo. Siempre espoleando el ritmo narrativo, sus frases logran ser, alternativamente o incluso a la vez, zumbonas y flemáticas, vulgares y refinadas.
En "Viaje al Único", el otro relato largo que contiene el libro, la acción transcurre –como se ha dicho– en una nave espacial, elemento frecuente en la obra de Bizzio (véanse, si no, las novelas Planet y En esa época). O mejor aún puede el lector remitirse a Gravedad, obra de teatro que, al igual que el relato en cuestión, tiene una nave como unidad de lugar. Tres chicos y tres chicas de quince años participan de esta empresa, que no es un experimento sino "la puesta en acto de una idea", incluso a sabiendas de que morirán durante el viaje ("Eran genios, pero no tontos"). Se sabe: querer tenerlo todo bajo control es la antesala del desmadre y eso ocurre en este relato. Así pues, no tardan en sucederse los sangrientos enfrentamientos entre las distintas generaciones que conviven en la nave. El resultado es una narración rápida, divertida e inteligente, en cuyo trasfondo, sin embargo, se agita la desesperación.
DOS FANTASÍAS ESPACIALES
Por Sergio Bizzio
Mansalva
125 páginas
$ 163