El difícil camino del medio
Que los argentinos estamos divididos en tres no es una novedad y que dos de esos sectores sostienen una grieta que no les conviene cerrar, tampoco lo es. En esa disputa de los extremos, al medio quedamos un montón de argentinos que seguimos apostando al diálogo, la sana convivencia y los consensos que nos prometieron en campaña.
Aunque quizá sea redundante repetirlo, los encuestadores vienen sosteniendo que coexisten (no conviven) en nuestra sociedad tres sectores bien diferenciados, no tanto por sus ingresos, pertenencia social o partidaria, sino más bien por una serie de valores vigentes pero no tan definidos como para constituir una ideología .
Aquel “que se vayan todos” del 2001 constituyó, sin proponérselo, un sector social que aún se mantiene vigente y que posibilitó en sólo 14 años que un empresario fuera presidente, que un ex motonauta fuera segundo y que un habilidoso orador de lo que la gente quiere escuchar cosechara un tercer lugar, en medio de una batalla campal que no se polarizó hasta el ballottage, mal que les pese a los extremos.
Este sector no solo tiene sus profundos juicios y prejuicios frente a los políticos en particular, sino que además tiene poca simpatía hacia la política en general y no está dispuesto a ceder en nada su afán de eliminar todo resquicio de la era K, justificando todo lo que vaya en dicho sentido sin importar si dichas medidas son buenas o malas para el país o para la democracia. Muchos de ellos hoy forman parte del Gobierno y toman decisiones.
El otro núcleo duro está constituido por la idea de lo autodenominado “Nacional y Popular”, que sigue en el convencimiento que todo lo que hicieron Néstor y Cristina está bien (incluso justificando medidas totalmente diferentes que realizaron uno y otra) y que niegan de manera sistemática cualquier acción del actual gobierno (aunque algunas sean similares a las del gobierno anterior). Paradójicamente, muchos de ellos aún son parte de estamentos medios del Estado y sus referentes han perdido el gobierno, pero no necesariamente el poder.
Al medio quedan los que no consideran que todo lo anterior fue malo ni todo lo actual es bueno. En el centro de los extremos están quienes no han perdido la esperanza de que las cosas mejoren y que rechazan (aunque no lo expresen) las expresiones antidemocráticas, xenofóbicas y reaccionarias que andan pululando por ahí, pero que también rechazan la corrupción sin importarle si es propia o extraña. Son quienes reivindican a la política decente (aunque después no voten a quienes la representan), y que les gustaría ver a toda la clase política trabajando juntos por las cosas que nos unen y no por las que nos dividen. Este es el espacio al que UNA, el Peronismo no K y parte de Cambiemos representan de manera fragmentada y por dicha razón no logran una identificación electoral única que pueda sopesar la fuerza de los extremos. Y por estar justo al medio reciben críticas de los obsecuentes de ambos extremos.
A diferencia de la elección anterior, en este 2017 los extremos no van a buscar el camino del medio como espacio electoral. Saben que esos tres sectores bien delimitados por los encuestadores no han variado demasiado. Saben que los famosos tres tercios en que nuestra sociedad se dividía en los años anteriores a la asunción del nuevo gobierno se mantienen sin muchas variaciones.
Por ello es que irán a una dura batalla electoral buscando mantener los votos de sus núcleos duros y apostando a dejar abierta la denominada “grieta”, sabiendo que quienes queden al medio no tendrán una representación electoral unificada y que recién en 2019 tendrán la necesidad de seducirlos, los unos apostando a los logros del Gobierno y los otros apostando a los fracasos del mismo.
El rol que deberíamos cumplir quienes estamos en el difícil camino del medio no es el de esperar a ser árbitros en el 2019, sino el de ser mediadores en esta dura batalla que se avecina. Intentar, desde cada espacio en que nos encontremos, poner cordura, elevar las discusiones, procurar transformar la batalla electoral en solo una contienda, ya que la Argentina sigue necesitando cerrar sus heridas, no abrirlas nuevamente. Solo cuando los argentinos estemos casi todos en el difícil camino del medio es que este país tendrá un futuro estable y no golpes de timón cada diez años.
El autor es parlamentario del Mercosur por Córdoba